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(23 DE MAYO, 2022) Por J. Jesús Esquivel. 

Maña, Edomex

Washington – Reportear y recorrer pueblos y ciudades de la frontera norte del país es sinónimo de enterarse de las andanzas del crimen organizado y del narcotráfico. Ahora, y muy lamentablemente por el incontenible deterioro de la seguridad en casi todas partes de México, visitar cualquier entidad implica conocer detalles sobre extorsiones, levantones, asesinatos y robos bajo una total impunidad por corrupción. Hace unos días visité mi tierra: el Estado de México. Con alegría visité a mis padres y familiares, me encontré con amigos y conocidos y en todas las conversaciones que sostuve con ellos, como si fuera el verbo en una oración, todos me hablaron de “La Maña”.

Pueblos en donde antes se podía con toda la tranquilidad del mundo, caminar por veredas a cualquier hora del día para admirar bosques o las pocas casas viejas de adobes que quedan y que me siguen fascinando, hoy es una trampa mortal, guarida de delincuentes, tiradero de jóvenes que se drogan con thinner, anfetaminas baratas y pegamentos.

“Al gobernador (priista) Alfredo del Mazo no le interesa el tema de la seguridad en el Estado”, me contó un grupo de camioneros mexiquenses dedicados al transporte comercial y sobre todo de arena, grava y piedra.

“La Maña está por todos lados”, se lamentaron ante mí urgiéndome a que lo denunciara porque en algunos lugares aledaños a la ciudad de Toluca, la capital del Edomex, la situación es catastrófica.

Los que integran a La Maña son delincuentes desmembrados de agrupaciones dedicadas al narcotráfico en Guerrero y Michoacán. Cuando mataron o capturaron a los cabecillas de esas agrupaciones, los soldados de la maldad decidieron llegar a pueblos para extorsionar por medio de las armas a los pequeños negociantes y empresarios. Claro, aprovechando que a Del Mazo no le importa lo que ocurre en el estado que gobierna en materia de seguridad y con la colusión de presidentes municipales y autoridades locales de todas las afiliaciones políticas.

No es ficción, quisiera que esto fuese así. En rancherías y en poblaciones con algunos miles de habitantes ubicados a las faldas del Nevado de Toluca, La Maña expulsó a pobladores, se instaló en sus casas y desde ahí actúan como señores feudales y recaudan “su impuesto”.

Los camioneros me narraron a detalle que a ellos, y sobre todo a quienes tienen más de dos unidades de transporte de carga, La Maña les cobra una cuota semanal. Las autoridades locales no se meten, los municipales se presentan una vez al mes para que La Maña, en plan de patrones, les entregue un pequeño porcentaje de las extorsiones. Ejidos que poseen vastas hectáreas alrededor del Ixtaccíhuatl están siendo arrasados por los tala bosques que, bajo corrupción de las autoridades ejidatarias (y hay denuncias de esto en el estado), bajan por las noches decenas de camiones con troncos de árboles que entregan en aserraderos clandestinos de La Maña.

“Las minas y bosques son de La Maña y lo sabe Del Mazo, pues pobladores y víctimas de esto lo han denunciado ante su gobierno, pero no pasa nada”, dicen los camioneros. Me llevaron al tianguis de algunos pueblos en los alrededores de Toluca para que comprobara que “hasta la distribución del pollo que se vende en los mercados y en expendios formales”, lo distribuye La Maña. Controlan casi todo, el pollero o el camionero que no acepta las condiciones desaparece o le levantan a su hijo, hija o mujer.

“También La Maña está metida con los taxistas”, me aseguraron mis paisanos. Algo que verifiqué y que me parece el extremo de la desfachatez de la falta de atención ciudadana de Del Mazo fue que La Maña obliga a ferreteros de pueblos a vender a cualquier hora de la noche después de las horas de trabajo, sustancias tóxicas para que la juventud se drogue, por eso amanecen tirados en calles y veredas o a las orillas de bosques. De lo que venden los ferreteros, La Maña se lleva una parte. Hay centenares de niños y jóvenes que en motonetas o motocicletas vigilan que por las noches el negocio funcione “al cien”.

Es una lástima que nuestra sociedad siga deteriorándose por la impunidad. Nos ufanamos de hablar de nuestra cultura y de lo poco verde que nos queda en los bosques y, sin embargo, cuando todo empieza a pudrirse, personas como Del Mazo se vuelven ciegas y sordas. ¡Carajo! Ver como autómatas a niños y jóvenes drogados con thinner y otras sustancias químicas le parte el corazón a cualquiera, bueno, menos a Del Mazo que tal vez lo tenga de piedra pómez o de oyamel crecido a espaldas del Nevado de Toluca.


*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.

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