Los socialistas y la cuestión nacional en Ucrania, ayer y hoy

Los socialistas y la cuestión nacional en Ucrania, ayer y hoy

Tomado de https://vientosur.info/


Es habitual en la izquierda oír referirse a Ucrania como un «Estado neonazi» o una «nación de reaccionarios», empeñada en oprimir a los rusoparlantes y las ideas de izquierda. En realidad, la antigua república soviética tiene una rica tradición de pensadores socialistas y progresistas que contribuyeron a forjar la conciencia nacional ucraniana.

Andriy Movchán es un ucraniano de izquierdas y antiguo activista de varias organizaciones de izquierda en Ucrania. Actualmente vive en Cataluña, donde se dedica a cuestiones relacionadas con el activismo mediático, el arte y el periodismo.

En esta amplia conversación con Victor Osprey para LINKS International Journal of Socialist Renewal, Movchán explora la influencia de los pensadores progresistas y de la Unión Soviética en la conciencia nacional ucraniana, los tensos debates entre los bolcheviques sobre la independencia de Ucrania, cómo la historia del chovinismo gran ruso nos ayuda a comprender la guerra actual y la espinosa cuestión de la discriminación lingüística.

La segunda parte de esta entrevista aborda la situación actual del conflicto entre Rusia y Ucrania, el papel de la extrema derecha en ambos países y los retos a los que se enfrentan las fuerzas de izquierda ucranianas para construir la solidaridad con sus luchas a nivel internacional.

¿Podría empezar explicando por qué se marchó de Ucrania en 2014?

Mi biografía es interesante porque empecé mi activismo político como nacionalista ucraniano de derecha. La discriminación lingüística contribuyó a mi radicalización. Sin embargo, reconduje mis opiniones hacia el socialismo. A mis antiguos compañeros de derecha radical no les gustó esto; fui atacado repetidamente en la calle por estos radicales. Al final, esto es lo que me hizo abandonar Ucrania.

En el exilio, me instalé en Madrid. Durante el primer año y medio viví allí ilegalmente, sin documentos, sin dinero, casi sin amigos y sin conocimientos de idiomas extranjeros. Más tarde, se me concedió oficialmente el asilo político y me trasladé a Barcelona, donde vivo ahora.

¿Puede explicar la influencia de los pensadores progresistas y socialistas en el surgimiento de una conciencia nacional ucraniana en el siglo XIX y principios del XX, desde el paneslavismo democrático del escritor y poeta ucraniano Tarás Shevchenko hasta el anarcosocialista Myjailo Drahomanov, pasando por figuras como la traductora al ucraniano del Manifiesto Comunista, Lesya Ukrainka?

Cuando iba al colegio en la década de 1990, nos enseñaban a todas estas figuras históricas como clásicos de la literatura ucraniana y luchadores por la independencia de Ucrania. Pero se silenciaban sus opiniones políticas, profundamente arraigadas en las tradiciones socialistas y democráticas. Mucho más tarde, cuando me interesé por las ideas de izquierda, descubrí que Ukrainka e Iván Frankó [poeta y escritor ucraniano] eran socialistas fervientes.

La ideología de la clase dominante en la Ucrania moderna intenta evitar hablar de estos aspectos de nuestra historia. Sin embargo, los padres fundadores de la nación ucraniana moderna eran, en su mayoría, partidarios de las ideas igualitarias.

Paradójicamente, presentar a los ucranianos como una «nación de reaccionarios» cuya «mentalidad se opone a las ideas del socialismo» beneficia tanto a la burguesía ucraniana como a los «tankies» occidentales [que apoyan al presidente ruso Vladimir Putin y su invasión de Ucrania]. Sin embargo, un análisis detallado de la historia de Ucrania nos permite afirmar exactamente lo contrario: las ideas de liberación nacional y social del pueblo ucraniano siempre han estado indisolublemente unidas.

¿Cómo era la relación entre los socialistas ucranianos y rusos en la época del imperio zarista? ¿Había mucha cooperación?

Los socialistas ucranianos y rusos de la época cooperaron estrechamente, ya que compartían un enemigo común: la autocracia zarista. Los ucranianos comprendían que los cambios políticos en Ucrania, que estaba bajo el dominio zarista, serían difíciles de implementar sin cambios en la propia Rusia. Del mismo modo, los revolucionarios rusos se dieron cuenta de que los pueblos oprimidos por el imperio ruso eran un poderoso recurso revolucionario.

Sin embargo, estas relaciones no fueron fáciles. En particular, cuando se trataba de la cuestión de la secesión de Ucrania. En este contexto, resulta interesante el debate entre el socialista ucraniano Lev Yurkevych y Vladímir Lenin. Yurkevych sugería que los ucranianos debían centrarse en su propia lucha nacional, mientras que Lenin apelaba a una estrecha cooperación, sin la cual no se podría ganar la lucha contra el zarismo.

En ese debate, Lenin dijo: «Dada la acción unida de los proletarios granrusos y ucranianos, una Ucrania libre es posible; sin esa unidad, es imposible». Esta cita fue inscrita en el pedestal del monumento que se le dedicó en Kyiv. Sin embargo, hay que señalar que cuando las autoridades soviéticas decidieron decorar el pedestal de Kyiv con esta cita en la década de 1950, había adquirido un significado completamente diferente.

Sacada de contexto, se había incorporado al gran chovinismo ruso rehabilitado por Iósif Stalin. Su nueva interpretación era que solo bajo el dominio de la Moscú soviética el pueblo ucraniano podría ser «libre», mientras que cualquier sueño de independencia política de Moscú solo perjudicaría a los ucranianos.

Es importante señalar que esta frase leninista ha cobrado nueva relevancia en el contexto de la guerra. Es extremadamente difícil para Ucrania defenderse de la invasión de un enemigo mucho más fuerte: la Rusia neozarista. La única posibilidad de que la guerra termine de forma justa no es la victoria en el campo de batalla, sino un cambio político en la propia Rusia. Por lo tanto, la cooperación con la oposición rusa y con los movimientos antibélicos y revolucionarios rusos debería ser una prioridad para los ucranianos. Al fin y al cabo, tenemos un enemigo común: el régimen de Putin.

Sin embargo, la lógica del nacionalismo de las élites ucranianas impide esa cooperación internacional. Por otra parte, la debilidad de la oposición rusa bajo la dictadura de Putin y la actitud arrogante de gran parte de la izquierda rusa hacia Ucrania tampoco son alentadoras.

Aunque los escritos de Lenin antes y después de la revolución de 1917 defendían claramente la autodeterminación y los derechos nacionales ucranianos frente al chovinismo ruso, estos fueron sacrificados en ocasiones en aras de la extracción de recursos, especialmente durante la guerra civil. Otros bolcheviques sostenían una visión más luxemburguista [en referencia a Rosa Luxemburgo], que consideraba las reivindicaciones específicamente nacionales como irrelevantes o reaccionarias.

Finalmente, un partido socialista radical de Ucrania, los borotbistas, se fusionó con los bolcheviques ucranianos, organizados en el Partido Comunista (Bolchevique) de Ucrania en 1921. La política bolchevique pasó entonces a ser la de la «ucranización», que promovía la lengua y la cultura ucranianas, lo que condujo a un renacimiento lingüístico y artístico en la década de 1920. Sin embargo, esto fue abandonado en gran medida bajo Stalin. ¿Cómo entiendes este proceso y cuáles fueron las consecuencias de su abandono?

Los procesos de renacimiento nacional en la década de 1920 y el proceso inverso de rehabilitación del chovinismo ruso en la década de 1930, seguido de la rusificación, son clave para comprender la actual invasión de Rusia. El desconocimiento de la cuestión nacional ucraniana en este periodo crucial entre la izquierda rusa y mundial nos impide comprender el verdadero contexto de la guerra.

Incluso Putin, en su discurso del 21 de febrero de 2022, en el que justificaba ideológicamente la invasión, se refiere a la revolución de 1917 como la «raíz del problema», es decir, la existencia de una Ucrania independiente. Putin siente nostalgia por los días del imperio ruso, cuando Ucrania no existía como entidad política. Acusó a Lenin de haber concedido a los pueblos del imperio el derecho a la autodeterminación, que Ucrania y otras repúblicas ejercieron en 1991.

Lenin fue un político extremadamente progresista para su época y comprendió que la lucha de los pueblos oprimidos por el zarismo era una poderosa fuerza revolucionaria. Al mismo tiempo, como defensor de la construcción del socialismo en el marco de las grandes potencias, no veía con buenos ojos la separación de los pueblos. Aunque proclamaba consignas de autodeterminación, en la práctica se oponía a ellas.

Como resultado, tras la victoria en la Guerra Civil, los bolcheviques encontraron una fórmula intermedia: aunque negaban la independencia a los ucranianos (que se vieron obligados a conceder a Polonia y Finlandia), concedieron a Ucrania una autonomía formal dentro del marco de la Unión Soviética. Al mismo tiempo, pusieron en marcha un proceso de indigenización, que implicaba una discriminación positiva a favor de la lengua y la cultura ucranianas para superar los efectos de la rusificación zarista y hacer comprender a las masas ucranianas que la revolución era su proyecto, no algo ajeno. La indigenización fue acompañada de un auge sin precedentes de la cultura revolucionaria ucraniana. Nunca antes ni después hemos tenido mejores ejemplos de literatura, cine y arte de talla mundial.

Sin embargo, esto no duró mucho. En 1932, con el inicio de la colectivización, Stalin dio un giro de 180 grados a esta política. Si antes se consideraba que el chovinismo ruso era el principal enemigo, ahora se proclamaba que el principal enemigo era el «nacionalismo burgués ucraniano». Se cerraron las escuelas y revistas ucranianas y se asesinó a cientos de los mejores representantes de la intelectualidad revolucionaria ucraniana, lo que más tarde se denominaría como «el Renacimiento ejecutado». La cultura ucraniana quedó relegada a un lugar formal y decorativo. A esto siguió la rusificación e incluso la rehabilitación del chovinismo imperial ruso a finales de la década de 1930.

Debido a los procesos de asimilación al final de la era soviética, la lengua ucraniana se encontraba en un estado muy deficiente. Las grandes ciudades de Ucrania (excepto en las regiones occidentales) se volvieron casi totalmente rusoparlantes. Los intentos de los disidentes de criticar esta situación fueron reprimidos. La asimilación lingüística y el hecho de que Ucrania siguiera estando gobernada de facto por Moscú durante la era soviética hicieron que muchas personas de Moscú o Leningrado creyeran que Ucrania era parte de Rusia y que su independencia era un error desafortunado. Putin es uno de ellos.

¿Cuál era la condición social de quienes solo hablaban ucraniano o principalmente ucraniano en la Ucrania soviética, en comparación con los rusoparlantes? ¿Era una barrera para la movilidad social o un signo de «atraso» y de proceder de un entorno rural donde se hablaba más el ucraniano?

La situación real de los hablantes de ucraniano en la República Socialista Soviética de Ucrania (RSS) es muy importante para comprender el contexto de la guerra. Es una lástima que muy poca gente conozca este tema.

Tras el abandono de la política de indigenización a principios de la década de 1930, la situación de la lengua ucraniana se deterioró considerablemente. El número de escuelas ucranianas disminuyó gradualmente y la proporción de libros y revistas en ucraniano se redujo. El ruso dominaba la educación superior, la ciencia y la cultura popular. En la década de 1970, la rusificación deliberada alcanzó proporciones catastróficas.

Lo peor de todo era que el ucraniano tenía fama de ser una lengua rural. En las grandes ciudades, los hablantes de ucraniano eran considerados «campesinos sucios», «atrasados» y «agricultores colectivos«. Se creía que las personas cultas, educadas y progresistas debían hablar ruso. El acoso cotidiano a los hablantes de ucraniano en lugares públicos (colas, transporte público, lugares de trabajo) era extremadamente común. Para los niños y jóvenes, era simplemente imposible hablar ucraniano sin enfrentarse al ridículo y la exclusión social en ciudades como Kyiv, Donetsk, Járkiv, Odesa o Dnipró. Los aldeanos que llegaban a las ciudades (y más aún sus hijos) desarrollaban un complejo de inferioridad y preferían pasarse al ruso.

El Estado dejó un cierto nicho para la lengua ucraniana: la literatura oficial, parte del cine, las facultades de filología y algunos medios de comunicación y canales de televisión. Pero, en un contexto de declive total del prestigio de la lengua ucraniana, la sociedad ya no tomaba en serio estos ámbitos. Al mismo tiempo, cualquier intento de cuestionar el estatus de la lengua ucraniana por parte de intelectuales y disidentes era considerado por el Estado como «nacionalismo ucraniano» y castigado con represión. Durante la era de Leonid Brezhnev, hubo varias campañas para combatir el «nacionalismo». Mientras tanto, las manifestaciones de chovinismo ruso no eran castigadas en absoluto.

La situación de desigualdad lingüística persistió incluso después de que Ucrania obtuviera la independencia. Durante mi infancia y adolescencia en Kyiv, no había ni una sola persona en mi entorno que hablara ucraniano como lengua materna. Los hablantes de ucraniano eran acosados. Cuando tenía 18 años, cambié deliberadamente del ruso al ucraniano, en protesta contra la discriminación. Incluso mis amigos se reían en mi cara y me llamaban «koljósnik» [campesino colectivo]. Fue un reto interesante. Para cientos de personas a mi alrededor, yo era la primera persona que demostraba que no era una vergüenza hablar ucraniano.

A pesar de la existencia de publicaciones y escuelas de ucraniano, la lengua quedó relegada a un segundo plano, lo que iba en contra de la promoción oficial del «bilingüismo» y la plena igualdad de los pueblos en la Unión Soviética. ¿Se consideraba «nacionalistas» a quienes se pronunciaban a favor de una mayor promoción de la lengua y la cultura ucranianas en forma de revistas, libros y películas —muchos de ellos comunistas, como el crítico literario ucraniano Iván Dziuba—, en contraposición a la suposición automática de que leer y hablar la lingua franca de la Unión Soviética, el ruso, era «internacionalista»?

Iván Dziuba, en su obra ¿Internacionalismo o rusificación?, abordó con bastante acierto la situación de la lengua ucraniana y defendió una perspectiva leninista. Formalmente, la lengua ucraniana en la época postestalinista tenía el mismo estatus que el ruso. Sin embargo, desde el punto de vista del marxismo, la práctica es el criterio de la verdad. ¿Podía una persona que hablaba ucraniano esperar ser tratada de la misma manera y ascender de la misma manera en la escala social que los rusoparlantes? Por supuesto que no.

Además, la discriminación institucional (como la que sufren los rusoparlantes en la Ucrania independiente) puede ser más visible que la discriminación cotidiana, pero la discriminación cotidiana normalizada —el acoso— es mucho más dolorosa socialmente. Si una persona corre el riesgo de ser objeto de comentarios humillantes todos los días, de que la llamen «koljósnik» o de que le pidan que «hable un idioma normal», es igual o más doloroso. Especialmente cuando no hay forma de defenderse.

Esta discriminación no solo puede quebrantar a las personas y obligarlas a asimilarse, sino también radicalizarlas. Por ejemplo, el disidente [poeta ucraniano] Vasyl Stus tomó la decisión de luchar por los derechos lingüísticos después de ser humillado por hablar ucraniano en la cola de un comedor en Donetsk. La situación se agravó por el hecho de que el partido consideraba que la defensa de la lengua ucraniana era un nacionalismo peligroso. Si alguien como Dziuba u otros disidentes comenzaron sus críticas como comunistas comprometidos, la represión del partido los dejó desilusionados con las ideas socialistas.

¿Se consideraba a los rusos, oficialmente o no, como el «pueblo líder» de la Unión Soviética y la encarnación y los líderes «legítimos» de las aspiraciones progresistas paneslavas, aunque fuera bajo una apariencia formalmente comunista?

A finales de la década de 1930, la doctrina de Stalin estableció oficialmente una jerarquía de naciones en la Unión Soviética, en la que los rusos desempeñaban un papel protagonista. Se argumentaba que los rusos habían llevado a cabo la revolución, liderando al resto de naciones. Además, los ideólogos de Stalin comenzaron a presentar a la Unión Soviética como la heredera de la milenaria soberanía de Rusia.

Las bases del mito nacional ruso y del nacionalismo ruso como ideología de masas se sentaron en la década de 1930. Incluso el himno de la Unión Soviética, escrito en 1943 por Serguéi Mijalkov, comienza con las palabras: «Unión irrompible de repúblicas libres que la Gran Rusia ha unido por los siglos«. ¿Qué tienen que ver estas palabras con el internacionalismo?

Stalin se apoyó en el nacionalismo ruso para facilitar la movilización patriótica de las masas en caso de guerra. Las ideas del internacionalismo eran demasiado complejas para proporcionar ese potencial de movilización, así que los estalinistas decidieron apostar por la creencia en la exclusividad y superioridad nacional. Este es un detalle muy importante que a menudo malinterpreta la izquierda occidental. En casi todas las guerras de independencia, el nacionalismo es una fuerza motriz decisiva. La Segunda Guerra Mundial fue ganada por el Ejército Rojo, no bajo las consignas de una revolución mundial, sino de la defensa de la patria rusa. «No luchamos por el comunismo, sino por Rusia», confesaron los participantes en la guerra.

¿Es de extrañar entonces que el nacionalismo se esté convirtiendo también en un motor de la defensa de Ucrania? Es absolutamente natural.

¿Puede hablar de la actual política lingüística del Estado ucraniano? ¿Se discrimina a los hablantes de ruso o surzhyk [pidgin ucraniano-ruso]?

A lo largo de la existencia de la Ucrania independiente, tanto el ruso como el ucraniano han sido objeto de discriminación. El ruso fue objeto de discriminación institucional porque no era la lengua oficial. Sin embargo, en la práctica, el ruso siguió siendo dominante durante mucho tiempo incluso en instituciones como la televisión nacional y las escuelas de las regiones del sudeste, mientras que el ucraniano era objeto de discriminación en la vida cotidiana de las grandes ciudades y las regiones de habla rusa.

En 2022 se produjo un enorme auge del patriotismo. Muchas personas de habla rusa se alistaron en el ejército para defender el país, y aún más personas pasaron a hablar ucraniano en la vida civil. Parecía que la solidaridad estaba uniendo al país después de mucho tiempo. Sin embargo, lamentablemente, la política lingüística del Estado ha comenzado a radicalizarse. La discriminación contra el uso del ruso en el espacio público se ha vuelto más frecuente. Ha surgido una discriminación cotidiana contra el idioma ruso, que antes era poco frecuente.

Sin embargo, las conversaciones de los tankies sobre la represión del idioma ruso o su prohibición son ficción. Ciudades como Járkiv, Zaporiya e incluso Kyiv siguen siendo predominantemente rusoparlantes. Esos ciudadanos rusoparlantes están bajo el ataque constante de los misiles de Putin, por lo que odian sinceramente a los «libertadores» del norte.

¿Podría analizar algunas de las opiniones de la izquierda internacional sobre Ucrania y su suposición de que las regiones de habla rusa implican automáticamente un sentimiento prorruso? Járkiv, por ejemplo, es una ciudad donde la mayoría de la población habla ruso y la gran mayoría se opone a la invasión rusa…

Járkiv es un excelente ejemplo de que la población de habla rusa, que es la mayoría absoluta allí, no está esperando a que Rusia la «libere». Es uno de los centros regionales más afectados por la agresión de Rusia. Se encuentra a 40 kilómetros de la frontera, por lo que los misiles, drones y bombas de aviones rusos bombardean la ciudad casi a diario. Járkiv se ha convertido en un símbolo de la resistencia del pueblo ucraniano, ya que sus habitantes llevan más de tres años reconstruyendo heroicamente su ciudad.

Lo mismo puede decirse de Zaporizhia, Jersón, Odesa, Mykolaiv, Kryvyi Rih, Dnipró: todas ellas tienen una mayoría de rusoparlantes, pero son ucranianos.

¿Cómo de grave es la represión y la rusificación de los ucranianos en las zonas de Ucrania ocupadas por Rusia?

La rusificación y la asimilación de la población en los territorios ocupados es una prioridad para las administraciones de ocupación. Se están eliminando todas las referencias a Ucrania. Se está erradicando la lengua ucraniana. El mero uso de la lengua ucraniana se considera deslealtad hacia los ocupantes. Por ello, se puede despedir a las personas de sus puestos de trabajo, secuestrarlas e incluso torturarlas.

Pero lo más importante es el sistema educativo y el adoctrinamiento de los niños. Todas las escuelas han pasado a impartir clases en ruso. Se lava el cerebro a los alumnos con propaganda chovinista rusa y se les enseña a odiar a Ucrania. Decenas de miles de niños participan en la organización chovinista Yunarmiya (Movimiento Social Patriótico Militar Panruso «Joven Ejército»), donde reciben adoctrinamiento ideológico y entrenamiento militar. Es simplemente terrible: ¡los putinistas están entrenando a niños ucranianos de los territorios ocupados para luchar contra otros ucranianos!

Además, se está llevando a cabo una colonización de los territorios ocupados. Rusia ni siquiera confía en los colaboradores locales que ocupan puestos importantes, por lo que envía en su lugar a profesores, médicos, funcionarios y agentes de seguridad de otras regiones rusas. Existen programas de préstamos e hipotecas favorables para que los rusos se reasienten en los territorios ocupados. A través de la colonización y la asimilación, Rusia está llevando a cabo deliberadamente una limpieza étnica gradual.

¿Existe alguna resistencia ucraniana eficaz en los territorios ocupados?

En cuanto a la resistencia partisana ucraniana, no está muy extendida. Los opositores más activos a la ocupación lograron abandonar esos territorios. Las actividades de los grupos guerrilleros también se ven complicadas por la fuerza de los servicios de seguridad rusos, que descubren fácilmente a estos grupos. Incluso los mandos militares ucranianos han pedido a los ucranianos de los territorios ocupados que no corran riesgos y esperen la liberación. Los guerrilleros actúan principalmente transmitiendo información de inteligencia, enviando coordinados para ataques contra objetivos militares de los ocupantes y cometiendo actos de sabotaje.

Existe un movimiento de mujeres de los territorios ocupados llamado Angry Mavkas [en referencia a una ninfa virtuosa del folclore ucraniano que atrae a los jóvenes a la muerte en el bosque], que recuerda a los ocupantes a través de carteles y grafitis que no son bienvenidos aquí. El movimiento guerrillero tártaro Atesh también opera en Crimea.

Gestionas la página de Socialist Art en Facebook e Instagram. ¿Qué despertó tu interés por el arte socialista histórico? ¿Y cómo relacionas esto con el legado contradictorio de la Unión Soviética, especialmente en Ucrania?

Desde hace mucho tiempo me interesa el legado estético de los movimientos revolucionarios y los regímenes socialistas. En Ucrania, escribí mucho sobre arte como crítico de arte y leí sobre historia del arte. A veces publicaba ejemplos de arte soviético en mi página de Facebook.

Más tarde, tuve la oportunidad de gestionar la página de Socialist Art y descubrí que tenía decenas de miles de seguidores de todo el mundo con un gran interés por aprender sobre este arte. Mis conocimientos podían satisfacer esta demanda. La página Socialist Art ganó mucha popularidad. Tenía miles de seguidores de diferentes países: India, Brasil, Estados Unidos, Alemania, Turquía, Gran Bretaña, México. La mayoría eran de Calcuta, Bengala Occidental, considerada el «estado rojo» de la India.

Sin embargo, en algún momento perdí el entusiasmo. Las obras de arte más interesantes, como la vanguardia soviética de los años veinte, no ganaban popularidad. Al mismo tiempo, imágenes primitivas y reconocibles de propaganda, como la hoz y el martillo o los retratos de líderes, obtenían instantáneamente miles de «me gusta» y reposts.

Me entristeció aún más descubrir que cientos de miles de activistas de izquierda de todo el mundo que aman el arte soviético apoyaban con absoluta sinceridad la agresión de Rusia contra Ucrania. Para convencer a mis seguidores de lo contrario, intenté promover el arte del periodo de indigenización de la década de 1920, la vanguardia reprimida por Stalin y el arte ruso contra la guerra. Sin embargo, estos esfuerzos fueron en vano.

Si una persona está convencida de que cualquier agresor que se oponga a Occidente tiene derecho a invadir y ocupar otros países, eso no es socialismo. Eso es campismo [que ve el mundo simplemente dividido en un bando proimperialista estadounidense y otro antiimperialista estadounidense, y apoya automáticamente a cualquier fuerza del segundo bando]. Es una creencia religiosa y ningún arte puede ayudar.

31/5/2025

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