febrero 13, 2025

La melodía de ninguno

“Sin importar esas disputas, los mexicanos podemos presumir que la melodía es nuestra porque desde quién sabe qué año pasó a formar parte de La Bamba. Ese tema que identifica a Veracruz y que en su parte más conocida dice: “Para...

Culturas impopulares

Jorge Pech Casanova

El bibelot, fabricado hacia 1911, permanece en el Museo Marítimo Nacional de Greenwich, en Londres. Sus dimensiones son pequeñas: seis centímetros de ancho por ocho de alto y 25 centímetros de largo. Le perteneció a Edith Rosenbaum, quien nació en 1879 y lo recibió como regalo de su madre en 1911, en París, donde convalecía de un accidente automovilístico. Edith era periodista de modas y se rumoraba que sostenía una relación con el conductor del automóvil accidentado, un comerciante alemán que falleció en el choque.

La madre de la joven acudió al hospital a asegurarse de que Edith no tuviese heridas graves y le llevó de regalo, para animarla, un cerdito que tenía en su interior un mecanismo musical, el cual se activaba retorciendo la cola del juguete. Al darle el obsequio, la señora Rosenbaum le hizo prometer a su hija llevarlo siempre consigo. Le hizo escuchar la melodía, que los franceses conocían como La Sorella y atribuían desde 1905 al compositor Charles Borel-Clerc.

El 10 de abril de 1912, aún deprimida por el accidente, Edith Rosenbaum se embarcó en Cherburgo en el mayor trasatlántico del mundo, el Titanic, con destino a Nueva York. La corresponsal de modas no deseaba abandonar Europa. A un amigo le escribió sus impresiones sobre el buque: “Me siento como si estuviese en un hotel inmenso más que en un acogedor barco. Todo el mundo es tan serio y formal. Hay cientos de empleados, botones, mayordomos, azafatas y hasta ascensores. […] durante este viaje no puedo olvidar mi tristeza y una premonición de problemas”.

El 15 de abril, mientras dormía en su camarote, la periodista fue despertada por el choque del barco contra algo que después supo era un enorme témpano de hielo. En la cubierta pudo ver trozos del iceberg y le dijeron que podía volver a descansar. Sin embargo, al poco rato un camarero la urgió a ponerse el chaleco salvavidas y a abandonar su equipaje.

La pasajera, azorada, salió de nuevo a la cubierta abrazando a su cerdo musical. Pudo ver a una multitud de mujeres y niñas trepando en los botes salvavidas. Ella se aferraba a su juguete y rehusaba subir a algún bote, hasta que un marinero la alzó en vilo y la arrojó a uno de ellos mientras le gritaba: “¡Si no quiere usted salvarse, salve a su hijo!” En la confusión, el tripulante confundió el bibelot con un bebé.

Ya en la embarcación de emergencia, Edith utilizó su juguete musical para reconfortar a siete niños y quizá a más de alguna aterrorizada madre, hasta que el vapor Carpathia rescató a las mujeres, los niños y bebés que llenaban el bote. Como es sabido, más de mil quinientos pasajeros del Titanic murieron ahogados en el hundimiento del buque “insumergible”.

Edith Rosenbaum, al volver a Estados Unidos, se cambió el apellido a Russell y se mantuvo en el oficio periodístico. Llegó a ser una de las primeras mujeres corresponsales de guerra y toda su vida conservó a “Lucky”, el cerdito musical, única pertenencia que rescató del naufragio.

Quizá en Estados Unidos Rosenbaum pudo saber que la melodía tocada por su juguete era conocida como Choo’n Gum (Goma de mascar) y decía: “Mi mami me dio un niquel para comprarme un pepinillo pero yo me compré un chicle”, atribuida a Mann Curtis y Vic Mizzy. Acaso alguien le reveló que la tonada la había tomado Borel-Clerc de otro francés, Felix Mayol, quien la tituló en 1905 La Machiche.

Edith Russell nunca se casó. Famosamente comentaría sobre sí misma: “He pasado por todos los desastres, excepto la peste bubónica y un marido”. Tal vez con sorpresa pudo escuchar en 1956 que la melodía de su juguete resonaba en la banda musical compuesta por Victor Young para la película La vuelta al mundo en 80 días, en la que los actores David Niven y Cantinflas, junto con el director Michael Anderson y los guionistas James Poe, John Farrow y S. J. Perelman, arruinaron el argumento de Julio Verne.

Al morir en 1975, aquejada de Alzheimer, Edith no pudo enterarse de que la melodía tocada por su cerdito de cuerda “Lucky” provenía de una ópera-ballet, El Guaraní, estrenada en Milán en 1870 por el brasileño Antônio Carlos Gomes, con libreto en italiano de Antonio Scalvini y Carlo D’Ormeville.

Mucho años después de que el brasileño Gomes estrenara su ópera en el teatro La Scala de Milán, George Gershwin escuchó en Brasil una adaptación popular de aquella obra, Matxixe, que le dijeron entonaban esclavos africanos llevados al país sudamericano. Con los breves compases que tomó de aquella melodía, el autor de Rhapsody in Blue compuso su poema sinfónico Un Americano en París en 1928. Gershwin nunca ocultó que el tema que da forma a su composición, reconocible una y otra vez en la partitura, lo adaptó de una pieza brasileña. Aun así, franceses y estadounidenses pueden desde 1905 disputarse la autoría de la obra musical que el brasileño Gomes compuso y presentó en Italia en 1870.

Sin importar esas disputas, los mexicanos podemos presumir que la melodía es nuestra porque desde quién sabe qué año pasó a formar parte de La Bamba, ese tema que identifica a Veracruz y que en su parte más conocida dice: “Para subir al cielo / se necesita / una escalera grande / y otra chiquita”.

En el Museo Marítimo Nacional de Greenwich, en 2013, los curadores de la institución le tomaron una radiografía tridimensional al juguete, silencioso desde décadas atrás. Hallaron que la cola del cerdito “Lucky” se había atascado dentro del mecanismo. Mediante un alambre hicieron funcionar el reproductor musical y escucharon con deleite la melodía llamada Il Guarani, Matxixe, Machiche, La Sorella, Choo’n Gum o La Bamba. La ópera decimonónica y todas las melodías derivadas de ella, incluida la del cerdito “Lucky”, están reproducidas en la red electrónica YouTube.

Tomado de https://morfemacero.com/