Los cuadros de Hunter Biden se venden por cifras insólitas para su currículo como artista. Él trata de quitarse importancia pero algunos críticos detectan la sombra del tráfico de influencias
Sobre Hunter Biden, el hijo del presidente de Estados Unidos, se ha escrito mucha tinta. Su biografía está salpicada de tragedias, escándalos, consumo de alcohol y drogas, un proceso de impeachment a Trump con su nombre en primer plano, y hasta una relación con la viuda de su hermano Beau que levantó no pocas ampollas. Pero de su faceta de pintor se sabía poco. Hasta ahora, cuando una pequeña y desconocida galería de arte de Nueva York ha empezado a vender sus cuadros por unas cifras desorbitadas para un artista de escasa reputación en el mundillo. Hasta medio millón de dólares piden por alguna de sus obras.
El asunto no dejaría de ser una excentricidad más en un mercado muy dado a la hipérbole de no tratarse del vástago del mandatario. Hasta la Casa Blanca ha tomado cartas en el asunto para establecer una normas éticas que obligan a la galería en cuestión, la Georges Berges de Soho, a no revelar información alguna sobre los futuros compradores ni sobre las cantidades que paguen. En juego está la reputación de un mandatario que atacó con dureza a su rival en campaña, el ex presidente Donald Trump, por los manejos cuestionables de las finanzas familiares durante su mandato.
De momento, no han podido impedir que sobrevuelen la acusaciones de nepotismo y de tráfico de influencias. No son pocos los que sostienen que los compradores de la obra de un hombre sin talento probado al pincel solo buscan los favores políticos del presidente Biden. Sus cuadros, de corte psicodélico y floral, dejan, espacio para la duda.
Melissa Cohen, su mujer, una cineasta sudafricana de 32 años, describe el arte de Biden como «muy abstracto» y «muy oscuro», derivado de su pasión por la naturaleza. Al director de la galería en Manhattan le cautivó su maestría «con el color y la forma, y sobre todo, su autenticidad». Pero The New York Times no pasa de reconocer una «tendencia al surrealismo», sin más, y la crítica de arte del The Guardian tacha sus cuadros de «terribles» y detecta cierto olor a estafa.
Cristin Tierney, una galerista de Nueva York, contaba al Times que tiene artistas con «carreras muy reales» que no logran vender cantidades semejantes ni en 10 años. Y Edward Dolman, jefe ejecutivo de la casa de subastas Phillips, corrobora que la figura de Biden no es conocida en el mercado. «Existe algún valor en el factor de la celebridad pero, al final del día, la calidad del arte es la que dicta cómo reacciona el mercado».
Hunter, que reconoce que hasta hace poco le daba apuro que le colgaran el cartel de artista, entiende su nueva vida como una terapia que ahora ha encontrado una salida comercial, «algo que literalmente me mantiene sano». Pintar le ayuda a evadirse de los demonios que lo arrastraron hacia un torbellino de adicciones durante una parte importante de su vida adulta, una crisis acentuada tras la muerte de su hermano Beau en 2015 de un tumor cerebral.
Lo contó hace unos meses en sus memorias, Beautiful things. «Pasé mucho tiempo de rodillas, buscando en las alfombras, fumando cualquier cosa que se pareciera remotamente al crack. Probablemente fumé más queso parmesano que nadie que conozcas, estoy seguro», compartió el segundo hijo del presidente, además de explicar que estuvo 13 días sin dormir «fumando crack y bebiendo vodka durante todo ese tiempo».
La muerte de su madre Neilia y su hermana Naomi en un accidente de tráfico, en 1972, también hizo su parte. En el siniestro, Hunter, de dos años de edad, resultó herido de gravedad en la cabeza. Después de eso, una serie de decisiones en el ámbito profesional y personal han golpeado aún más su maltrecha reputación.
La publicación de sus memorias coincidió con una investigación por cuestiones fiscales abiertas por la oficina del fiscal general del Estado de Delaware, un asunto relacionado con sus negocios en China que comenzó en 2018. La sospecha es que Biden pudo haber violado leyes de lavado de dinero en varios países, principalmente en el gigante asiático.
Sus manejos en Ucrania tampoco fueron del todo transparentes. Pese a que no incurrió en delitos probados, reconoció no que no fue una decisión acertada el ser parte del consejo de administración de Burisma Holdings, uno de los mayores productores de gas natural del país europeo, mientras su padre servía como vicepresidente de EEUU. Llegó a cobrar 50.000 dólares al mes desde 2014 hasta que abandonó el puesto en 2019.
Trabajó además para un oligarca ucraniano, Mykola Zlochevsky, vinculado con el lavado de dinero, y para Gabriel Popoviciu, un empresario rumano acusado de corrupción.
En lo personal, Biden tampoco ha tenido una trayectoria sencilla. En noviembre de 2019 tuvo que hacer frente a una demanda de paternidad de una mujer a la que conoció en Washington. Biden tuvo que viajar a Arkansas para declarar ante el juez, un caso que se resolvió en marzo del año pasado y que confirmó que Lunden Alexis Roberts es hijo suyo. Con Hallie Biden, la viuda de su hermano Beau mantuvo una relación hasta 2019 difícil de asimilar. Ahora está casado con Cohen y tienen un hijo. También se llama Beau.
Hunter Biden, que ha trabajado en banca, como inversor financiero y hasta en el Gobierno de Clinton, está entregado ahora al arte. Dice que es lo único que nadie le puede quitar.
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#ExpresionSonoraNoticias Tomado de http://estaticos.elmundo.es/elmundo/rss/cultura
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