septiembre 14, 2025

Las ciencias sociales son un humanismo | Por Claude Lévi-Strauss



Contrariamente a lo que podría pensarse, la matematización de las ciencias sociales no va en absoluto acompañada de una deshumanización, declara Claude Lévi-Strauss en este documento inédito del 8 de agosto de 1956. La civilización tecnológica no es una civilización aparte. La humanización depende de todos los hombres y de todas las ciencias.


El problema que aquí se plantea no implica en absoluto que las ciencias sociales deban ser reconocidas como un dominio propio, ni que deban ser definidas por características específicas. ¿Merecen las ciencias sociales un lugar aparte, junto a las humanidades, por un lado, y las ciencias naturales, por otro? ¿Ofrecen alguna originalidad real, aparte de -como se ha dicho en broma- no ser más sociales que los demás, y mucho menos científicos? Incluso en Estados Unidos, donde la división tripartita: ciencias humanas, ciencias sociales, ciencias naturales, parecía firmemente establecida desde hace medio siglo, aparecen nuevas categorías.

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Así, las ciencias del comportamiento agrupan los tres órdenes en la medida en que interesan directamente al hombre. Sin embargo, la mejor traducción al francés de las ciencias del comportamiento es: «ciencias de la conducta humana», es decir, volvemos a la distinción bipartita, clásica en Europa desde el Renacimiento: por un lado, las ciencias naturales que se ocupan del mundo objetivo, y por otro, las humanidades que se ocupan del hombre y del mundo en relación con él.

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En el segundo caso, en cambio, el énfasis está en la conciencia: el mero hecho de juzgar un orden malo o imperfecto lo humaniza, ya que la aparición de una crítica es en sí misma un cambio. ¿Cuál es, pues, el rasgo común de las investigaciones agrupadas bajo el nombre de ciencias sociales? Todas tienen que ver con la sociedad y con la mejora del conocimiento de la misma, pero no por las mismas razones.

A veces los problemas son tan específicos que se aíslan de los demás para resolverlos mejor: es el caso del derecho, la ciencia política y la economía. Otras veces, se trata de estudiar fenómenos comunes a todas las formas de vida social, pero llegando a un nivel más profundo: esta es la ambición que comparten la sociología y la psicología social. A veces, por último, queremos integrar en nuestro conocimiento del hombre formas de actividad muy distantes, en el tiempo o en el espacio, y esta investigación se inscribe en la historia y la etnología. Particularidad, profundidad, lejanía: tres formas de resistencia de los hechos sociales, que las disciplinas correspondientes intentan superar en paralelo, pero por medios diferentes.

Es un hecho que varios siglos nos separan de la Edad Media, y varios miles de kilómetros de las sociedades melanesias; es, en cambio, una convención que los sistemas políticos o económicos estén lo suficientemente aislados del resto como para justificar disciplinas separadas. Se ha argumentado legítimamente que esta división arbitraria de los fenómenos sociales conduce a la deshumanización de varias maneras.

Ciencias sociales: ¿una manipulación gratuita de los símbolos?

En primer lugar, podemos preguntarnos si todos los fenómenos sociales gozan del mismo grado de realidad y si algunos de ellos (los que nos ocupan) no son una ilusión, una especie de fantasmagoría colectiva. Se plantea entonces el problema de saber si ciertos niveles son aislables, o si no dependen de otros niveles con los que mantienen relaciones dialécticas. Por último, la ciencia siempre postula la coherencia de su objeto; si las ciencias sociales en cuestión se definen por referencia a un pseudoobjeto, ¿no se reducen a una especie de juego, a una manipulación gratuita de símbolos? Estaríamos entonces en el reino de la mistificación, que es todo lo contrario a la humanización. Sin embargo, la mistificación también es una operación humana.

Sea cual sea el grado de realidad que se reconozca a los sistemas jurídicos o políticos, y sea cual sea la función objetiva que cumplan en la vida de las sociedades, estos sistemas son producciones de la mente. Estudiando su estructura, el mecanismo de su funcionamiento, elaborando su tipología, aprendemos al menos algo, a saber: cómo la mente humana trabaja para dar una forma racional (aunque sea aparentemente) a lo que no la tiene. Siempre que las ciencias correspondientes sean verdaderamente ciencias (es decir, que procedan con toda objetividad), el conocimiento que reúnen es humanizador, porque permite al hombre tomar conciencia del funcionamiento real de la sociedad.

El caso de la economía es especialmente significativo, ya que en su forma liberal ha sido criticada por manipular abstracciones. Pero en las ciencias sociales, como en otros ámbitos, la abstracción puede entenderse de dos maneras. Con demasiada frecuencia, sirve de pretexto para una división arbitraria de la realidad concreta. La economía ha sido víctima de este error en el pasado. Por otra parte, los recientes intentos de aplicar las matemáticas modernas (denominadas «cualitativas») a la teoría económica han dado lugar a un resultado notable: cuanto más matemática y, por tanto, aparentemente abstracta se vuelve la teoría, más implica inicialmente a los objetos concretos e históricos como objeto de su formalismo.