Kazuo Ishiguro: «Vamos a una meritocracia salvaje»

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Literatura

Lunes,
8
marzo
2021

18:47

El Premio Nobel de 2017 presenta ‘Klara y el sol’, una distopía sobre el transhumanismo.


Kazuo Ishiguro, en 2017.
REUTERS

«Algo cambió en mis libros a partir de Nunca me abandones (2005). Antes, tendía a representar un mundo estable, cómodo y bello en el que el conflicto aparecía porque la debilidad de la naturaleza humana condicionaba a los personajes. Desde entonces, mis historias suelen tener un trasfondo distópico y angustioso, pero reflejan un contenido humano optimista».

KazuoIshiguro, premioNobel de Literatura en 2017, explica así la evolución que lo ha llevado desde Lo que queda del día hasta su nueva novela, Klara y el sol, recién editada en España por Anagrama. «Klara y el sol tiene que ver con Nunca me abandones pero sólo lo supe después de escribirla.Hoy pienso en Nunca me abandones y me parece una novela un poco triste. Me dan ganas de darle ánimos al hombre que la escribió».

Klara y el sol es muchas cosas a a vez. Al principio, parece un cuento sobre mascotas infantiles que hablan con sus dueños. «Las historias georgianas para críos me entusiasman. Siempre me fascina cómo tratamos de presentar en ellas un mundo amable en el que los niños se sientan protegidos, pero en el que aparece una pista sobre la oscuridad del mundo», explica Ishiguro.

Lo especial de su nueva novela es que Josie, la niña, está enferma, quizá herida de muerte, y que su mascota es un robot llamado Klara de aspecto humano y de una inteligencia profunda, alegre y sin malicia. ¿Tiene Klara sentimientos? Es difícil decirlo. En principio, no. Carece de orgullo, de miedo y de vanidad, pero no le faltan el apetito, la compasión ni la empatía.

El núcleo de la narración llega cuando la enfermedad de Josie se agrava y el lector descubre que su madre fantasea con que Klara aprenda a pensar, hablar y moverse como su hija y que la represente después de muerte.

A partir de ese planteamiento, el cuento infantil se convierte en una distopía dulce en la que caben muchas cosas. Imágenes sobre el transhumanismo, para empezar. «En el tema genético no hemos despertado aún. Se han abierto puertas a un mundo muy peligroso en el que cabe una meritocracia salvaje. Pronto podremos encontrar seres humanos que objetivamente mejores que otros».

Por ese camino, Klara y el sol también habla de política, «de la era del big data del que pueden sacar partido sistemas autoritarios y centralizados» y de los retos inabordables como el de la destrucción del empleo en todo el mundo. Por eso, el personaje del padre de Josie en la novela, un ingeniero inteligente y cariñoso que cayó en desgracia en su trabajo y su matrimonio, se refugia en una comunidad un poco siniestra de hombres blancos. «Me preocupa más cómo abordaremos el reto del desempleo que el de la inteligencia artificial».

Pero, en el fondo, en Klara y el sol pesa más la naturaleza humana. Ishiguro habla de la influencia de las películas de Yasujiro Ozu, de Robocop y de su madre, que a veces parecía un robot como Klara, programado para proteger a su hijo. Hace dos años justos que murió. «Nunca perdió la inocencia, la confianza en lo bueno que hay en la naturaleza humana».

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