Por ALEJANDRO PALMA
En México, el fenómeno de los narcocorridos —canciones que narran las hazañas de narcotraficantes y que muchos consideran apología del delito— se ha convertido en uno de los temas culturales más controvertidos de los últimos años. Aunque estas canciones gozan de una enorme popularidad entre ciertos sectores, también enfrentan un rechazo social creciente que ha abierto un debate profundo sobre libertad de expresión, censura, violencia y cultura popular.
🎵 Raíces culturales y éxito comercial
Los narcocorridos nacen como una derivación del corrido tradicional mexicano, que históricamente relataba historias de amor, hazañas heroicas o tragedias sociales. Sin embargo, en el contexto actual, estas canciones narran los movimientos de los cárteles, los enfrentamientos con las autoridades y las vidas de capos famosos, como El Mencho del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Artistas como Natanael Cano, Fuerza Regida y Junior H han catapultado esta música al estrellato, convirtiéndola en fenómeno global, especialmente entre los jóvenes, gracias a plataformas digitales como TikTok, Spotify e Instagram. Incluso los subgéneros modernos, como los corridos tumbados, fusionan rap y música regional, logrando amplias audiencias.
⚖️ El rechazo institucional y las medidas locales
Aunque a nivel federal no existe una prohibición oficial, el rechazo institucional ha crecido. Bajo la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum, el gobierno ha optado por no prohibir los narcocorridos, pero sí ha expresado preocupación por su potencial para glorificar la violencia. Como respuesta, se han impulsado festivales como México Canta, que promueven música regional mexicana sin vínculos con el narcotráfico.
A nivel estatal, las restricciones han sido más severas: estados como Michoacán y Guanajuato han prohibido la interpretación de narcocorridos en eventos públicos, aplicando multas y cancelaciones de conciertos. En Jalisco, la Fiscalía ha iniciado procesos legales por apología del delito contra grupos como Los Alegres del Barranco por usar imágenes de capos en sus presentaciones.
📊 Opinión pública dividida
La sociedad mexicana está polarizada. Por un lado, sectores populares, especialmente en zonas empobrecidas o afectadas por el crimen organizado, ven en los narcocorridos una forma de resistencia cultural y una narrativa alternativa frente a un Estado que perciben ausente. Para algunos jóvenes, estas canciones representan solo entretenimiento, moda o una estética aspiracional.
Por otro lado, familias, académicos, activistas y líderes sociales advierten que los narcocorridos normalizan la violencia, glorifican la criminalidad y ofrecen modelos negativos para las nuevas generaciones. Encuestas recientes indican que una mayoría de la población estaría dispuesta a apoyar restricciones e incluso prohibiciones, preocupados por la influencia en los adolescentes y la posible conexión entre consumo musical y percepción negativa de las vías lícitas de superación social.
🧠 Entre la censura y la libertad de expresión
El debate no es sencillo. Algunos artistas —como Los Tigres del Norte— han considerado dejar de usar el término “corrido” para evitar conflictos legales, mientras otros defienden el género como un reflejo legítimo de la realidad mexicana. Críticos de la censura sostienen que prohibir las canciones es atacar el síntoma, no la causa, y que el verdadero problema radica en la desigualdad, la falta de oportunidades y la penetración del crimen organizado.
🚨 Conclusión: un espejo social incómodo
Los narcocorridos son, al mismo tiempo, un producto cultural exitoso y un espejo incómodo de la violencia, la corrupción y la desigualdad que marcan la historia reciente de México. Si bien existe un rechazo social parcial y creciente, no se trata de un rechazo homogéneo ni mayoritario: la popularidad del género sigue firme entre millones de personas, especialmente los jóvenes.
El desafío para México no es solo regular contenidos musicales, sino generar un debate profundo sobre los valores sociales que se están promoviendo, las causas estructurales de la violencia y el papel que juega la cultura popular en una sociedad marcada por décadas de narcoviolencia.
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