Cuando se ejecuta eficazmente una purga de más de 2 mil cargos judiciales1 –con oposición política, legal y popular– ya no es posible hablar de tendencia autoritaria o construcción de una dictadura. La purga es el acto de una dictadura que ya ejerce.
El domingo pasado en México se ejecutó una purga judicial. Fue rechazada por amplios sectores de la sociedad, cuestionada por observadores internacionales, impugnada legalmente, repudiada por una mayoría silenciosa en las urnas y criticada incluso por intelectuales cercanos al oficialismo que pedían tiempo, matices o más filtros. Todo fue inútil. El régimen siguió adelante.
El historiador Héctor Aguilar Camín escribió en Milenio que vivimos en una “dictadura germinal”: que las semillas están plantadas, que los jardineros están listos y que ya no hay forma de detener el autoritarismo pues nos tocará ver cómo crecen sus frondas. A mí su metáfora me gusta, pero no puedo evitar añadirle un fast forward.
Es cierto que no hay periodistas encarcelados ni cuerpos en las calles, aunque esa no es la razón que ofrece Aguilar Camín, sino la que repiten quienes piden tener prudencia con el término. No es eso lo que define una dictadura. Una dictadura no necesita ser sangrienta, cruel y uniformada; le basta con ejercer el poder sin rendir cuentas. Lo que la caracteriza es su capacidad de imponer la voluntad de una persona o grupo sin contrapesos reales. Los que no gobiernan están a merced de la caridad o maldad de quien lo hace, sin amparo que valga.
El domingo, esa arquitectura autoritaria dejó de ser un proyecto y se volvió hecho. En los últimos años habíamos visto cómo el poder eliminaba o subordinaba a los órganos que podían limitarlo. Pero lo del domingo fue distinto. Ya no se trató de desmontar el equilibrio institucional; se ejerció el poder absoluto, no tan lentamente ganado.
Lo que vimos fue una gran purga, construida paso a paso:
- Manipulación para asegurar la mayoría legislativa. Morena y sus aliados recurrieron a criterios discutibles para asignarse curules. No fue un reflejo democrático, fue ingeniería política.
- Cooptación de legisladores. Un diputado con procesos penales pendientes fue integrado a la bancada oficialista, presuntamente mediante presión desde las fiscalías. Su voto resultó decisivo.
- Diseño unilateral del proceso. Con esa mayoría, el régimen impuso el mecanismo de purga judicial sin tomar en cuenta una sola propuesta de la oposición ni de los foros públicos.
- Ataque directo a los jueces y ministros en funciones. Con la misma mayoría se amarró políticamente al único contrapeso institucional que quedaba en pie. Se legisló contra la posibilidad de declarar inconstitucional la voluntad de la coalición gobernante,2 se acosó mediática y políticamente a la ministra presidenta, se hizo caso omiso de órdenes de jueces e incluso se amenazó con fincarles responsabilidades penales a los que habían intervenido contra la reforma.
- Captura de órganos electorales. El INE y el Tribunal Electoral, ambos debilitados, no pudieron frenar ni las irregularidades logísticas ni la propaganda institucional disfrazada. Quedaron atados para conseguir más tiempo, más recursos y más equidad.
- Instrumentación operativa. Los medios documentaron el uso de acordeones para orientar el voto; el INE detectó “observadores” falsos. Yo misma entrevisté a una mujer contratada por 1,200 pesos para hacerse pasar por observadora electoral cuando en realidad era vigilante de un sector movilizado.
- La consolidación de una poderosa liturgia. Enrique Krauze llamó a Andrés Manuel López Obrador “el mesías tropical”. Hoy, el régimen que impulsó el expresidente tiene rito, tiene fieles y tiene, en el voto, comunión. El voto ya no es elección: es acto de fe. No fueron millones a comulgar, pero con los que fueron basta cuando hay dictadura.
- Supervisión militar a los consejos civiles. En los consejos electorales (no solo en el nacional, sino en municipales y distritales) hubo elementos del Ejército. No hablaron y no intervinieron pero no hacía falta: asistir es lo que hicieron.
El resultado fue claro: la mayoría no avaló la jornada judicial, pero en una dictadura eso ya no importa. La purga fue consumada a pesar de la oposición, de las irregularidades, de los recursos legales, las protestas, los llamados de atención y el claro mensaje del 90 por ciento de los electores, que no validó el proyecto judicial del régimen. No nos equivoquemos, esto no era para elegir al primer ministro mixteco de la historia. Esta jornada era para validar la purga, y los mexicanos no la validaron, pero eso es irrelevante cuando se vive en dictadura. ~
- El 1 de junio se realizaron elecciones para renovar 881 cargos judiciales federales y más de 1,800 cargos judiciales locales. Quienes aún están en funciones fueron obligados a renunciar. ↩︎
- La reforma judicial aprobada en septiembre de 2024 incluye disposiciones que restringen la capacidad de la SCJN para revisar reformas constitucionales. ↩︎
Tomado de https://letraslibres.com/
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