El laberinto del mundo
José Antonio Lugo
Flaubert a la carta
La aparición de Flaubert a la carta, de Antonio de la Rosa, Premio Málaga de ensayo (Málaga, 2025, Ed. Páginas de Espuma), libro que analiza su correspondencia, nos permite recordar al maestro normando y el porqué de su obsesión por “le mot juste”, la palabra precisa. Para él, lo que no era preciso era de un lirismo estúpido: “Son del mismo pelaje todos los que nos hablan de los amores idos, de la tumba de la madre, del padre, de sus benditos recuerdos, que besan los colgantes, lloran bajo la luna, deliran de ternura al ver a unos niños, desfallecen en el teatro, se quedan pensativos ante el Océano. ¡Farsantes! ¡Farsantes! ¡Fantoches multiplicados por tres! Dan un salto de trampolín sobre su propio corazón para alcanzar algo”.
- I. Victor Hugo como padre
Acabo de volver a ver La historia de Adèle H., la estupenda película de François Truffaut en la que se relata cómo Adèle, la hija de Victor Hugo, se convierte en una persona totalmente tóxica para el hombre que la sedujo. Lo hace convencida de que el suyo es un amor eterno y le vuelve a su amado -que la ve sólo como una conquista más, perteneciente al pasado- la vida imposible. Al hacerlo, en su obsesión neurótica, pierde la razón. Su padre hace que regrese a Francia y la interna en un sanatorio de enfermos mentales, donde permaneció hasta 1915, treinta años después de la muerte del gran escritor. En la vida real, no la pasaron bien los hijos del maestro. Concentrémonos en Adèle, interpretada magistralmente por Isabelle Adjani. Tuvo una relación tormentosa con su padre, que la manipulaba mediante el dinero, lo contrario de la relación idealizada en Los Miserables, donde Jean Valjean es un padre estupendo y magnánimo, y Cosette una niña dulce y obediente. Quizá son tan perfectos porque son una proyeccion de cómo le hubiera gustado a Victor Hugo que fuera su relación con Adèle.
- II. Restaurantes
Hablemos de restaurantes. En La educaciónsentimental tenemos dos: el Magny y el Café Anglais. En este último la cocinera en jefe era Babette, la protagonista del maravilloso cuento de Isak Dinesen El festín de Babette.
En esta obra de la escritora danesa, el menú es sopa de tortuga, maridada con amontillado; blinis Demidoff con caviar y crema agria, maridados con champán Veuve Clicquot; codornices en sarcófago con foie gras y salsa de trufa, maridadas con vino Clos de Vougeot Pinot Noir; ensalada de endivias.
En La educación sentimental, en el Café Anglais… “La Mariscala se dedicó a ojear la carta y se paraba en los nombres raros (…). Se decidió por un sencillo tournedó, cangrejos, trufas, una ensalada de piña y sorbetes de vainilla”. Luego le dijo al capitán: “¡Ah, se me olvidaba! ¡Tráigame también salchichón, pero sin ajo!”. No podemos estar en estos lugares -casi míticos por la literatura-, pero sí imaginar el deleite rabelesiano, pantagruélico, que vivieron los comensales.
- III. Djali
Flaubert siempre reconoció el genio de Victor Hugo a quien veía con admiración, sin dejar de criticar su interés -para Gustave un tanto narcicista- por la política. Hay un puente oculto, un homenaje, entre las obras de los dos. Emma Bovary le pone como nombre a su galga Djali, que es el nombre de la cabrita de Esmeralda, la joven gitana de la novela de Victor Hugo Nuestra señora de París (1931).
- IV. 1857-1884 años de esplendor
En 1857 se publicaron dos libros que cambiarían el rumbo de la literatura francesa (y del mundo) Madame Bovary de Flaubert y Las flores del mal, de Baudelaire.
La acción de la película de Truffaut sobre la hija de Victor Hugo transcurre en 1863. Un año antes se publicaron Los miserables(1862).
En 1868 Flaubert publicó La educación sentimental.
En 1884 J.K. Huysmans publicó Al revés, la novela con la que, según su mentor Emil Zola, le dio un golpe de hacha al naturalismo. Tenía razón el autor de Naná y Germinal.
Los años que van de 1857 y 1884 son años gloriosos para la literatura, fueron los años del esplendor del realismo y del naturalismo.
Con la aparición de la neurótica obra de Huysmans -en la que se inspiró Wilde para El retrato de Dorian Gray– inicia el simbolismo, después del cual vendría, a principios del siglo XX, A la búsqueda del tiempo perdido, la monumental obra de Marcel Proust. Pero esa es otra historia.
El nuevo libro sobre Flaubert, volver a ver La historia de Adele H., recordar los comederos de lujo en el París de finales del siglo XIX y asomarnos a los 27 años gloriosos que van de Madame Bovary a Al revés, nos devuelve a una época maravillosa. Un año después, en 1885, murió Victor Hugo. Dos millones de parisinos fueron a despedirlo. Su cadáver permaneció bajo el Arco del triunfo toda una noche, como un homenaje excepcional. Con su muerte, una época se había terminado.
Tomado de https://morfemacero.com/
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