Muere otro museo

Muere otro museo

“Ahora que Patricia Martín Briceño tiene a su cargo la Secretaría de Cultura de Yucatán, sería bueno que recordara que el director y los trabajadores del MACO, en aquella tremenda contingencia, no dejamos morir nuestro museo”....Tomado de https://morfemacero.com/

Administración de los males Públicos 

Jorge Pech Casanova

En el sureste mexicano las autoridades y las fundaciones museísticas han descuidado los espacios para presentar obras de arte actuales, pese a la efervescencia creativa de la región. El Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, espacio que cobró prestigio internacional de 1992 a 2001, fue exterminado en 2020 por la desastrosa gestión de su patronato. El gobierno estatal tuvo que intervenir en 2023 para intentar corregir el conflicto laboral que se generó en la institución, y a la fecha sigue la pugna de un grupo de trabajadores del museo contra la Asociación Amigos del MACO A. C., que los despidió sin pagarles la debida liquidación. 

Ahora, en Yucatán, se da a conocer el cierre del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán, la segunda institución en su tipo más importante del sureste. A diferencia del MACO, que se sumió en la ruina por una serie de pésimos manejos administrativos, el MACAY fue defendido durante cinco años por su director, el curador y crítico de arte Rafael Pérez y Pérez, del abandono en que sumió a la institución el régimen depredador de Mauricio Vila. 

Con todo, el enorme esfuerzo de Pérez y Pérez por sostener al MACAY pese a la carencia de recursos, tuvo que llegar a su fin porque el patronato del museo yucateco despidió a los trabajadores y decidió llevarse el acervo de la institución. Si bien ese patronato ha anunciado que busca trasladar las colecciones del MACAY a otro espacio, no queda claro si es con la intención de refundar el museo o simplemente para llevarse el patrimonio de este. 

Las autoridades yucatecas se han negado a clarificar el destino del MACAY, pues mientras afirman que el museo continuará, lo cierran “para reparaciones” sin dar detalles sobre la nueva configuración que tendrá, si es que lo reabren. El temor de la comunidad yucateca es que el nuevo museo sea reducido a tres salas, en vez de contar con el amplísimo espacio en que funcionaron durante años sus 17 salas. 

Mientras el gobierno estatal se niega a transparentar los planes que tiene para el edificio del Ateneo Peninsular, donde funcionaban las 17 salas del MACAY, la única autoridad que se pronuncia al respecto es la directora del Centro INAH Yucatán, Anna Goycoolea Artís, quien declaró que el MACAY está contemplado en el proyecto del Museo de Historia de Yucatán, el cual transformará al Ateneo Peninsular en un centro de exposiciones que exhibirá parte de los hallazgos arqueológicos en las obras del tren maya. 

Esta declaración de la representante del INAH indica que el Museo de Arte Contemporáneo será una especie de apéndice del museo del tren maya, planteamiento que ha sido rechazado por la comunidad artística yucateca. Ya existe un espléndido Museo de Antropología e Historia en el Palacio Cantón de Mérida. Pero el MACAY se queda sin sede y el destino de su acervo es incierto. 

La renuncia de experto Rafael Pérez y Pérez a la dirección del museo es un golpe de muerte a una institución que era la única en su tipo que restaba en el sureste. Por fortuna, el gobierno de Campeche ha fundado su flamante Museo de Arte Contemporáneo, que permite avizorar una propuesta cultural que hace mucha falta en el sureste.

Pero el problema permanece porque ya han muerto dos museos de arte contemporáneo en el sureste mexicano, víctimas de sus patronatos y de un terco empeño de las autoridades federales por cancelar los espacios de arte vivo en las ciudades donde florecieron estas instituciones ejemplares, el MACO y el MACAY. 

Ahora la comunidad artística yucateca, encabezada por la escultora Rosario Guillermo, ha manifestado sus preocupaciones en un foro público que se realizó el 8 de enero en la ciudad de Mérida, el cual planteó el escepticismo de las creadoras y los creadores ante las promesas nada claras del INAH: “Si Diego Prieto afirma que seguirá el MACAY, será la versión de él y del INAH pactada con la Fundación. Es probable que mantengan la versión de que se destinarán tres salas para ello, pero será su versión del museo y no lo que fue en su momento”. 

Los artistas, en el mismo foro, plantearon crear un espacio virtual que exhiba imágenes de la colección del MACAY, y aunque esta propuesta es plausible, queda el problema de que las nuevas generaciones de yucatecos carecerán de un espacio real donde puedan tener contacto con las creaciones artísticas de la actualidad. Ninguna imagen digitalizada podrá suplir la experiencia de que los públicos puedan admirar en persona las obras de arte. 

Desde mi experiencia como trabajador de la cultura, la muerte del MACAY me causa indignación y preocupación. Es el segundo museo que muere durante la gestión de gobiernos que prometieron ser diferentes a los previos, plagados de corrupción. No se ve que la gestión del nuevo régimen deje atrás los males de sus predecesores, pero a los de éstos añade un nuevo mal: el desprecio hacia el arte que está vivo y en evolución, el arte que será parte de la historia de las nuevas generaciones, y que está en gestación en estos momentos. 

La ignorancia aduce que el arte contemporáneo es incomprensible y lejano al interés público. No es así. El arte mexicano que se produce en nuestros días es potente y conmovedor. Requiere de espacios donde pueda ser conocido e interpretado por la comunidad. No hay pretextos para que los museos de arte contemporáneo desaparezcan en el sureste de México. 

La muerte de estos museos me parece particularmente dolorosa porque están ligados a mi historia personal: en Oaxaca, en 1999, un devastador terremoto dañó severamente la estructura del MACO. El gobierno de entonces abandonó a su suerte todos los edificios históricos, entre ellos, al museo donde yo coordinaba exposiciones. El director de entonces, el talentoso y honrado Fernando Solana Olivares, no cerró la puerta del edificio vulnerado. Se dio a la tarea de recolectar fondos para su restauración y en tres meses reabrió el museo, que siguió funcionando sin mayores problemas hasta 2013, cuando un desastroso patronato se apoderó del museo y lo fue minando durante diez años, hasta que acabó con él. 

Pero en diciembre de 1999, cuando el MACO reabrió sus puertas, no podíamos imaginar ese triste destino: jubilosos, celebramos la reconstrucción del museo, e inclusive pudimos recibir a jóvenes talentos en las salas de la institución oaxaqueña. La fotógrafa yucateca Patricia Martín Briceño se presentó en el MACO en ese año, junto con otros talentosos exponentes del arte vivo. Ahora que esa artista de la lente tiene a su cargo la Secretaría de Cultura de Yucatán, sería bueno que recordara que el director y los trabajadores del MACO, en aquella tremenda contingencia, no dejamos morir a nuestro museo. Lo rescatamos, lo pusimos de nuevo a funcionar y abrimos sus puertas a los talentos jóvenes. El MACAY se merecería un destino menos tenebroso que el de reducirse a su mínima expresión.

Tomado de https://morfemacero.com/