septiembre 17, 2025

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Este martes falleció en Francia el autor checoslovaco Milán Kundera, autor de La Insoportable Levedad Del Ser (1984)

¿Cómo escribir sobre un hombre que no deseaba que se escribiera de él? Ajeno al protagonismo y devoto de aceptar sus propias limitaciones, Milán Kundera decía que la mejor manera de escribir una biografía suya era reducirlo a dos oraciones: 

Nació en Checoslovaquia. En 1975, se instala en Francia.

-¿Usted era comunista, señor Kundera? 

-No, soy novelista.

-¿Usted es disidente?

-No, soy novelista.

-¿Usted es de izquierda o de derecha?

-Ni lo uno ni lo otro. Soy novelista”.

Para él, el valor del escritor radica en lo que escribió y no en quién es; y aún así, en esas dos sentencias a las que les dió licencia para describirlo, se escondían los grandes conceptos canónicos de su vida: el exilio y la estética.

Nació el primer día de abril de 1929 en su querida pero dolorosa Brno, provincia de la antes conocida Chequia. Como a todos los que somos -o han sido jóvenes- fue enamorado por los encantos de creer que un mundo mejor y más justo puede ser posible.

Primero como militante común del Partido Comunista y después como un canal del gobierno para contar sus historias, los inicios de la prosa de Kundera se debían al sistema; sin embargo, con el tiempo, se convirtió en una de las voces más críticas y feroces del mismo régimen, lo que de inmediato le ganó detractores que se volverían enemigos.

Y es que el contraste era desconcertante: de ser un profesor respetado en la Escuela de Cine de Praga y ser reconocido con la condecoración que solo se le da a los intelectuales fieles, pasó a ser repudiado en la transición de la invasión soviética hacia 1968.

Jan Novak, autor de -irónicamente- una de sus biografías más extenuantes, dijo:

Kundera era dos personas: el que vivió en Checoslovaquia y el que revivió en Francia. El segundo era un escritor prolífico; pero el primero era un hombre problemático y contradictorio. Por eso era una de esas extrañas personalidades que son más queridas fuera de su país que dentro de él’’. 

Vino de una familia culta: su padre era músico, alumno de Leos Janácek -uno de los grandes compositores y teóricos de los sonidos eslavos- mientras que su mamá era empleada administrativa del Conservatorio de Brno. Kundera, en respuesta lógica, estudió Música y se cultivó en Literatura y Teatro.

Por eso, a su llegada a Francia cayó con muy buen pie. Eran mediados de la década de los 70’s y la tierra de Camus y Flaubert era generosa con los intelectuales y las ilusiones de revolución. Apenas arribó a Rennes se instaló en la universidad estatal para impartir un curso titulado: Kafka: sus intérpretes, la novela y Europa Central, clase que recibió el estatus de mítica y que aún es referencia obligada para cualquier programa académico que pretenda abordar a Kafka.

Hacia 1980 él y su esposa -la periodista Vera Hrabánková- se mudan a París donde durante sus primeros meses de estadía, suceden tres eventos trascendentales: se vuelve el titular del seminario de literatura de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, le retiran la nacionalidad checa y obtiene la francesa de mano del mismísimo François Mitterrand, entonces presidente de Francia. 

A partir de ahí inicia el que para todos sus estudiosos es el periodo más brillante de Milán Kundera como escritor: aquél en el que creó La Insoportable Levedad Del Ser.

Kundera: el amante de lo que ignoramos

Contra su propio voluntad, Milán Kundera era un intelectual como efecto de esas cosas que uno no busca pero le adjudican por su figura mediática y artística. Se deslindó de responsabilidades que -según él-  envenenan el alma con pretensiones y deseos banales fundamentados en el mundo de las ideas: la ignorancia, el desconocimiento de lo que nos conviene y, por lo tanto, de lo que somos.

‘’No me siento cómodo en el papel de disidente. No me gusta supeditar el Arte a los intereses de la Política y las ideologías. Los conceptos de escritor disidente o contestatario suponen que nuestras obras también son tesis… Planteamientos discursivos al servicio de alguien más y sus ambiciones de poder’’. 

Su interés estaba en la estética, en la belleza y los alcances del lenguaje a nivel emocional. 

Es por eso que cuando fue elegido para publicar su catálogo en La Pléiade, para la colección de clásicos de Gallimard -un reconocimiento que para muchos es igual o más relevante que ganar el Nóbel de Literatura- decidió omitir todos sus títulos y manuscritos de su trayectoria en el Partido Comunidsta y Checoslovaquia en general. 

Entonces, en el afán de centrar todos los focos en sus libros y no en el impacto de su rostro, 1984 decidió no volver a dar entrevistas, consigna que respetó hasta el último día de su vida; sin embargo, no era un paria ni un personaje enigmático: era común verlo caminar en Lutetia, la calle Cherche-Midi y el Jardín de Luxemburgo; mientras que sus comidas entre amigos alcanzaron cierto nivel de fama. 

Monika Zgustova, su traductora al catalán y al español durante 40 años cuenta que no respondía al carácter común entre los sobrevivientes al conflicto de la otrora Chequia. 

‘’Era bromista, de humor ligero con sus más cercanos. Por eso asumo que no tuvo hijos: quiso dirigir todo su cariño a la familia que él podía elegir’’. 

Por eso hay quienes dicen que, con todo y lo controversial de su obra, su personalidad estaba más cercana a la de los grandes nombres del Boom Latinoamericano que a hijos de la Segunda Guerra Mundial en Europa del este. 

Kundera falleció este marte a causa de una serie de complicaciones en los sistemas básicos que arrastró durante casi un lustro. Presa del olvido, su esposa -que aún vive- y sus amigos frecuentes señalan que ya solo se acordaba de sus días en Chequia, lo que nos hace pensar que aún a la distancia y entre negaciones, siempre el amor al que jamás pudo volver. 

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Tomado de https://warp.la/