Cuando un grupo de personas arriesga su libertad, su integridad y su futuro por plantarse frente a un pelotón y decir en voz alta que en Gaza se está cometiendo un genocidio, no lo hace para que tú remates con una broma de barra de bar. No hay ironía que valga frente a más de 60.000 personas asesinadas, miles de niñas y niños muertos bajo bombas pagadas con dinero europeo y millones de seres humanos condenados al hambre como arma de guerra.
Tú puedes pensar que “ya está arreglado el problema de Israel y Palestina” porque los manifestantes han sido apartados de la carretera. Pero lo único que se ha arreglado es la incomodidad de los ciclistas y de la retransmisión. En Gaza, en cambio, lo que sigue arreglándose con fósforo blanco, drones y bulldozers son los cuerpos y las casas de quienes resisten.
Decías que “todos estamos concienciados”. No, Pedro. Si estuviéramos concienciados, no haría falta que estas protestas interrumpieran La Vuelta, ni que activistas se jugaran la cárcel por desplegar una pancarta. Si estuviéramos concienciados, RTVE no daría altavoz a un equipo financiado por el Estado israelí. Si estuviéramos concienciados, tus palabras no sonarían a chiste cruel, sino a denuncia firme.
El deporte no es un refugio apolítico donde todo vale, es un escaparate mundial. En Sudáfrica lo aprendimos con el apartheid y el boicot deportivo. En Palestina lo recordamos ahora, cada vez que una rueda de bicicleta o un balón de fútbol blanquea el genocidio.
Así que, Pedro, lo que quiero explicarte es sencillo: no se trata de incomodar a la carrera, sino de incomodar al genocidio. No es Gaza la que te arruina la retransmisión. Es tu ligereza la que arruina la dignidad.
¿Quieres realmente “arreglar el problema”? Empieza por no burlarte de quienes alzan la voz.
Tomado de https://spanishrevolution.net/
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