Los Canetti: de Viena al inicio de la guerra

“Veza Canetti escribe: En cuanto a mi vida con él, debo decir, para no utilizar la comparación con Escila y Caribdis, que lo mío es un venir entre la locura y el suicidio. La permanente consideración que tengo para con sus...

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

Galaxia Gutenberg ha publicado un libro excepcional: Cartas a Georg: amor, literatura y exilio en tiempos oscuros (1933-1948), de Veza y Elías Canetti.

Elías Canetti, futuro premio Nobel de Literatura y su mujer Venetiana Calderón –Veza, le escribieron muchas cartas a Georg, el hermano menor de Canetti, médico afectado por tuberculosis. En estas cartas se muestra un intrincado trío amoroso —¿qué trío no lo es?— y se muestran facetas sorpresivas de la personalidad de Veza y de Elías. 

Elías se negó siempre de manera rotunda a ganar dinero de otra forma que no fuera la literatura. A lo más, ejerció como corrector creativo de novelas baratas. Estaba convencido de su genio, y sinceramente creía que su hermano Georg debía suministrarle el dinero que Veza y él necesitaban para comer y pagar el alquiler, lo que él hacía con trabajos y a regañadientes. Mientras, el otro hermano se negaba rotundamente, alegando que él no era responsable de Elías, que debía hacer lo que fuera necesario para solventar sus gastos. 

Tratemos de desenredar la madeja. La relación de Veza y Elías se convirtió en una simbiosis, en la cual ella aceptó que él estuviera enamorado de otras ––en esos años Anna Mahler—, porque había engordado, se sentía fea y se fue metamorfoseando en la mamá de él. Siempre tuvo una confianza ilimitada en su talento. Dos días antes de morir, víctima de una embolia, escribió: “Bendito seas, Canetti. Vive para tus obras. Te adoro. Te doy las gracias, te estoy eternamente agradecida. Veza”. Canetti se dejaba querer, salía con otras mujeres y a veces sentía que Veza era una carga muy pesada, porque no aportaba al sustento. Sin embargo, siempre reconoció que ella lo formó literariamente y fue su soporte literario y moral.

Ahora bien, el hermano Georg era tuberculoso. Dice Veza que eligió esa enfermedad para liberarse de la madre (mujer dominante hasta el estrangulamiento) y encontrar el camino de la medicina para curarse y sanar a los demás. Elías necesitaba a su hermano. El problema es que Veza también lo necesitaba y se enamoró de él. Veza le escribe a Georg, le dice que Elías busca alejarla y se ofrece como asistente del hermano: “No pido ningún sueldo, solamente cine una vez por semana. Y si usted se sienta a mi lado en el cine, no hace falta que pasen la película”.

Los primeros cinco años de esta correspondencia abarcan de 1933 a 1938. En ella vemos cómo Canetti comienza a volverse famoso, gracias a un comentario elogioso de Thomas Mann sobre Auto de Fe: “Estoy sincera y gratamente impresionado por su abigarrada plenitud, su desbordante fantasía y su grandiosidad como obra de creación muy lograda, no exenta de cierta amargura; por su audacia literaria, su tristeza y arrogancia”. 

Auto de Fe lo coloca al nivel de escritores como Joyce, Broch y Proust. De hecho, en 1935 hubo una lectura de la novela en Zurich, a la que asistió el autor de Ulises

Sin embargo, su relación con Veza es más que difícil. Ella le escribe a Georg (16 de agosto de 1937): “En cuanto a mi vida con él, debo decir, para no utilizar la comparación con Escila y Caribdis, que lo mío es un ir y venir entre la locura y el suicidio. La permanente consideración que tengo para con sus caprichos y manías me exige un autodominio muy peligroso. Mi desesperación ante su destino hölderliniano me muestra el suicidio como única salida. Cuándo él está de viaje, me reencuentro a mi misma poco a poco, me siento amplia y radiante y me invade la nostalgia de una vida libre, sana y sin preocupaciones, y quisiera irme lejos, muy lejos de él. Cuando regresa, se apoderan de mí la compasión y una admiración tan grande por su genio y su bondad ilimitada que vuelvo a lo mismo de antes”. 

En este complicado panorama, agregamos una variable ominosa: la persecución nazi a los judíos: Escribe Veza: “Yo no sé qué está permitido, pues en el tranvía no está permitido ir sentado si un ario está de pie” (…) “Donde hay mucha luz, hay mucha sombra”.

Veza y Canetti lograrán salir de la trampa y llegarán a Londres. Sobre este periodo seguiremos en la próxima cita con ustedes, amigos lectores de Morfemacero

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