septiembre 15, 2025

Gustave Flaubert y Louise Colet

“Al besarme toda entera, tus ojos me fascinan con sus destellos. Dos lenguas en la misma boca, fundidas en un mismo beso. Unidos nuestros cuerpos sacuden el lecho con sus fogosos escarceos. Yo me abandono, feliz y orgullosa. Y mi carne...

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

I. Cómo se veía ella

Era una mujer muy hermosa. Flaubert se encandiló y fue su amante mucho tiempo –si bien ocasional, dado que ella vivía en París y él en Croisset, como ermitaño literario–. Las cartas que le escribió son maravillosas no sólo por lo que le dice en tanto enamorado sino porque le cuenta su proceso creativo. Ella escribía también. Un año antes de conocer a Gustave –nos dice Herbert Lottman, biógrafo de Flaubert– ella se describió así: «He engordado. Ya no tengo el talle muy esbelto, pero aún es elegante y muy bien diujado. Tengo el escote, el cuello, los hombros y los brazos de una gran belleza. Aún admiran cómo mi cuello se funde con mi rostro, tal vez en demasía, pues el rostro así confundido carece de longitud y parece demasiado redondo. Corrijo este defecto con mi peinado, compuesto de bucles muy largos que me caen sobre las sienes, tapando las mejillas y bajando hasta los hombros. Mi cabellera es abundante (de un color castaño muy claro). Tengo la frente elevada, muy bien hecha, muy expresiva, las cejas espesas y bien dibujadas, los ojos azul oscuro, grandes, muy bonitos cuando se encienden al conflicto del pensamiento o de las sensaciones. Mi nariz es encantadora, fina, distinguida, poco común. Mi boca es fresca, pequeña». Dice Lottman que los retratos de ella validan esa descripción.

II. Las cartas de Flaubert a Louise 

Ella nació en 1810 y Gustave en 1821. De modo que cuando él estaba a la mitad de sus veintes, ella estaba en la madurez de su belleza, en sus treintas.

    4 de agosto de 1846. «Tus pequeñas pantuflas marrón están bajo mis ojos mientras te escribo. Sueño con los movimientos de tu pie cuando las llenas». (Flaubert adoraba los pies de Louise y les da una gran importancia a los pies de Emma Bovary, que acostumbraba cruzar la pierna y mover el pie libre, con ansiedad y coquetería.)

    8 de agosto de 1846: «Estoy enfermo de ti. Mil besos, por todos lados».

    12 de agosto de 1846: Se refiere a la novela de ella Marquis d’Encasteaux: (¿Existirá un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Francia? Me gustaría leerla.) «Está escrita con un buen estilo, animado y sobrio».

    15 de agosto de 1846: «El genio no es sino una larga paciencia». 

    23 de agosto de 1846: «¡Tú me das todo, pobre ángel, tu gloria, tu poesía, tu corazón, tu cuerpo! Pues yo estoy contento y orgulloso de ti».

    27 de septiembre de 1846: «Cuando leo a Shakespeare me vuelvo más grande, más inteligente y puro. Al llegar a la cumbre de una de sus obras, me siento sobre una montaña, todo desaparece y todo aparece. Ya no soy más hombre, soy una mirada, nuevos horizontes surgen…». 

    30 de septiembre de 1846: «Las tres cosas más bellas que ha hecho Dios son el mar, el Hamlet y el Don Juan de Mozart». 

    17 de octubre de 1846: «Me quieres volver loco de orgullo. Ahora resulta que me admiras, que me colocas bien alto sobre el pedestal de tu amor. Necesito tener la cabeza bien puesta para no me dé vertigo. Y tú te haces pequeña, ínfima. Pero ¿qué soy yo? Je ne suis rien que un lézard litteraire qui se chauffe toute la journée au grand soleil du Beau. Sólo soy un lagarto literario que se calienta todo el día bajo el gran sol de lo Bello. Es todo. No me digas cosas tan lisonjeras porque me humillan en mi sentido común».

    23 de octubre de 1846: «Shakespeare es un coloso que da miedo; es difícil creer que haya sido un hombre».

 III. Las palabras de Louise

Cualquier carta de amor verdadera puede ser cursi o excesivamente carnal. El lector juzgará lo que ella le escribió a Gustave:

    «Con los brazos enlazados, corrimos hacia la sombra de un fresco sendero cubierto que nos ocultaba el día. Allí, con un largo beso y otros innumerables comenzamos nuestra fiesta de amor. La hora es nuestra, la habitación está cerrada. Tú me quitas la ropa. Tus labios se posan sobre mi pecho y mezclamos nuestros estremecimientos. Al besarme toda entera, tus ojos me fascinan con sus destellos. Dos lenguas en la misma boca, fundidas en un mismo beso. Unidos nuestros cuerpos sacuden el lecho con sus fogosos escarceos.  Yo me abandono, feliz y orgullosa. Y mi carne brinca bajo tu carne».

    Seguiremos este trabajo de espeleología de la correspondencia de Flaubert. 

Tomado de https://morfemacero.com/