Las emisiones de China de productos químicos que erosionan la capa de ozono habían amenazado con demorar una década su recuperación, pero, según un nuevo informe, solo se retrasó un año.
La debilitada capa de ozono, crucial para proteger la vida en la Tierra, está en vías de recuperar toda su fortaleza dentro de unas décadas: el éxito más reciente de un esfuerzo mundial para dejar de utilizar sustancias químicas que destruían la capa crítica de la atmósfera superior.
En un informe para las Naciones Unidas, los científicos afirmaron el lunes que, en esencia, China había eliminado las emisiones irregulares de una de esas sustancias químicas, conocida como CFC-11.
El CFC-11, el cual alguna vez se utilizó de manera generalizada como refrigerante y en la fabricación de espuma aislante, se sintetizó por primera vez hace un siglo. Junto con otras sustancias químicas similares, nombradas en conjunto clorofluorocarbonos, el CFC-11 destruye el ozono, que bloquea la radiación ultravioleta del Sol, que puede causar cáncer de piel y otros daños a personas, plantas y animales. Los clorofluorocarbonos se prohibieron conforme el Protocolo de Montreal, un acuerdo ambiental histórico que entró en vigor en 1989.
Si los países continúan prohibiendo los clorofluorocarbonos y otras sustancias químicas, para 2040, los niveles de ozono entre las regiones polares deberían alcanzar los niveles anteriores a 1980. Los agujeros de ozono —o las regiones con una mayor disminución que por lo regular aparecen cerca del Polo Sur y, con menor frecuencia, cerca del Polo Norte— también deberían recuperarse para 2045 en el Ártico y para 2066 en la Antártida.
“La recuperación de la capa de ozono está encaminada”, dijo David W. Fahey, director del Laboratorio de Ciencias Químicas de la Oficina Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por su sigla en inglés) y copresidente del panel de evaluación científica del protocolo. “La destrucción máxima de la capa de ozono mundial ha quedado atrás gracias a la eficacia de las medidas de control del Protocolo de Montreal que adoptaron todas las naciones”.
En la década de 1970, los científicos determinaron por primera vez que los clorofluorocarbonos estaban agotando el ozono en las capas altas de la atmósfera. A mediados de los años ochenta, los investigadores descubrieron un agujero en el ozono sobre la Antártida, lo que desencadenó una iniciativa internacional urgente para repararlo. Más de 100 compuestos que erosionan la capa de ozono fueron prohibidos y eliminados de manera gradual.
Las emisiones chinas habían amenazado con demorar una década la recuperación de la capa de ozono, pero, según el nuevo informe, solo se retrasó un año.
“Las emisiones cayeron de forma sorprendentemente abrupta”, dijo Stephen A. Montzka, químico investigador de la NOAA y uno de los autores del informe. El retraso en la recuperación “es mucho menor de lo que podría haber sido si las emisiones hubieran persistido”, añadió.
Las emisiones de CFC-11 comenzaron a aumentar después de 2012 y parecían provenir del este de Asia, según un estudio de 2018 de Montzka. Unas investigaciones de The New York Times y otros medios sugirieron de forma convincente que unas fábricas pequeñas del este de China eran la fuente de las emisiones irregulares.
En aquel entonces, el director del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, el cual supervisa el protocolo, calificó la producción ilegal de CFC-11 de “nada menos que un delito ambiental que exige una acción decisiva”.
Sin embargo, un estudio de seguimiento en 2019 mostró que las emisiones estaban disminuyendo, una señal de que el gobierno chino estaba tomando medidas estrictas contra la nueva producción de CFC-11.
Es probable que el CFC-11 chino se utilizara como agente de espumante en la fabricación de espuma aislante. Durante la producción de espuma, parte del CFC-11 se escapa a la atmósfera, donde puede detectarse y medirse, pero gran parte queda contenida dentro de la espuma cuando se endurece.
Según los investigadores, de este modo, la producción irregular de China había contribuido a los “bancos” de clorofluorocarbonos que se producían en todo el mundo antes de que entrara en vigor la prohibición y que se encuentran tanto en espumas como en equipos de refrigeración y sistemas de extinción de incendios. Estas sustancias químicas aún no han llegado a la atmósfera, pero se liberan lentamente a través del deterioro y destrucción de las espumas, las fugas u otros medios.
Montzka dijo que no se sabía el tamaño de la contribución china a los bancos. “Pero, si los bancos han crecido de manera significativa, eso añadiría algunos años más a ese retraso previsto en la recuperación”, comentó.
Durwood Zaelke, presidente del Instituto de Gobernanza y Desarrollo Sostenible, una organización defensora y de investigación con sede en Washington, señaló que la eliminación de las emisiones indebidas era otro ejemplo del éxito del protocolo, el cual por lo general se considera el pacto ambiental a nivel mundial más eficaz que se haya promulgado.
El monitoreo atmosférico, el cual es un requisito del protocolo, detectó el problema, comentó Zaelke, y se informó a la dirección del tratado. “Sin admitir su culpabilidad, las partes infractoras empezaron a comportarse como es debido”, dijo. “Y las mediciones vuelven a estar donde deberían”.
Según el protocolo, las evaluaciones como la publicada el lunes deben realizarse al menos cada cuatro años. Además de científicos de la NOAA, contribuyeron investigadores de la NASA, la Organización Meteorológica Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente y la Comisión Europea.
La nueva evaluación también consideró, por primera vez, los efectos de un tipo potencial de intervención climática o geoingeniería sobre el ozono. El método, conocido como inyección de aerosoles estratosféricos, busca enfriar la atmósfera utilizando aviones u otros medios para distribuir aerosoles de azufre que reflejen parte de los rayos solares antes de que lleguen a la superficie.
La idea ha provocado una oposición feroz. Entre otras objeciones, los opositores afirman que intervenir en el clima de este modo podría tener graves consecuencias involuntarias, las cuales podrían alterar los patrones climáticos en todo el mundo. Sin embargo, según muchos científicos y otras personas, como mínimo, se necesita la investigación, porque el calentamiento puede llegar a un punto en el que el mundo esté desesperado por probar una técnica de intervención de este tipo, tal vez de manera temporal para ganar tiempo antes de que las reducciones de los gases de efecto invernadero puedan tener un efecto significativo.
Fahey, de la NOAA, dijo que algunos estudios habían demostrado el impacto de los aerosoles de azufre sobre el ozono, por lo que se le encargó al equipo de evaluación que lo investigara.
El protocolo “existe para proteger la capa de ozono y lo hemos hecho bastante bien al hacerles frente a las sustancias que agotan la capa de ozono”, dijo. El estudio de la inyección de aerosoles estratosféricos “está dentro de nuestras capacidades”, agregó.
En sus hallazgos hay mucha incertidumbre, dijo Fahey, pero el mensaje clave es que intentar enfriar el planeta en 0,5 grados Celsius (o 0,9 grados Fahrenheit), por ejemplo con el uso de aerosoles de azufre, tendría algún impacto en el ozono. Pero “no va a destruir nuestra capa de ozono y tener consecuencias catastróficas”, dijo.
“En realidad ya sabíamos eso porque el monte Pinatubo realizó el experimento por nosotros”, dijo, refiriéndose a la gran explosión volcánica en Filipinas en 1991 y envió a la estratosfera enormes cantidades de gas de azufre, formando una neblina de aerosol similar a un esfuerzo de geoingeniería.
Dicha erupción enfrió temporalmente el planeta en alrededor de 0,5 grados Celsius, dijo Fahey. Pero la capa de ozono no colapsó. “Tiene resiliencia”, dijo.
Henry Fountain se especializa en la ciencia del cambio climático y sus efectos. Escribe sobre ciencia para el Times desde hace más de 20 años y ha viajado al Ártico y la Antártica. @henryfountain • Facebook
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