La obesidad infantil es un problema creciente en el mundo, y México es uno de los países con mayor porcentaje de su población escolar y adolescente que lo padecen: 37 por ciento. Los cambios de patrones alimenticios propiciados por el sistema neoliberal, que ha modificado los entornos para hacerlos más consumistas de productos chatarra, han provocado esto. Por ello, el gobierno mexicano busca revertir la obesidad infantil, y una de las estrategias es prohibir la venta de productos chatarra, dulces y bebidas azucaradas en las escuelas públicas
Los primeros años de vida de una persona son determinantes para su desarrollo y posteriores etapas hasta que llega a la adultez, por lo que la alimentación es clave para niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, a la par de los cambios en patrones alimentarios –causados en mayor medida por la industria chatarra en beneficio de su capital–, la obesidad en menores de edad ha ido en aumento. El problema ha escalado a tal grado que la obesidad infantil en México se considera una pandemia.
Y es que el país tiene una mayor población infantil con problemas de obesidad respecto de otras naciones: pasó de tener a uno de cada cinco infantes con sobrepeso y obesidad hace 20 años, a uno de cada tres, advierte Simón Barquera Cervera, doctor en nutrición aplicada y epidemiología nutricional por la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de la Nutrición, de la Universidad de Tuftsen, Boston. Al respecto, los censos más recientes indican que 37 por ciento de los menores de edad presentan este problema de salud.
El doctor Barquera Cervera señala que éste es “uno de los principales retos de salud pública de los últimos años. […] Antes, pues este problema de obesidad, por ejemplo, el problema de diabetes, se veían mucho en adultos y ahorita cada vez vemos en población más joven la aparición de sobrepeso, obesidad e incluso enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión”.
Esto se debe en gran medida al cambio de dietas, subraya. “Cada vez más los alimentos naturales se reemplazan con comida chatarra, con alimentos ultraprocesados que no son en realidad alimentos, son productos de consumo que son comestibles o viables, pero que realmente no son lo que en el sentido estricto se podría considerar un alimento”.
Los productos ultraprocesados, continúa, contienen muchos ingredientes “que dañan la salud y que transforman además la alimentación, las preferencias y que vienen acompañados de una publicidad tremenda que también genera todo un caos en las dietas de los más jóvenes”, que llega a trascender para cuando son adultos.
Cuando un niño o niña vive con obesidad, es más común que se mantengan de esa manera hasta su adultez, destaca el también presidente de la Federación Mundial de Obesidad. Y explica que “hay una serie de cambios metabólicos que se dan durante el desarrollo […] que cuando alguien lleva una dieta muy mala de niños, pues les puede afectar incluso en el número de células” que almacenan grasa.
El gobierno de México ha advertido que las y los infantes con obesidad, además, tienen más probabilidad de padecer presión arterial y colesterol alto, que da paso a las enfermedades cardiovasculares; mayor riesgo de ser intolerantes a la glucosa, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2; sufrir asma, apnea de sueño, enfermedades del hígado, ansiedad, depresión, baja autoestima y problemas sociales.
Fuente: elaboración propia con datos de Ensanut.
Un problema en aumento
Desde inicios de este siglo, el porcentaje de la población con sobrepeso y obesidad de niños de 5 a 11 años y adolescentes de 12 a 19, ha aumentado constantemente, como demuestran las encuestas nacionales de Salud y Nutrición (Ensanut), elaboradas por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la Secretaría de Salud.
De acuerdo con la Ensanut de 2006, el 34.8 por ciento de niñas y niños de 5 a 11 años, en México, padecían sobrepeso y obesidad. Esta cifra aumentó hasta 37.3 por ciento en la Ensanut continua 2020-2022, equivalente a 7 por ciento más.
Así también ha ocurrido en el grupo de adolescentes de 12 a 19 años. En 2006, el 33.2 por ciento de ellas y ellos tuvieron obesidad y sobrepeso, lo cual subió hasta 41.1 por ciento para 2022. Es decir, poco más de 20 por ciento de aumento.
En ambos grupos de edad, las mujeres han tenido una mayor prevalencia de sobrepeso frente a los hombres y, al contrario, los hombres presentaron más obesidad que las mujeres en todas las Encuestas de salud, como expone la revista Salud Pública de México.
Revertir el problema
Para contrarrestar este problema, el gobierno de México ha impulsado diversos programas e iniciativas en favor de la salud alimentaria de las personas, desde la implementación del etiquetado frontal de advertencia en productos ultraprocesados, las reformas a la Ley General de Educación y creación de la Ley General de la Alimentación Adecuada y Sostenible, hasta el inicio del programa para dejar de vender productos chatarra, dulces y bebidas azucaradas en las escuelas, y pasar a que los entornos educativos sean espacios sanos.
Los nuevos lineamientos están en vigor desde el pasado 29 de marzo en todos los colegios que conforman el Sistema Educativo Nacional, y son resultado de los esfuerzos que comenzaron en dichas leyes. Para el doctor Barquera Cervera, es “una de las más grandes oportunidades que ha habido en México de mejorar la alimentación y la educación y sobre todo atendiendo un grupo vulnerable que son nuestras infancias y los adolescentes”.
La reforma a la Ley General de Educación, publicada el 20 de diciembre de 2023 en el Diario Oficial de la Federación, indica en su artículo 75, que la SEP emitirá los lineamientos para “la preparación, distribución y expendio de los alimentos y bebidas preparados, procesados y a granel, dentro de toda escuela, en cuya elaboración se cumplirán los criterios nutrimentales que para tal efecto determine la Secretaría de Salud”.
Asimismo, “establecerá las bases para fomentar estilos de vida saludables que prevengan, atiendan y contrarresten, en su caso, el sobrepeso y la obesidad entre los educandos, como la activación física, el deporte escolar, la educación física, los buenos hábitos nutricionales, entre otros”. Además, los establecimientos que distribuyan alimentos “tendrán un compromiso para fomentar estilos de vida saludables”.
Con lo que antes se compraban chatarra y una bebida azucarada, “ahora se toman su vasito de agua y comen algo que sí les está alimentando. Entonces yo creo que tenemos que darle su tiempo, pero es una muy buena estrategia”, añade el académico Barquera Cervera, en entrevista para Contralínea.
Si bien presagia que logrará un impacto positivo, también es seguro que “habrá amenazas y esfuerzos de la industria por neutralizar[lo]”. Ello, porque “todos los cambios generan este tipo de reacciones, o sea, ya lo sabíamos y lo esperábamos, [… pues] hay toda una cadena de intereses que funcionan gracias al comercio de comida chatarra en las escuelas”.
Por tanto, es un gran desafío; pero “hay un gran apoyo y hay mucha gente muy convencida y muy comprometida con mejorar la alimentación y que estaban esperando y que lo agradecen: recibimos fotos de escuelas de todos los estados de México diciendo ‘miren lo que estamos ofreciendo’, y es increíble ver tantas opciones cuando antes decían que era imposible” o que no había opciones saludables.
Escuelas, partícipes del esfuerzo
Para concretar el programa “Vida Saludable”, se necesita de la participación por parte de toda la comunidad en las escuelas. Ana Luisa Domínguez, presidenta de la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP) dice a Contralínea que, desde que comenzó a sonar la posibilidad de que se aplicara, buscaron asesoría para “poder orientar a los colegios en relación a esta iniciativa”. Añade que “varios colegios han acudido a nutriólogos para tener una relación a qué alimentos se pueden ofrecer en las cafeterías”.
No obstante, considera que estos cambios son insuficientes para combatir la obesidad infantil. Ello, porque los alimentos saludables son más caros que los productos chatarra, y el alumnado sigue encontrando alimentos bajos en nutrientes cuando sale de las aulas; por tanto, se debe reforzar la concientización e incluir a los padres de familia.
Resistencia al cambio a la baja
Desde que se anunció la prohibición de alimentos ultraprocesados, chatarra, dulces y refrescos, diversos grupos se opusieron, como en su momento lo hicieron sobre el etiquetado frontal y la regulación de la publicidad en productos chatarra. Pero también padres de familia, las y los estudiantes y hasta los mismos colegios mostraron su enojo.
Así lo constata la presidenta de la CNEP; no obstante, dice que “en este momento me parece que los papás ya le bajaron cinco rayitas a su disgusto. Están acatando la ley y me parece que también están constatando el beneficio de una mejor alimentación. […] Los papás no son problema ahora, me parece que están acatando bien la propuesta y estamos sumando a esta iniciativa”.
También menciona que “hubo colegios incluso que hablaron hasta de ampararse”, pero al final no procedió. “En su momento pues sí hubo mucho descontrol, cierto enojo ciertamente, pero bueno, yo creo que ya se nos bajó a todos el susto de acatar la ley”.
Se pudo hacer antes
Los cambios y acciones que se tienen que hacer para frenar la obesidad infantil, de alguna manera se han propuesto desde hace 30 años, expone el doctor Simón Barquera. “El problema no es que no se hayan querido hacer, sino que el hacerlas requiere pues de mucha capacidad de convocatoria, incluso política y de remar contra la corriente de intereses económicos muy fuertes”.
Por ejemplo, “el impuesto a los refrescos lo propusimos desde 2003 y se aceptó en 2014. El etiquetado de advertencia pues se propuso como desde 2014, pero el etiquetado frontal se propuso desde 2007”, y los lineamientos se aceptaron hasta 2020, o sea 13 años después.
Los lineamientos aprobados este año para impulsar una alimentación sana, alejada de los productos chatarra y ultraprocesados se aprobó, en su primera versión, en 2010; “estamos [en] 2025, o sea, 15 años después, apenas estamos logrando unos lineamientos más adecuados y obligatorios”, describe el doctor Barquera Cervera.
Agrega que “eso quiere decir que sí se han estado intentando respuestas a esta epidemia, pero el interés y el poder económico han generado una fuerza para neutralizar estos esfuerzos que pues ha sido en general muy efectiva. A pesar de ello hemos tenido algunas victorias como implementar los impuestos, el implementar el etiquetado de advertencia, los lineamientos en las escuelas, los controles de publicidad en los empaques”.
Volver los entornos saludables
Para Ana Luisa Domínguez, “en la medida en que en los colegios ofrezcan otro tipo de alimentos”, se puede ayudar a crear nuevos hábitos, que ayuden a mejorar la salud en general de las y los estudiantes.
En la forma tradicional de entender este problema de alimentación “se pensaba que bastaba con tener cierta educación sobre estos problemas o cierto conocimiento, entonces que problema se arreglaría con estrategias educativas y e informativas. Y pues se ha visto que no”, afirma Simón Barquera, pues los entornos son muy determinantes sobre lo que consume una población.
El también director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del INSP añade que “uno puede tener niños que perfectamente conozcan el etiquetado de advertencia, que sepan que los refrescos hacen daño, pero si cuando salen a al recreo, la oferta de productos incluye estos productos [chatarra o ultraprocesados], si los tienen disponibles, esa alta disponibilidad pues va acompañada de un alto consumo”.
Por lo que las intervenciones no pueden ser sólo individuales y educativas, como antes se pensaba, “sino que se tiene que pensar en intervenciones regulatorias para generar un entorno saludable que permita a los que viven en ese entorno, pues tener conductas más saludables”. Añadir a padres y madres es fundamental, pues también intervienen en la alimentación de niñas y niños.
Continuar con los avances
Alejar los productos dañinos de las escuelas es un protocolo de salud “muy bien diseñado, integral, con muchos actores, además: participa Salud, el Instituto Nacional de Salud Pública, el ISSSTE, el IMSS, el DIF, UNICEF, SEP, etcétera”, resalta el presidente de la Federación Mundial de Obesidad.
Incluso hay muestras de que los esfuerzos conjuntos desde la administración pasada, del expresidente López Obrador, han dado resultados. Dentro de la misma revisión a las Ensanut continuas, se presenta una disminución en la cifra. En infantes de 5 a 11 años, bajó e 37.3 a 36.5 por ciento la prevalencia de sobrepeso y obesidad. Y en adolescentes de 12 a 19 años, de 41.1 a 40.4 por ciento. Aunque falta ver si termina por ser estadísticamente significativo, para lo cual se debe esperar alrededor de un año, destaca el doctor Simón Barquera.
Si bien el sobrepeso y obesidad son un problema principalmente por las dietas de las niñas, niños y adolescentes, también se debe reforzar la estrategia a través de conductas del movimiento, buen descanso, salud mental, visual y dental, añade el académico.
Y faltan más cosas por hacer: Por ejemplo, enumera el doctor, ser más estrictos con la regulación de estos productos en redes y publicidad de influencers; aumentar más los impuestos a la industria; evitar la publicidad en espacios cercanos a la niñez.
De acuerdo con la revista Salud Pública de México, en 2023, el 67.6 por ciento de los escolares de 10 a 14 años en el país estaban clasificados como inactivos, el 80.1 por ciento pasaba más de 2 horas frente a una pantalla, 62.6 por ciento no dormía suficiente y 36.7 por ciento no cumplía con ninguno de los tres comportamientos de movimiento (CM), que son la actividad física, sedentarismo y sueño.
Respecto a los adolescentes de 15 a 19 años, el 46.2 por ciento eran considerados inactivos, 91.5 por ciento pasaba más de 2 horas frente a una pantalla, 42.3 por ciento no dormía las horas recomendadas para su edad y 13.1 por ciento no cumplía los tres comportamientos de movimiento.
Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/
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