octubre 23, 2025

La correspondencia de Flaubert (1873-1876) 

“A Guy de Maupassant, 25 de octubre de 1876: ‘En tu artículo, querido amigo, me has tratado con una ternura filial’. Guy había escrito: Flaubert maneja el Talmud como un rabino, los Evangelios como un sacerdote, la Biblia como un protestante,...

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

En estos años Flaubert vivió el fracaso de su obra de teatro El candidato; su quiebra financiera; la muerte de George Sand y de Louise Colet, el inicio de su novela Bouvard y Pécuchet y la escritura de Tres cuentos, entre los que destaca Un corazón simple. Veamos…

A Madame Regnier, enero de 1873: «Estoy tan disgustado con lo que se nombra como ‘vida literaria’, que renuncio a publicar».

A Madame Gustave de Maupassant, 23 de febrero de 1873: «Desde hace un mes quería escribirte para hacer una declaración de ternura con respecto a tu hijo. Lo encuentro, encantador, inteligente, simpático»

A George Sand, 11 de marzo de 1873: «No hay lugar en este mundo para las personas que tienen buen gusto. Como el rinoceronte, hay que retirarse en soledad, esperando reventar».

5 de septiembre de 1873: «¡Qué bella cosa es la censura! Axioma: todos los gobiernos odian la literatura: el poder no ama otro poder».

A Madame Roger des Genettes, septiembre de 1873: «Alejandro Dumas (hijo) declaro que Goethe ‘no era un gran hombre’; Barbey d’Aurevilly hizo, el otoño pasado, el mismo descubrimiento. Hay que exclamar, como Voltaire: ‘No habrá jamás suficientes bofetadas ni gorros de burro para tales bribones’.

A su sobrina Carolina, 18 de noviembre de 1873: «El 12 del mes próximo tu viejo tío tendrá 52 años. ¡Piensa en él!».

A George Sand, 30 de diciembre de 1873: «El domingo pasado estuve en el entierro de Francisco Victor Hugo (el hijo del autor de Los miserables). El pobre padre Hugo (que no pude dejar de abrazar) estaba destrozado, pero estoico».

A George Sand, 28 de febrero de 1874: «Tuve y sigo con gripa, como resultado de una lasitud general acompañada de una violenta melancolía. Sueño con todos mis muertos, ruedo en lo negro. ¿Será acaso resultado de la ausencia radical del elemento femenino en mi vida».

12 de marzo de 1874: «Como había que luchar y tengo horror a la acción, retiré mi obra de teatro (El candidato) y pagué 5 mil francos. No quiero que silben a mis actores».

8 de abril de 1874: «Villemessant me reprocha no haberme dejado matar por los prusianos. Y usted quiere que no destaque la estupidez humana y me prive del placer de pintarla».

1 de mayo de 1874: «Barbey d’Aurevilly me ha injuriado personalmente y el bueno de Saint-René Taillandier, me ha declarado ‘ilegible’. Lo que me sorprende es que hay en muchos de estos criticos un odio contra mí y busco la causa. Quizá todo se explique por una palabra: ‘incomodo’, y no es por mi pluma sino por mi carácter, mi soledad que les parece una señal de desprecio». (…) 93 de Victor Hugo me parece por debajo de sus últimas novelas. El don de crear seres humanos le falta a este genio. Si hubiera tenido ese don, Hugo hubiera sobrepasado a Shakespeare».

A Madame Roger des Genettes, 17 junio de 1874: «Mañana iniciaré un viaje de descubrimiento para mis dos hombres buenos (Bouvard y Pécuchet) porque tengo que ponerlos en algún lugar».

25 de julio de 1874: «El sábado primero de agosto comenzaré Bouvard y Pécuchet. Siento que voy a embarcarme en un gran viaje, hacia regiones desconocidas y que no regresaré».

A su sobrina Carolina: «Te envié la primera frase de Bouvard y Pécuchet: ‘Como hacía un calor de 33 grados, el boulevard Bourdon se encontraba absolutamente desierto» (inicio, por cierto, similar al de El hombre sin atributos, de Robert Musil).

A Edmond de Gouncourt, 22 de septiembre de 1874: «Lo que uno emprende puede ser idiota, ¡no importa! ¡Escribámoslo! El fin de Cándido: ‘hay que cultivar nuestro jardín’ es la más grande lección de moral que existe».

A George Sand, 2 de diciembre de 1874: «Francia se hunde dulcemente, como un navío podrido y la esperanza de rescate parece quimérica. El sentimiento de esta agonía me penetra y estoy triste a reventar».

A Georges Charpentier, diciembre de 1874: «Permanezco en mi escritorio y trabajo como muchos bueyes».

A Monsieur X… (que le había pedido permiso para llevar al teatro Madame Bovary), 17 de marzo de 1875: «Me es imposible permitírselo. Madame Bovary no es un sujeto teatral». (¿Qué hubiera dicho de la película de Chabrol, protagonizada por Isabelle Huppert?).

A George Sand, 10 de mayo de 1875: «Una gota errante, dolores que se pasean por todas partes, una invencible melancolía, el sentimiento de la ‘inutilidad universal’ y grandes dudas sobre el libro que escribo, es lo que tengo. Agregue problemas de dinero, con regresos melancólicos sobre el pasado». (…) No me he alegrado de la muerte de MIchel Lévy (el editor de Madame Bovary y de Salambó). Ese hombre me hirió profundamente».

A su sobrina Carolina, que quebró financieramente, 17 de julio de 1875: «Tu ruina es una herida a mi ternura».

A Émile Zola, 13 de agosto de 1875 (después de haber pagado las deudas de su yerno): «Tengo de qué vivir, pero en otras condiciones. (…) La vida no es divertida y comienzo una vejez lúgubre».

A Madame Roger des Genettes: «Pronto tendré 54 años. A esa edad uno no rehace su vida, ni cambia de hábitos. (…) En cuanto a la literatura, ya no creo en mí, me encuentro vacío».

A la princesa Matilda, octubre de 1875: «El honor está a salvo, pero el honor no sirve para vivir. Cuando uno es infeliz, hay que ser púdico y no mostrarlo».

A Guy de Maupassant, noviembre de 1875: «Los fieles del domingo son el gran Turguéniev, Zola, Alphonse Daudet y Goncourt. Como salgo poco, no he visto a Victor Hugo. Su persona me encanta, pero su corte… ¡misericordia!».

A George Sand, diciembre de 1875: «Yo busco la belleza y veo a mis colegas insensibles».

A Jules Troubat, 10 de marzo de 1876: «Acabo de enterarme de la muerte de Madame Colet (Louise Colet, su amante durante muchos años). Esta noticia me enmudece de muchas maneras. Usted debe entenderme».

A Madame Roger des Genettes, 18 de marzo de 1876: «Ha adivinado muy bien el efecto que me ha producido la muerte de mi pobre Musa. Su recuerdo así revivido me hace remontar el curso de mi vida».

A Mademoiselle Leroyer de Chantepie, 17 de junio de 1876: «Esta pérdida (la muerte de George Sand) se suma a las que he tenido desde 1869. Bouilhet comenzó la serie, después partieron Sainte-Beuve, Jules de Goncourt, Théophile Gautier… (…) Mi corazón se ha convertido en una necrópolis donde todavía hay lugar para los vivos».

A Madame Roger des Genettes, 19 de junio de 1876: «Un corazón simple es el relato de una vida oscura, la de una pobre campesina, devota pero mística, dedicada sin exaltación y tierna como el pan fresco».

Al doctor Pennetier, julio de 1876: «Querido amigo, tengo necesidad de ver loros y conocer sobre ellos todos los detalles, sus enfermedades y sus hábitos».

A Madame Roger des Genettes, julio de 1876: «Desde hace un mes, tengo un loro disecado sobre mi escritorio, a fin de ‘pintarlo’ según su naturaleza».

A la princesa Matilde: «He leído por azar un fragmento de La taberna (de Zola). La encuentro innoble, absolutamente. Lo verdadero no me parece la primera condición del arte, sino la belleza».

A Guy de Maupassant, 25 de octubre de 1876: «En tu artículo, querido amigo, me has tratado con una ternura filial» (Guy escribió: «Flaubert maneja el Talmud como un rabino, los Evangelios como un sacerdote, la Biblia como un protestante, el Corán como un derviche»).

A Edmond de Gouncourt, 31 de diciembre de 1876: «Vengo de leer la correspondencia de Balzac. ¡Cuánta preocupación por el dinero y qué poco amor al arte! Buscaba la Gloria, no la Belleza».

Tomado de https://morfemacero.com/