La temporada de huracanes del Atlántico de 2025 se avecina, y los científicos del clima predicen otro año récord de eventos climáticos extremos. Como representante del segundo distrito congresional de Louisiana, que abarca Nueva Orleans, entiendo de primera mano la devastación que infligen huracanes como Katrina e Ida. FEMA, a pesar de sus fallas, sirvió como un salvavidas crucial durante estas crisis. Sin embargo, la Orden Ejecutiva 14180 del Presidente Trump amenaza esta red de seguridad vital.
Esta orden ejecutiva inicia una peligrosa reestructuración de FEMA, cambiando la responsabilidad de la preparación y recuperación ante desastres del gobierno federal a entidades estatales y locales ya sobrecargadas. Esto no es una reforma; es un abandono. Un Consejo de Revisión de FEMA, compuesto por personas nombradas políticamente, está aparentemente evaluando la burocracia de FEMA, pero el verdadero objetivo parece ser reducir o desmantelar la agencia. Las acciones del Presidente, incluido el despido del director interino de FEMA, sugieren un esfuerzo deliberado para debilitar o eliminar por completo a FEMA, a pesar de sus declaraciones públicas en contrario.
Las consecuencias son terribles. En 2021, casi 500,000 hogares de Louisiana recibieron asistencia de FEMA después del huracán Ida. A nivel nacional, FEMA respondió a más de 100 desastres declarados solo en 2024. Las comunidades de todo el país, desde Louisiana hasta Carolina del Norte, todavía se están recuperando de los daños catastróficos de los huracanes recientes. Sin un apoyo federal sólido, la recuperación ante desastres se vuelve exponencialmente más difícil, poniendo en peligro vidas y comunidades.
La idea de que los gobiernos estatales y locales con fondos insuficientes y personal insuficiente puedan asumir la carga de FEMA es imprudente. Katrina demostró las consecuencias devastadoras del fracaso de FEMA, mientras que Ida mostró la efectividad de una respuesta federal rápida y coordinada. Debilitar a FEMA no solo es una mala política, sino una indignación moral.
El momento no podría ser peor. 2023 registró un récord de 28 desastres climáticos de miles de millones de dólares. El cambio climático no es una amenaza futura; es una realidad presente. Los recortes propuestos por Trump a la NOAA y al Servicio Meteorológico Nacional exacerban aún más el problema, socavando los sistemas cruciales de seguimiento de tormentas, pronóstico y alerta temprana. Incluso la oficina del Servicio Meteorológico Nacional de Lake Charles, Louisiana, repetidamente afectada por huracanes, tiene personal insuficiente.
Esta administración está desmantelando sistemáticamente la arquitectura de la seguridad pública. Debilitar a FEMA ralentizará los tiempos de respuesta, perjudicará desproporcionadamente a las comunidades vulnerables y desgastará la red de seguridad nacional. Los desastres golpean indiscriminadamente, independientemente de la afiliación política. FEMA debe seguir siendo una agencia federal sólida, coordinada y receptiva.
El próximo vigésimo aniversario del huracán Katrina subraya la tragedia de ver a esta administración desmantelar los mismos sistemas que ayudaron a la recuperación de Nueva Orleans. Deberíamos honrar las vidas perdidas, no poner en peligro las futuras. Si bien FEMA necesita mejoras: mayor eficiencia, equidad y transparencia; desmantelarla no es la respuesta. Desmantelar a FEMA durante una crisis climática es como dejar en tierra los helicópteros de rescate durante una inundación.
Debemos invertir en FEMA, fortalecer la NOAA, restaurar el personal del Servicio Meteorológico Nacional y proporcionar a los gobiernos estatales y locales las herramientas necesarias, pero no dejarlos solos para enfrentar estos desafíos. Cuando ocurra el próximo desastre, no tendremos tiempo para debates burocráticos; necesitaremos una asistencia federal rápida, justa y federal. Esta es la América que nuestra gente merece, y esta es la FEMA que debemos defender.
Tomado de https://feeds.nbcnews.com/msnbc/public/news
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