José José: un volcán que no se ha apagado

Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser Rafael Pérez Botija Ha pasado poco más de un año desde que El Príncipe diera su último adiós. Entre los escándalos, la disputa por sus restos y el caos mediático,...

Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser

Rafael Pérez Botija

Ha pasado poco más de un año desde que El Príncipe diera su último adiós. Entre los escándalos, la disputa por sus restos y el caos mediático, José José terminó envuelto en una maraña de dramas en la que se habló mucho de todo, pero poco del gran intérprete que fue y del legado musical que, a pesar del paso del tiempo, permanece más vivo que nunca. Como sucede con todo gran artista cuando fallece, es casi inevitable aludir a la vida personal y los problemas que protagonizaron durante sus mejores años, sucede también, que muchos de estos grandes personajes mueren en un olvido rotundo e irónicamente, es su muerte quien los regresa de golpe a la escena pública. Lo mismo pasó con El Príncipe, su voz silenciada dejo de existir alejada de todo contacto con el resto de su familia en México y con las multitudes que lo consagraron como uno de los grandes baladistas de su época.

Está demás retocar la controversial disputa que han estado viviendo los últimos años los hijos de José José, por dicha razón, en esta ocasión no quiero hablar más al respecto, creo que su larga trayectoria como músico y cantante amerita que se hable sobre cómo se forjó una leyenda nacional y cómo sus canciones ocupan un espacio que, me atrevo a decir, no puede ser reemplazado.

La balada romántica: el semillero de grandes voces

El término balada remite, desde luego, a un subgénero lírico popular por ser recitado en lugares públicos, (principalmente en regiones como Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia y Alemania durante el medioevo) cuya forma simple constaba de estrofas de cuatro versos que contaban historias de héroes y batallas, o bien, cuestiones de la vida cotidiana. La balada, como casi todos los subgéneros de la lírica, tomaron fuerza gracias a la facilidad con la que se llevaban los hechos más emblemáticos de lugar en lugar, convirtiéndose en un medio a través del cual la gente del pueblo podía entender y, sobre todo, aprehender lo que de otra manera era imposible (sólo las personas de clases privilegiadas sabían leer y escribir). De tal manera, este subgénero permaneció en el paso del tiempo y una vez llegado el periodo del romanticismo encontramos un texto emblemático en la literatura: Baladas líricas y otros poemas (1798) de Wordswoth y Coleridge, dicho libro enfatizaría el lenguaje popular, así como la vida de las clases bajas, convirtiéndose, además, en un himno del romanticismo inglés. Hoy en día la palabra balada se asocia con un género musical, cuyas letras tienen como principal fuente de inspiración al amor, acompañadas generalmente de un ritmo lento, suave, pero lo suficientemente expresivo y dramático.

Hacia la década de 1960 el bolero, que se había popularizado años atrás, había perdido fuerza, músicos y compositores como Armando Manzanero y Roberto Cantoral tomarían fama gracias a sus composiciones que lograban unir características propias del bolero y, a la vez, se fusionaban con la naciente balada que incorporaba un sonido más de orquesta, de esta manera, poco a poco la balada se transformaría en la sucesora del bolero y en el género musical que cultivó a toda una generación de cantantes, especialmente en Hispanoamérica. De igual manera, festivales como el Festival Internacional de la Canción de Villa del Mar y el Festival de la Canción Latina en el Mundo, significaron grandes plataformas para las nuevas voces de la balada romántica.

La noche que lo cambió todo

A principios de 1970 José José había lanzado la que sería su primer gran canción que comenzaría a colocarlo dentro de las listas de popularidad, La nave del olvido escrita por Dino Ramos, fue bien recibida entre el público, así como el álbum homónimo, cuyas letras estaban a cargo de compositores como Armando Manzanero, Leo Dan y Rubén Fuentes que también empezaban a ganar fama, poco tiempo después la carrera de José José daría un giro inesperado. El 15 de marzo de 1970 la historia de la canción latina, la balada y de la música, en general, cambiaría con la participación de José José, un nombre que apenas y figuraba en la esfera musical, en el Festival de la Canción Latina (OTI). Con una composición magistral de Roberto Cantoral, El triste, hizo ponerse de pie a la multitud que aclamaba la interpretación impecable que El Príncipe dio aquella noche. Sorprendentemente no ganó el primer lugar del festival, no obstante, aquella presentación cambiaría por completo la historia de El Príncipe de la canción.

Los éxitos se cosecharon después de la consagración que José José obtuvo pese quedar tercer lugar en aquel festival, canciones como Gavilán o Paloma y Déjame conocerte son solo algunos títulos que fueron forjando su carrera durante sus inicios, éxitos con los cuales logró pisar terreno más allá de México, así, en 1976, el intérprete de El amor acaba firma contrato con Ariola Records dando como fruto su álbum Reencuentro. Canciones como Buenos días amor, Amar y querer y Gotas de fuego, se desprendieron de este disco.

La lista de éxitos se hacía cada vez más larga, títulos como Vamos a darnos tiempo, Preso, Almohada, Mi vida, He renunciado a ti y Me basta, son solo algunos de los himnos que EL príncipe dejara para su público, así como las decenas de discos que grabo. Si bien José José no era autor de la mayoría de sus canciones (al menos no de las más recordadas), si algo hizo bien, fue escoger qué cantar, pues a lo largo de su trayectoria se puede notar un estilo contundente, sin subidas ni bajadas, una carrera con un corpus que definió perfectamente a su intérprete. Creo que todos estaremos de acuerdo en decir que las letras de los maestros Rafael Pérez Botija, José María Napoleón, Adán Torres, Camilo Sesto, Juan Gabriel, Martín Urieta, entre muchos más, son poesía y que José José fue la voz que les dio forma y trascendencia.

Han pasado más de cincuenta años desde que el joven José José le diera al mundo la que muchos consideran como su presentación más importante, hoy en más de alguna ocasión estoy segura que todos hemos coreado “que triste fue decirnos adiós, cuando nos adorábamos más…”  y lo mismo pasa con muchas más, generaciones enteras han escuchado al menos una vez al Príncipe cantando sus baladas más representativas que, hoy por hoy, son himnos no solo en la música, sino entre un público que, así como en las antiguas baladas literarias, encuentran en las melodías de José José el romance que algunos han perdido, otros ganado, pero, sobre todo, comparten un mismo sentimiento para recordarnos que la poesía siempre ha sido del pueblo.

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