diciembre 2, 2024

Mamá, de mayor, talibán

Había que rendir un sentido homenaje al pueblo afgano, o por lo menos a parte de él. Sí, a esa parte que no nos gusta mucho, que tiene por costumbre humillar a las mujeres o degollar a quien no opina como ellos. Deben ser chicos con mucho valor y, sobre todo, convencidos de lo que hacen porque, además, llevan haciéndolo hace mucho tiempo y se ve que no tienen intenciones de cejar en el empeño.

Alexander the Great and Roxana, a 1756 painting by Pietro Rotari.

Pero ¡qué buena vida la talibana! Con una kalashnikov al hombro, una buena cartuchera como cinturón o cruzado mágico sobre el pecho, una daga como de gurka al cinto, un turbante largo, hermoso y multiuso en la testa, un blusón todoterreno que vale como uniforme de guerra o como traje de etiqueta para las grandes ocasiones y unas buenas botas militares incautadas al último enemigo muerto. ¡Qué barato me salen estos talibas, oiga! Ah, eso sí, ipad de última generación incautado a otro último enemigo muerto. Mucho más fácil que ir al bazar y molestarse en robarlo a punta de fusil.

Bueno, pues con todo eso, un buen té y alguna hierbecita aromática o similar en el cuerpo, a patrullar campos y ciudades con aire de perdonavidas y la convicción absoluta, no solo de estar en posesión de razón y verdad, sino de que Dios, el único, el altísimo, está conmigo, contigo, con todos nosotros, talibas hermanos.

Procuro no ver las noticias para que no me dé un desparrame celebral y me quede en el sitio, pero, claro, ante tanto infundio a veces se me va el ojo a la pantalla y veo u oigo cosas que le empujan a uno a tener cierta simpatía por estos montagnard, que dirían los franceses, palabra que tiene la ventaja de denominar a la gente por el lugar en el que habita o deambula, en vez de denominarla por la negrura de su alma o el coeficiente de inteligencia emocional.

Oigo decir que a las cancillerías occidentales les ha pillado por sorpresa la blitzkrieg talibana que les ha llevado a tomar Kabul antes de que los cancilleres apurasen el penúltimo whisky. Pero, señores míos, ¿no habían oído ustedes que los EEUU habían recomendado a sus ciudadanos abandonar el país a toda prisa? ¿O es que pensaban ofrecerles un té de bienvenida a la espera de que las fuerzas revolucionarias/reaccionarias les organizasen unos chárter low cost de vuelta a casa?

Veo a las multitudes correr prácticamente bajo las ruedas de un avión a punto de despegar y a dos caer con el avión ya en pleno vuelo e imagino el grado de desesperación, miedo y terror al que puede llegar el alma humana. ¿Qué hacían ustedes, señores funcionarios de las cancillerías occidentales mientras los talibanes recuperaban día tras día ciudades afganas hasta llegar en un plisplás a la puerta de sus domicilios? ¿Qué han hecho ustedes durante los últimos 20 años de ocupación por las fuerzas de la coalición internacional comandadas, as usual, por los pretorianos del Pentágono? 

Sí, ya sé que han construido alguna carretera, quizá algún hospital o centro de atención primaria y muchas escuelas para niñas y mujeres, por lo común tan maltratadas por los talibas. No es una broma. El mundo femenino rememora lo que fue el gobierno talibán de hace 20 años y es como para echarse a temblar. También las piedras se echan a temblar.

Uno de los ejercicios de propaganda de la primera época taliba fue, sin lugar a duda, la destrucción de los budas de Bamiyán a golpe de misil y morterazo. Todos recordamos la sonrisa de los ejecutores en plan selfi mientras disparaban a la Historia como si estuviesen en la verbena del pim, pam, pum. No hay que preocuparse porque la UNESCO, japoneses y alemanes decidieron recomponer los budas con areniscas, plastilina y rayos láser. Y allí siguen, viendo pasar el tiempo. No hay que preocuparse tampoco mucho porque los hermanos talibas volverán a la verbena de Bamiyán. ¿O no? Han dicho que se iban a enmendar, que no comprenden por qué la gente, o las piedras, les tiene miedo. Han dicho que van a proclamar una amnistía general y que nadie debe preocuparse. ¿Incluirá eso a los renovados budas? Incluso han dicho que habrá mujeres en su gobierno. ¡Qué gran avance, Señor! Veremos a la ministra afgana de Igualdad emitiendo desde la tv local consejos a las mujeres para poder bañarse cómodamente con burka.

Estos chicos, la verdad, es que merecen un homenaje. Toda la vida en guerra y toda la vida ganando guerras. Que se lo digan a los británicos y soviéticos. Y que se lo digan a la OTAN y a la coalición internacional que durante 20 años no ha hecho más que el ridículo, incomprendiéndolo todo.

¿Las cancillerías occidentales? Que pregunten a alguno de esos cancilleres si sabe algo sobre el país. Si entiende algo sobre el mosaico de pueblos, tribus y lenguas del pueblo afgano, suponiendo que exista tal pueblo. Que les pregunten a esas cancillerías si hay alguien que sepa explicar cómo en cuatro días se ha venido abajo un simulacro de estado viable, que les pregunten si sabían dónde estaban los talibas mientras ellos hacían escuelas para las niñas.

Con frecuencia, y no es ahora por la vergonzosa derrota, me he preguntado qué habrían hecho tipos como Alejandro, César, Trajano o el mismísimo Napoleón si se hubiesen encontrado al frente de una coalición de tropas. Bueno, Alejandro, al menos, ya hizo algo. Después de someter al país, conquistó su fortaleza refugio, la roca Sogdiana, y se llevó, en matrimonio, eso sí, a Roxana, la bellísima princesa de lo que entonces se llamaba Bactria, el actual norte de Afganistán.  

Sí, hay que dar una medalla a estos chicos, porque su ferocidad bien vale una sonrisa. Defienden su territorio mejor que nadie, intoleran mejor que nadie, matan más que nadie… Además, se levantan todos los días con una idea fija entre las piernas, una sola: odio eterno a los romanos.

Yo creo que esto les viene de lejos. Como poco desde el colonialismo inglés del S. XIX. Representamos lo peor. Somos el diablo. Están tan contentos de haber ganado la guerra y de ver cómo abandonamos el país como ratas atemorizadas. ¡Ay, pobres cancillerías occidentales! Nos van a ganar también la próxima guerra, pero esta vez en nuestra casa. Tengo miedo.

¡Mamá, de mayor, quiero ser talibán!

Arturo Lorenzo.
Madrid, agosto de 2021

Tomado de https://losamigosdecervantes.com/