Johan Huizinga es hoy un clásico gracias, sobre todo, a su Homo ludens, pero los clásicos de la investigación necesitan un relevo de tanto en tanto. Y de ese libro está próximo su primer centenario –se publicó en 1938–. El estudio de Alberto Lombo Montañés, El juego y la risa, bien puede desempeñar el papel de relevo y, si consigue ser leído y traducido, convertirse en un nuevo clásico. Méritos no le faltan.
Quizá el primer mérito sea el aprovechamiento de los avances de la psicología evolutiva que han visto la luz en la última centuria. Hoy la antropología y la orientación evolutiva han desplazado, por obsoletos, los planteamientos sincrónicos de la sociología y de otras disciplinas humanísticas. Acontecimientos como la aparición de la gran historia (big history) atraen la atención de la actualidad porque es innegociable una perspectiva a gran escala de los fenómenos de la vida. La gran evolución es imprescindible para entender la vida y su corolario, la cultura. Los humanos actuales –los sapiens– no hemos caído del cielo sino de otros homos, que en su día bajaron de los árboles y caminaron erectos. El juego es una actividad que los homos hemos heredado de otras especies –mamíferos, sobre todo–. Y, para entender la trascendencia del juego, hemos de entender su papel en los procesos vitales. El aprendizaje de las emociones y el desarrollo de las actividades anatómicas y cognitivas dependen, en primera instancia, del juego. Y no solo eso, la imaginación y el lenguaje –ya sea inarticulado o articulado– son productos de la evolución del juego. Esa es la primera lección del libro de Lombo.
La segunda lección –y quizá la fundamental de este libro– es la de la conexión del juego con la risa. Los estudios sobre la risa no han sido muchos, si se tiene en cuenta la trascendencia de este recurso comunicativo. Los intentos de comprender la risa como un fenómeno fisiológico, psicológico o, incluso, retórico han dominado el siglo XX. Aunque algunos han alcanzado gran predicamento –los de Bergson, Freud o Koestler, sobre todo–, la estrechez y cortedad de miras de su planteamiento abstracto o mecánico los convierte en recursos insuficientes y, en la actualidad, manifiestamente obsoletos. Comprender la risa como fenómeno de la gran evolución del género homo, esto es, como un recurso de la comunicación gestual –previa a la comunicación verbal– y no verbal es posible a la luz de la comprensión evolutiva del juego y de sus limitaciones –las del juego–. Y ese es el objeto del ensayo de Lombo Montañés. Esta conexión juego-risa ha tenido infinitas pruebas prácticas. Chaplin, entre otros, la ilustró en la secuencia “la danza de los panecillos” en La quimera del oro.
En un tercer orden de cosas cabe apuntar que El juego y la risa es un ensayo magistralmente escrito y extraordinariamente documentado, desde la psicología evolutiva a la teoría cultural más exigente, pasando por la prehistoria, que es la especialidad del autor. En apenas doscientas páginas Lombo ha podido condensar todo un siglo de investigaciones y sugerir nuevas vías de indagación en estos grandes retos que suponen las demandas del juego y de la risa. Un libro así es el resultado de un esfuerzo de años y de un proceso de excelente maduración. Son los requisitos precisos para una obra que merece la consideración de clásica. Debería ser una lectura obligada –mejor que obligatoria– en las facultades de humanidades, tan necesitadas hoy de apertura de horizontes y de liberación de las pertinaces rutinas.
Alberto Lombo Montañés.
El juego y la risa. Origen, evolución e historia.
Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2025.
Tomado de https://letraslibres.com/
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