Uno de los rasgos característicos del neoliberalismo fue el tejido de redes de poder trasnacional y de poder transexenal. Las primeras, entendidas como la articulación de procesos económicos a escala planetaria, tendientes a la disolución entre lo nacional y lo global; y las segundas, como el desdibujamiento de los límites entre lo privado y lo público, en aras de fortalecer a un sector privado de alcance global.
Este trazado tuvo como objetivo impulsar dos formas específicas de acumulación: 1) la acumulación financiera (no productiva), y 2) la acumulación mediante la corrupción, expresada en el saqueo de los bienes públicos. Tener esto claro, nos ayuda a entender que los enunciados que dictan que la riqueza de determinados territorios aumentan a expensas de otros, son ciertos, pero limitados, ya que si se reduce el análisis al factor geográfico se corren el riesgo de caer en la “cosificación de los territorios”, y con ello se tiende a invisibilizar el papel que juegan las clases sociales al interior de cada nación.
La intención de esta columna es mostrar las credenciales de origen de las élites económicas transnacionales que se beneficiaron de la imposición del modelo neoliberal, y la posibilidad real que hoy se tiene en nuestro país de cambiar esta situación a nivel estructural. Para ello, conviene recordar que el patrón de acumulación neoliberal se comienza a instrumentar en nuestro país cuando se declara de forma arbitraria y unilateral, que no había más solución para hacer frente a las crisis presentadas en la década de 1980, que abrir la economía nacional al mercado mundial. Y para esto era indispensable incentivar la entrada de capitales que financiaran la política cambiaria, concebida como la herramienta fundamental para estabilizar los niveles de inflación.
Fue así que, con el aval de los banqueros suecos a través del premio nobel de economía, la teoría económica neoclásica adquirió la autoridad académica y la respetabilidad universal, permitiéndo con ello su elevación al rango de única ortodoxia, legítima en método y en técnicas. Y bajo esta falsa científicidad comprada, los Estados-nación como el mexicano, fueron tomados por las élites globales a través de cuadros de economistas y abogados, formados en el exterior que, como era de esperarse emprendieron tareas de redistribución en favor de las élites y a costa de las clase capitalistas nacionales y por supuesto, de las clases trabajadoras mexicanas. De ahí que las políticas económicas privilegiaran la estabilidad de variables financieras –falsamente llamadas macroeconómicas–, por encima de políticas en favor del sector productivo y del bienestar de la población.
Con una política económica volcada hacia el exterior y en detrimento de la dinámica nacional, los promotores neoliberales buscaron exacerbar las bondades de la entrada de inversión extranjera en nuestro país, sin contar con evidencia científica de que esto impactaba de manera positiva sobre la inversión fija bruta y el stock de capital, ya que un alto porcentaje de las inversiones se dirigió a la compra de plantas productivas ya existentes, vía fusiones y adquisiciones, y por supuesto, al sector financiero especulativo.
Ante este escenario, llama la atención el hecho de que, mientras el Estado mexicano desde el año 2018 está cambiando el rumbo económico en dirección a potenciar el desarrollo económico nacional, los capitalistas mexicanos parecen seguir anclados a una relación de subordinación con el capital extranjero. Pues resulta un tanto arbitraria la forma en la que la clase empresarial mexicana está fijando sus proyecciones de inversión, como si todavía en nuestro país se siguiera en una lógica de economía de mercado dirigida desde el exterior, y no se contara con un Plan Nacional de Desarrollo que ofrece un escenario de de reindustrialización coordinada por el Estado mexicano para que el capital público, privado y social participen de forma simultánea en el desarrollo nacional. Y bajo el principio de soberanía nacional, se vayan rompiendo las relaciones de subordinación en las que los gobiernos neoliberales nos colocaron.
Por eso, ante la creciente incertidumbre que hoy se presenta a nivel internacional, un buen consejo para los empresarios mexicanos es que comiencen a cambiar el chip y comprendan que el sistema de planificación que se está impulsando en nuestro país, busca fortalecer lo nacional, de donde ellos forman parte. Y que este es un proyecto, que va más allá del corto plazo, por lo que es momento de comenzar a pensar en el mediano y largo plazo. Máxime si en este momento lo que se presenta es una disputa entre el Estado Méxicano y las élites económicas transnacionales, de la cual pueden salir fortalecidos los empresarios nacionales ya ellos también fueron afectados con el neoliberalismo.
Cierro diciendo que los capitalistas no nacen, se hace apartir de las relaciones económicas en las que se incertan. Y si un empresario deja de invertir en el sector productivo, deja de ser un capitalista, y en el mejor de los casos se convierte en rentista, ya que sus ingresos están en función de sus propiedades. Y a estos personajes, fue a quienes los clásicos de la ciencia económica como Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill dedicaron sus libros más emblemáticos, en los que se documenta lo improductivo que eran los rentistas, y como convenía a una nación que sobre ellos cayera una carga impositiva de forma que esos ingresos fiscales se dirigieran a aumentar la efectiva acumulación de capital, expresada en mayores inversiones productivas.
Carolina Hernández Calvario*
*Académica de la UAM Iztapalapa. Estudió la licenciatura y el doctorado en economía por la Facultad de Economía de la UNAM, y la maestría en estudios latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras. Su campo de especialización es en economía política.
Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/





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