España figura entre los países con mayor capacidad de regulación de agua per cápita en embalses del planeta. Su red de presas puede retener un volumen equivalente a la mitad del caudal anual de todos los ríos peninsulares.
Esta infraestructura ha sido fundamental para el desarrollo agrícola, energético e industrial durante el último siglo. El modelo está orientado, sobre todo, al abastecimiento del regadío, que actualmente consume alrededor del 80 % del agua disponible. En seis décadas, la superficie irrigada se ha duplicado, pasando de 1,8 millones de hectáreas en 1960 a 3,7 millones en 2018.
La paradoja del agua almacenada
Esa enorme capacidad de almacenamiento esconde una paradoja hidrológica: almacenar agua implica su pérdida. Según un estudio que nuestro equipo de investigación acaba de publicar, cada año se evapora cerca del 10 % del volumen embalsado, unos 2.000 hectómetros cúbicos, equivalentes a 5 embalses de Yesa o 47 de Pajares llenos al 100%.
Desde 1961, la pérdida acumulada supera los 114.000 hm³, un volumen similar a las aportaciones de caudal de toda la cuenca del Ebro durante una década. Pese a su magnitud, esta pérdida sigue sin contabilizarse en los ciclos de planificación hidrológica.
Cuanto más se llena el embalse, más agua se pierde
El análisis de 362 embalses, que representan el 94% de la capacidad total, muestra un aumento sostenido de las pérdidas de 27,7 hm³ al año entre 1961 y 2018. En las dos últimas décadas, las pérdidas anuales superaron los 2.600 hm³, convirtiendo la evaporación en un componente estructural —y hasta ahora ignorado— del balance hídrico nacional.
El incremento de la evaporación no se debe tanto al cambio climático como al efecto combinado de la expansión de la red de embalses y la cantidad de agua almacenada. La influencia del crecimiento en número y tamaño de presas ha sido 22 veces mayor que la del clima, y la del volumen embalsado, 7 veces superior.
Cada hectárea de lámina de agua actúa como intercambiador directo con la atmósfera: debido a su topografía, cuanto más se llena un embalse, mayor es la superficie expuesta y mayores son las pérdidas. A ello se suma la mayor capacidad de retención de vapor de agua de la atmósfera a medida que ésta se calienta, lo cual incrementa las tasas de evaporación.
En las cuencas del Júcar y Segura, las más áridas, la fracción evaporada entre 1961 y 2018 superó el 11% del agua almacenada, frente al 8,3% de la media nacional.
Un coste invisible y proyecciones preocupantes
La evaporación media anual —unos 2.000 hm³— equivale al 46% del consumo urbano español. Y sus pérdidas económicas están estimadas en 800 millones de euros al año. En términos hidrológicos, supone una reducción efectiva de los recursos disponibles, pero esta pérdida no aparece reflejada en la planificación hidrológica 2022–2027, que aún no contempla la evaporación como variable de ajuste.
Las simulaciones climáticas para el escenario de altas emisiones (SSP5-8.5) prevén un aumento del 35% de las pérdidas por evaporación en embalses a finales de siglo, alcanzando cerca de 3.000 hm³ anuales. En ese contexto, la fracción evaporada podría llegar al 20 % del agua almacenada, más del doble del promedio histórico (1961-2018). Y supondría perder hasta 2 de cada 10 litros almacenados.
Las cuencas del Guadiana, Tajo, Ebro y Duero se perfilan como las más vulnerables, por su gran capacidad de retención y el incremento de las temperaturas, con pérdidas proyectadas de 600 a 700 hm³ por año.
¿Qué hacer cuando el remedio se convierte en problema?
El modelo tradicional, basado en aumentar la capacidad de almacenamiento para hacer frente a las sequías, se revela ineficiente en un clima más cálido y seco, donde la demanda evaporativa de la atmósfera crece sin cesar. En estas condiciones, los embalses pierden parte de su función de reserva estratégica: una fracción del agua simplemente se desvanece.
Las soluciones pasan por incorporar la evaporación en el balance oficial de recursos y redefinir la gestión operativa de los embalses
Ante este escenario, las soluciones pasan por incorporar la evaporación en el balance oficial de recursos y redefinir la gestión operativa de los embalses. Mantener niveles intermedios de llenado, reducir la permanencia de grandes volúmenes durante los meses de máxima evaporación y aplicar tecnologías de supresión —como cubiertas flotantes, láminas monomoleculares o estructuras de sombreado parcial — son medidas técnicas viables, especialmente en embalses pequeños.
También se plantea introducir «créditos de evaporación» en los sistemas de asignación de agua, de forma que las pérdidas atmosféricas se contabilicen en el precio del agua y se incentive así su reducción.
Una fuga estructural del sistema
La evaporación en los embalses se ha convertido en una de las principales causas de pérdida de agua en España, comprometiendo la seguridad hídrica, el abastecimiento agrícola y la producción hidroeléctrica.
Desde una perspectiva hidrológica, el mensaje es inequívoco: el agua almacenada no siempre permanece disponible. Una parte significativa se evapora y retorna a la atmósfera, cerrando el ciclo de forma poco eficiente para los usos humanos.
En un país cada vez más cálido y con menor escorrentía, gestionar el agua ya no puede limitarse a retenerla. Es necesario medir, contabilizar y reducir las pérdidas que genera el propio almacenamiento.
Incorporar la evaporación a la planificación hidrológica no es un detalle técnico, sino una condición estratégica para mantener la coherencia y sostenibilidad del sistema hidrológico español en un contexto climático de calentamiento acelerado.
Jorge Lorenzo Lacruz es profesor Titular de Análisis Geográfico Regional, Universidad de La Rioja; Celso García es catedrático de Geografía Física, Universitat de les Illes Balears; Enrique Morán Tejeda es profesor de Climatología, Universitat de les Illes Balears y Sergio Vicente Serrano es profesor de Investigación. Climatología, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC). Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Tomado de Ethic.es





Más historias
La renuncia al éxtasis
¿Por qué cambiamos las personas?
Se han cometido errores