Administración de los males públicos
Jorge Pech Casanova
“Me quemo, me consumo. Seré esa estrella extinta, vuelta humo, en tu cielo” escribió Parnia Abbassi. Iba a cumplir veinticuatro años el 23 de junio de 2025, pero la madrugada del 13 de junio, mientras descansaba sobre su cama de sábanas rosa en un edificio de departamentos en Teherán, un misil del ejército israelí demolió de un golpe la construcción, aplastando a sus cientos de habitantes dormidos.
La joven poeta murió esa noche, junto con su hermano de 16 años y sus padres, además de centenares de personas inocentes, todas prensadas por los escombros. El complejo departamental Orquídea, que ocupó cuatro cuadras en la calle Sattarjan, no era una instalación militar: alojaba a familias de trabajadores iraníes. Los pisos del tercero al quinto fueron destruidos, y todas las víctimas que en ellos dormían, no sobrevivieron.
Maryam fue a visitar a su amiga Parnia a la mañana siguiente. Se encontró con el horror del edificio colapsado. Después vio fotos de la tragedia y reconoció un detalle: en la imagen, entre los partidos bloques de cemento, destaca parte de una cama con sábanas rosa con una gran mancha de sangre; sobre ésta, un mechón de cabello y una almohada también rosa. Maryam identificó la última foto tomada a Parnia, enterrada bajo los escombros.
Al difundirse la noticia del asesinato masivo, así como la identidad de Parnia y su familia, la propaganda israelí intentó difamar a la joven poeta, maestra de inglés y empleada bancaria. Alegaron que era hija del ex jefe de la Organización de Energía Atómica Fereydun Abbasi, y que éste había muerto en el ataque. Mentira odiosa. El padre de Parnia, Parvi, era jubilado del Ministerio de Educación; la madre, Masoumej, era jubilada del banco Melli, institución donde su hija había conseguido un trabajo que esperaba fuese mejor pagado que el de profesora de idiomas. El hijo menor de los Abbassi, Parjam, tenía sólo 16 años de edad.
Parnia Abbassi se interesó en la poesía mientras estudiaba inglés en la Universidad Internacional Qazvin. Acudió a un taller de poesía y quedó enganchada con la disciplina. Entrevistada por el periódico iraní de poesía Vaz-e Donya, la joven rememoró: “Cuando me uní al taller, estaba ocupada con el trabajo y la universidad al mismo tiempo, pero, sinceramente, el taller me importaba mucho más que la escuela o cualquier otra cosa. Me emocionaba preparando algo que decir. Conocer poetas, buscarlos, eso significó para mí más que muchas otras cosas en la vida”.
En la entrevista, Parnia habló de cuánto valoraba compartir sus escritos con las personas; no el engreimiento de publicar, sino observar, al leer, el efecto que sus palabras causaron en quienes la oían: “Me encanta ver cómo reacciona la gente cuando lee mis poemas, sus expresiones faciales, su respuesta; me fascina. Sinceramente, esto se ha convertido en una parte fundamental de mi vida. Veo todo lo que me sucede como algo que podría escribir”.
Sin la vanidad tan extendida en quienes escriben, Parnia no se preocupó por la fama ni las ganancias, como suelen ambicionar no pocos en esta época de influencers, tik tokers y bookstagramers. A Vaz-e Donya, la muchacha le confió: “Escribir me da paz. Aunque sea solo un poco cada noche. Muchos de estos poemas nunca los envío ni los publico en ningún sitio, pero cuando los leo, siento que esos sentimientos vuelven a cobrar vida en mi interior, y eso es profundamente significativo para mí”.
Ahora Parnia Abbassi no podrá conocer la reacción de sus lectoras y lectores porque un misil israelita la asesinó junto con cientos de personas en sus dormitorios. La paz que la poesía le daba a esa joven y a otras personas fue borrada con fuego en Irán, sumando a este país a una zona de guerra que crece día con día, sin aparente motivo, porque el estado israelí parece atacar en un frenesí de destrucción demencial.
Sin embargo, la lógica atroz de la guerra explica el ataque de Israel a los indefensos dormitorios donde fueron exterminados Parnia Abbassi y cientos de iraníes, sin imaginar siquiera que podrían sufrir un atentado militar.
El analista político Thiery Meissan explica los motivos ocultos del atentado: Israel no actúa por ciega furia sino por cálculo, en pos de ocultar su criminal trato con el Organismo Internacional de la Energía Atómica, cuyo presidente, el argentino Rafael Grossi (quien juró neutralidad en los conflictos internacionales), transmitía a Israel, que rehúsa afiliarse al OIEA, toda la información confidencial que el Organismo obtenía de Irán.
Esa complicidad quedó al descubierto el 7 de junio de este año, cuando el ministro de Inteligencia de Irán, Esmail Khatib, anunció que los servicios secretos iraníes obtuvieron un enorme volumen de documentos confidenciales sobre el programa nuclear israelí. En 2018 el Mosad, la inteligencia israelí, anunció haber robado documentos sobre investigaciones nucleares iraníes, pero en esos archivos no había datos sobre planes militares.
Sin importar ese antecedente, la Junta de Gobernadores del OIEA adoptó una resolución de su presidente Grossi para culpar a Irán de incumplimientos que “constituyen una violación de las obligaciones que le impone su acuerdo de garantías con el Organismo”. Con esto, Rossi puso el asunto en manos del Consejo de Seguridad de la ONU.
Al día siguiente Israel bombardeó, con ese pretexto, áreas residenciales de civiles en Teherán. En ese atentado destruyó el Complejo Orquídea y varios edificios más. El portal académico Conversation informó que el gobierno israelita justificó el crimen con la siguiente falsedad: “El Gobierno israelí declaró haber eliminado a ‘nueve científicos y expertos de alto nivel’, calificando la operación como ‘un duro golpe a la capacidad del régimen iraní para adquirir armas de destrucción masiva’”.
La noticia de la muerte de la poeta Parnia junto con su familia y cientos de civiles inocentes evidenció la falsedad de los informes. Pero los medios internacionales silencian la masacre, que tendría que ser considerada terrorismo. A más de dos semanas del ataque, ningún medio difunde el número de víctimas que asesinaron los misiles de Netanyahu.
El perverso ataque de Israel a Irán alienta los llamados a la Tercera Guerra Mundial a que urgen profetas del Armagedón como Aleksandr Dugin, ideólogo de Putin, quien sentencia: “Nos enfrentamos a un mundo en el que, al igual que en tiempos de los nazis, todo vuelve a decidirse por un solo factor: la fuerza bruta, la determinación de cometer actos extremadamente inmorales e incluso suicidas, la velocidad cada vez mayor en la toma de decisiones y acciones, la mentira total, infinita y fenomenalmente descarada, que tranquilamente presenta a la víctima como verdugo y viceversa”.
Mientras resuenan esas convocatorias a la autodestrucción de la humanidad, la voz distante de Parnia Abbassi, borrada del mundo por un misil en la flor de su edad, podría ser —debiera ser— un conjuro contra el exterminio: “Tú y yo nos consumiremos. En algún lugar el más bello poema del mundo cae inmóvil. Comienzas a llorar el murmullo de la vida. Pero yo me acabaré. Me quemo, me consumo. Seré esa estrella extinta, vuelta humo, en tu cielo”.
Tomado de https://morfemacero.com/





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