¿Los árboles hablan bajo tierra Para los científicos, eso está en disputa

Desde Ted Lasso hasta las charlas TED, la teoría de la “red de los bosques” está en todas partes, y algunos científicos sostienen que es exagerada y no está probada.#Sonora #Expresion-Sonora.com Tomado de http://nytimes.com/es/feed...

Justine Karst, micóloga en la Universidad de Alberta, temió que las cosas habían ido demasiado lejos cuando su hijo de octavo grado llegó a casa y le dijo que había aprendido que los árboles podían hablar entre sí a través de redes subterráneas.

Su colega, Jason Hoeksema de la Universidad de Misisipi, tuvo una sensación similar cuando vio un episodio de Ted Lasso en el que un entrenador de fútbol le decía a otro que los árboles del bosque cooperan en vez de competir por los recursos.

Pocos descubrimientos científicos recientes han capturado la imaginación del público como la llamada wood wide web, una red de filamentos fúngicos que conecta a los árboles y se cree que transporta nutrientes e información a través del suelo para ayudar al desarrollo de los bosques. La idea surgió a fines de los años noventa a partir de estudios que demostraron que los azúcares y nutrientes podían fluir bajo la tierra entre los árboles. En unos cuantos bosques, algunos investigadores han rastreado hongos de la raíz de un árbol a la de otros, lo que sugiere que algunos hilos miceliales podrían funcionar como conductos entre los árboles.

Estos hallazgos han puesto en duda la perspectiva convencional de que los bosques son solo una población de árboles: de hecho, los árboles y los hongos desempeñan un papel de la misma importancia en la esfera ecológica, según dicen los científicos. Sin árboles y hongos no existirían los bosques tal y como los conocemos.

Tanto científicos como personas de otros campos han llegado a conclusiones grandiosas y extensas de esta investigación. Consideran que las redes compartidas de hongos están presentes en bosques de todo el mundo, que ayudan a los árboles a comunicarse y, como dijo el entrenador Beard en Ted Lasso, convierten a los bosques en espacios de cooperación, en esencia, donde los árboles y los hongos unen fuerzas para conseguir un propósito común: un contraste drástico con la escena darwiniana usual de competencia entre especies. El concepto se ha difundido en varias noticias en los medios, programas de televisión y libros de los más vendidos, incluido un ganador del Premio Pulitzer. Incluso aparece en Avatar, la película más taquillera de todos los tiempos.

Además, es posible que la teoría comience a influir en lo que sucede en los bosques reales. Por ejemplo, algunos científicos han propuesto gestionar los bosques específicamente para proteger las redes de hongos.

Justine Karst, micóloga de la Universidad de Alberta, durante una visita a Bunchberry Meadows, cerca de Edmonton. Se preocupó cuando su hijo de octavo grado le dijo que los árboles hablan bajo tierra.Todd Korol para The New York Times

El problema es que, además de haber ido ganando fama, la wood wide web también ha inspirado una reacción negativa entre los científicos. En una entrevista reciente en torno a investigaciones publicadas, Karst, Hoeksema y Melanie Jones, bióloga de la Universidad de Columbia Británica, campus Okanagan, descubrieron pocas pruebas de que las redes compartidas de hongos les ayuden a los árboles a comunicarse, intercambiar recursos o desarrollarse. De hecho, el trío aseveró que los científicos no han demostrado que estas redes sean generalizadas ni que desempeñen un papel significativo en los bosques.

Para algunos de sus colegas, es un baldazo de realidad que era necesario. “Creo que es una conversación muy oportuna”, opinó Kabir Peay, micólogo de la Universidad de Stanford, sobre una presentación reciente de Karst. Espera que eso pueda “reorientar el campo”.

Sin embargo, otros sostienen que la wood wide web está bien fundamentada y confían en que habrá otras investigaciones que confirmen muchas de las hipótesis hechas sobre los hongos en los bosques. Colin Averill, micólogo del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich (ETH Zurich), señaló que la evidencia reunida por Karst es impresionante. No obstante, añadió, “la manera en que interpreto la totalidad de esa evidencia es completamente diferente”.

En la mayoría de las raíces de plantas se forman colonias de hongos micorrícicos, lo que constituye una de las simbiosis más generalizadas del planeta. Los hongos recolectan agua y nutrientes del suelo; luego intercambian algunos de estos tesoros con las plantas por azúcares y otras moléculas con contenido de carbono.

David Read, botánico de la Universidad de Sheffield, demostró en un artículo escrito en 1984 que ciertos compuestos etiquetados con una forma radioactiva de carbono podían fluir a través de los hongos entre plantas cultivadas en el laboratorio. Varios años después, Suzanne Simard, quien en ese entonces era una ecóloga del Ministerio de Bosques de Columbia Británica, demostró la transferencia de carbono en dos sentidos en un bosque entre el abeto de Douglas joven y abedules americanos. Cuando Simard y sus colegas pusieron abetos de Douglas bajo la sombra para reducir la fotosíntesis, se disparó la absorción de carbono radioactivo de los árboles, lo que sugiere que el flujo subterráneo de carbono podría impulsar el crecimiento de los árboles jóvenes en el sotobosque que no recibe rayos solares.

Simard y sus colegas publicaron sus resultados en 1997 en la revista Nature, que los puso en la portada y bautizó el descubrimiento con el término wood wide web. Poco después, un grupo de investigadores sénior criticaron el estudio por ciertas fallas metodológicas que causaban confusión en los resultados. Simard respondió a las críticas y, junto con sus colegas, diseñó otros estudios para abordar las fallas.

Con el tiempo se redujeron las críticas y la wood wide web ganó partidarios. El artículo de 1997 de Simard ha sido citado casi mil veces y su charla TED de 2016, llamada How trees talk to each other, tiene más de cinco millones de reproducciones.

En su libro The Hidden Life of Trees, que ha vendido más de dos millones de ejemplares, Peter Wohlleben, un guardabosques alemán, cita la descripción de Simard de los bosques como redes sociales y los hongos micorrícicos como “cables de internet de fibra óptica” que ayudan a los árboles a informarse sobre ciertos peligros, incluidos insectos y sequía.

Escenas de Rowan Oak en Oxford, Misisipi. Los defensores de la teoría de la wood-wide web creen que surgirán más pruebas a su favor. “Si me preguntan si en el futuro demostraremos que los árboles pueden comunicarse, no me sorprendería”, dijo uno de ellosRobert Wayne Lewis para The New York Times

También han aumentado las investigaciones sobre la vida subterránea de los bosques. En 2016, Tamir Klein, experto en ecofisiología de plantas que en ese momento trabajaba en la Universidad de Basilea y que ahora se encuentra en el Instituto Weizmann de Ciencias en Israel, amplió la investigación de Simard a un bosque maduro en Suiza de árboles como píceas, pinos, alerce y haya. Su equipo rastreó isótopos de carbono de un árbol a las raíces de otros árboles cercanos, incluidas especies diferentes, en una parcela experimental del bosque. Los investigadores le atribuyeron la mayoría del movimiento de carbono a los hongos micorrícicos, pero reconocieron que no lo habían demostrado.

Simard, quien ha estado en la Universidad de Columbia Británica desde 2002, ha liderado otros estudios que demuestran que los árboles madre antiguos y de gran talla son núcleos de redes forestales capaces de enviar carbono bajo el suelo a plantas más jóvenes. Su teoría es que los árboles se comunican a través de redes micorrícicas y está en desacuerdo con la idea perdurable de que la competencia entre los árboles es la fuerza dominante que crea los bosques. En su charla TED, se refiere a los árboles como “supercooperadores”.

Pero conforme la wood wide web ha ganado popularidad tanto dentro como fuera de los círculos científicos, se ha multiplicado una reacción de escepticismo. El año pasado, la ecóloga Kathryn Flinn, de la Universidad Baldwin Wallace en Ohio, escribió en Scientific American que Simard y otros expertos exageraron el grado de cooperación entre los árboles en los bosques. Según escribió Flinn, la mayoría de los estudiosos creen que los grupos de organismos cuyos miembros sacrifican sus propios intereses en beneficio de la comunidad casi no evolucionan, y que esto se debe a la poderosa fuerza de la selección natural entre los individuos en competencia.

Más bien, sospecha, lo más probable es que los hongos distribuyan el carbono con base en sus propios intereses, no los de los árboles. “A mí me parece la explicación más sencilla”, señaló en una entrevista.

Jones fue coautora de un artículo publicado en 1997 por Suzanne Simard que dio origen a la idea de la red en el bosque.Jennilee Marigomen para The New York Times

Incluso algunos que apoyaron la idea de las redes compartidas de hongos ya no están tan convencidos de la hipótesis. Jones, una de las colegas con quienes Simard escribió el artículo en 1997, afirma que lamenta que hayan escrito en el artículo que tenían pruebas de que existían conexiones entre los árboles a través de los hongos. De hecho, afirma Jones, no examinaron si los hongos mediaban el flujo de carbono.

Para su reciente revisión bibliográfica, Karst, Hoeksema y Jones reunieron todos los estudios que pudieron encontrar que hablaban sobre la estructura o la función de esas redes subterráneas de hongos. Los investigadores se concentraron en estudios realizados en los bosques, no en experimentos de laboratorio o invernadero.

En una presentación de agosto basada en la revisión durante la conferencia de la Sociedad Internacional de Micorrizas en Pekín, Karst dijo que gran parte de la evidencia empleada para fundamentar la hipótesis de la wood wide web podría tener otras explicaciones. Por ejemplo, en muchos artículos, los científicos se basaron en la premisa de que, si descubrían un hongo particular en varias raíces de árboles o que algunos recursos se movían de un árbol a otros, entonces los árboles debían tener vínculos directos. El problema es que pocos estudios descartaron otras posibles explicaciones, por ejemplo, que los recursos viajaran en parte a través del suelo.

Algunos experimentadores, como Karst y sus colegas, han instalado mallas finas y a veces han añadido zanjas o espacios de aire entre las plántulas para interrumpir las hipotéticas redes de hongos y luego han comprobado si esos cambios alteraban el crecimiento. Pero esas tácticas también reducen la cantidad de tierra de la que una plántula puede recoger directamente los nutrientes o el agua, o alteran la mezcla de hongos que crecen dentro de las mallas, lo que dificulta el aislamiento del efecto de una red fúngica, dijo Karst.

Los investigadores también descubrieron un número creciente de aseveraciones sin fundamento en la literatura científica sobre las conexiones entre árboles y la ayuda posible gracias a redes de hongos. En muchas ocasiones, se citan artículos como el de Klein como prueba de la existencia de redes en los bosques, observaron Karst y sus colegas, sin ninguna mención en los estudios nuevos de las salvedades hechas en el trabajo original.

Karst concluyó en su presentación que “los científicos se han convertido en vectores de afirmaciones sin corroborar”. Subrayó que varios artículos recientes han hablado de la necesidad de cambios en la manera de gestionar los bosques, con base en el concepto de la wood wide web.

Jason Hoeksema, de la Universidad de Misisipi, dijo que una referencia a la wood wide web en Ted Lasso le motivó a desafiar esa idea. Dice que los estudios no demuestran que los árboles se beneficien de las redes de hongosRobert Wayne Lewis para The New York Times

Karst indicó que “es muy probable” que las redes de hongos compartidas sí existan en los bosques. En un estudio de 2012, el equipo de Simard descubrió ADN fúngico idéntico en las raíces de abetos de Douglas cercanos. Entonces, los investigadores tomaron muestras del suelo entre los árboles en rebanadas delgadas y encontraron en cada rebanada los mismos segmentos de ADN repetidos conocidos como “microsatélites”, con lo que confirmaron que los hongos conectan las raíces. Pero ese estudio no examinó qué recursos, en su caso, fluían a través de la red, y son pocos los científicos que han elaborado mapas de las redes de hongos con tal rigor.

Sin embargo, incluso si existen redes de hongos entre los árboles, Karst y sus colegas afirman que las aseveraciones comunes sobre esas redes no son demostrables. Por ejemplo, en muchos estudios, las supuestas redes parecían entorpecer el crecimiento de los árboles o no tener efecto alguno. Nadie ha demostrado que los hongos distribuyan cantidades significativas de recursos entre los árboles de tal forma que los árboles receptores tengan una mejor aptitud física, comentó Hoeksema. Pero casi todos los diálogos sobre la wood wide web, ya sean científicos o populares, la han descrito como beneficiosa para los árboles.

No obstante, otros siguen convencidos de que, con el tiempo, la wood wide web será reivindicada.

Aunque todavía no se sabe bien cuán amplia es la presencia de las redes compartidas de hongos y cuán importantes son para el crecimiento de los árboles, Averill de ETH Zurich hizo notar que el título de la presentación de Karst (¿El deterioro de la wood wide web?) da a entender incorrectamente que el propio concepto tiene problemas. En su lugar, espera que los científicos aprovechen las prometedoras pruebas reunidas hasta ahora y busquen redes en más bosques. De hecho, los miembros del equipo de Karst han generado pruebas que Averill considera de las más convincentes de la wood wide web.

“Está muy claro que, en algunos bosques de ciertos lugares, hay árboles diferentes conectados por los hongos”, dijo.

Klein, del Instituto Weizmann, dijo que su equipo ha puesto su especulación sobre una red en un terreno más firme mediante el uso de secuencias de ADN para mapear los hongos en un estudio de seguimiento de 2020 del mismo bosque suizo y un estudio de laboratorio de 2022 utilizando el suelo del bosque. (Karst y sus colegas dijeron que, en su opinión, incluso esos estudios no mapearon realmente las redes de hongos en un bosque).

Y aunque Klein está de acuerdo en que los científicos todavía tienen que mejorar su comprensión de por qué los árboles y los hongos mueven todo ese carbono, es más optimista que el equipo de Karst en cuanto a que algunas de las afirmaciones más audaces se verán confirmadas.

“Si me preguntan si en el futuro demostraremos que los árboles pueden comunicarse, no me sorprendería”, dijo.

Simard, científica de la Universidad de la Columbia Británica que ha estudiado la wood-wide web, dice que cartografiar las redes de hongos en los bosques es un reto, pero que otros métodos la convencieron de que son comunes.Jennilee Marigomen para The New York Times

Simard aceptó que se han elaborado mapas de pocas redes de hongos en el mundo real con microsatélites de ADN debido a la dificultad de realizar esos estudios. Kevin Beiler, graduado que organizó el trabajo de campo para el estudio de 2012 con Simard, “invirtió cinco años de su vida en hacer mapas de todas estas redes”, puntualizó Simard. “Tarda mucho tiempo”.

A pesar de esos retos, dijo, algunos estudios publicados sobre otros bosques que utilizaron otros métodos la han convencido de que las redes compartidas de hongos son comunes.

“El campo de las redes micorrícicas ha estado abrumado por la necesidad de regresar y volver a hacer estos experimentos”, afirmó Simard. “En cierto momento debes cambiar al siguiente paso”.

Los estudios de campo exhaustivos del tipo que busca Hoeksema serían una carga pesada para la mayoría de los científicos universitarios que trabajan con los plazos típicos de las subvenciones, dijo Simard. “Ninguno de estos estudios puede hacerlo todo a la vez, especialmente cuando se trabaja con estudiantes de posgrado”, dijo. “Hay que ir encajando las piezas”.

Y aunque Simard lleva años pidiendo a los gestores forestales que tengan en cuenta sus descubrimientos, dijo que no tenía conocimiento de ningún bosque gestionado únicamente en función de las redes de hongos. Tampoco Wohlleben.

La nueva crítica es el último estallido de un debate que dura décadas sobre el papel de los hongos en los ecosistemas forestales, dijo Merlin Sheldrake, un micólogo independiente cuyo libro Entangled Life se mencionó en el episodio de Ted Lasso que alarmó a Hoeksema. Los científicos llevan mucho tiempo esforzándose por interpretar las intrigantes pero fragmentarias pruebas del reino subterráneo invisible.

Desde que Karst dio su charla, ella, Hoeksema y Jones han presentado un artículo en una revista revisada por expertos. Y para que no le preocupe que un bosque con menos telarañas pueda parecer un poco monótono, los investigadores sostienen que hay mucha intriga aunque resulte que los árboles no se susurran secretos a través de canales fúngicos subterráneos.

“La historia real es muy interesante sin este relato”, afirma Karst. El bosque “sigue siendo un lugar muy misterioso y maravilloso”.


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