Ta Megala
Fernando Solana Olivares
Había una vez un gato francés que vivía en Shakespeare & Co. y leía a Joyce. Carajo, dijo alguna vez, qué dura es la vida de un minino así se haya sido antes el artífice de tanta confusión fundida con el alfabeto vuelto plastilina, pasta de Lina, pasto con anilina. ¿Qué es esto, por dios(ero), que leí ayer, que escribí antier, que no entiendo hoy?: “Sir Tristán, viola d’amores, del otro lado del pequeño mar, no ha passencore vuelto a llegar de Norte Armórica a este lado del flaco istmo de Europa Menor para librar su penuríoslo combate”. Y el Sena no resuena con tanta agua gélida que lleva como gangrena.
Pe(n)sándolo bien, no soy como dijo ese poeta estiradón y alrevesado, digo miau y ni me dan jamón fresco ni lo quiero ahumado, me sié si ¡bu! plé, ni me ponen búho-ardilla ni pido para le cat casa, ni me dan baza en el Odeón ni exijo terraza, “aunque very soon-Venyson-prontísimo”, ni me dan rata y quiero ratón, tampoco por eso vuelco el t(r)azón, aunque “Moloch el Migrañas” sea mi amo y yo haga excursiones “que el cascado huevo de su cabeza se apresta a indagar más allá del barrio mis andanzas”, para otear a gusto las pequeñas puchas de gatitas mis amigas y volverles a mostrar la “cabezona verga de otro tiempo alzarse cual desnuda obra erecta (¡Joy…a garantizada!)”, sobre todo a O Carina, ¡oh! Carnina, esa carne de mi-minina, cuya dueña melosa se llama T, sin punto y a secas, y vaya que si la cuida la flaca puntaseca que no la deja salir al retozo del oso, hasta en la noche y a es con divas, porque la Oca Rina quiere ser actriz, como su ama la (con)T(iene) que le dice sí, bichita, sí.
No le aviso a Moloch Migrañoso cuando me ausento para que no descuide misobras y las ostras que se expenden en el negocio, vejancona librería donde en (v)ida me escondí detrás de la cortina coscolina para saber qué pe(n)saban de mis prosas sustan(o)ciosas que ese día comenzaron con la vocalidad ornitorrinco, ánima del mal propio del reino parisi cuando Genoveva derrotó a los hunos y a los otros “— sólo para dar una idea de qué tipo más beodopentateuco era—”, y los invitados hicieron boca de ano admirabilis hasta que probaron el tormentón vino rojo y llenaron sus copas y dijeron ¡pero cómo es posible que esto(macal) se mame litera-turca!, y tanto que bailaban suave “Gog y Magog tomándose un grog”.
Esa ¿ves? le dije a Silvia Beach(a): “Hurra; nada mejor que el sereno para amanecer sereno (rondando la tautología, nada menos)”, los penetraidores no vuelven a venir(se) ni a entrar, tampoco las vaginambulantes, mucho menos aparecen los sexornados. Lancé a los cuatro y a los cinco y a los seis y a los siete puntos cardinales mis oblacciones: ¡orcanetas, onoquiles, ortopédicos, ordeñados! “De manera que los no-hechos, en la medida en que los poseamos, son demasiado imprecisos y escasos para aportarnos certidumbre”. Já-já-já-lame-la: es velar, sorda y fricativa. Vamos, pues, a joder en gatomóvil porque esto es un fracaso, si debimos hacer una fiesta de jodencitas en calcetas y conejito caliente, al contado, donde crujan muchas crujientes croissants.
Entre le zist el le zest, “he was rebuznante de placer”, pues Silbeach(a) anunció con gracias a ella, graci-ela, encarnación de la sabia Minerva, miembro de la Triada Capitolina y heredera con varo, que à la fin el Ulises con sus tapas azul griego y el título y el nombre del autor en letras blancas ya está. And then, en el andén, surgiría Finnegans Wake, el aquí citado-entrecomillado-plagiado-manoseado y nunca comprendido libraco póstumo envuelto en humo como allá-acullá y para allá: asunto concluido. ¿Quién lo leyó? Nadie. ¿Quién le entendió? Nadie. ¿Quién lo escribió? Nadie.
Decidí entonces volverme gato después de comer macarrones marrones y beber polichinela verdoso como el (b)río y perseguir a O Carne Fina, esclava (con)sentida de la T. Entre las gárgo olas, bajo las barcas zarcas, para que aullara venidota(da): “¡Amámote, mentirosa rubita, diosobscenándote en un rincón, y en tu casa desflorando zaguales!”, Oooocarina, este mete-saca de que te entra-te entra dio aire a los galos y fundaron Padrótica. “¿Es forzoso que Noenmihogar sea nuestro sitio?”, le dije al Migrañas cuando volví en vilo, y me dijo micho, mizo, micifuz.
Tomado de https://morfemacero.com/
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