Las alucinaciones solamente pueden ocurrir cuando estamos despiertos… ¿No? Por definición, probablemente; por experiencia, probablemente no. Desde la antigüedad, filósofos y científicos se han sentido abrumados por los fenómenos perceptivos que aparecen en los márgenes de la consciencia, y entre los pocos acuerdos al respecto, uno de ellos es que existe un estado inconsciente de la mente capaz de generar «realidades falsas», pero sorprendentemente convincentes: los sueños.
El investigador francés Alfred Maury ya observó, en el siglo XIX, que existía un espectro continuo entre los sueños y las alucinaciones, tanto en su forma como en sus causas. Con el tiempo, diversos estudios sobre trastornos como la esquizofrenia mostraron alteraciones del sueño en pacientes que también experimentaban alucinaciones. Esto llevó a muchos investigadores a pensar que sueños y alucinaciones podrían compartir una raíz común, quizá relacionada con la intrusión de los mecanismos del sueño REM (el de los sueños vívidos) en la vigilia. En otras palabras, se empezó a especular que ciertas alucinaciones no serían otra cosa que fragmentos del sueño que se cuelan en la conciencia despierta. Aun así, gran parte de los manuales médicos continuaron –y continúan– distinguiendo de forma tajante entre las alucinaciones típicas de la vigilia y las que aparecen alrededor del sueño.
Dentro de este territorio misterioso se encuentran las alucinaciones hipnagógicas. El término hipnagógico proviene del griego hypnos, que significa sueño, y agogos, que significa conductor o líder; literalmente, «que conduce hacia el sueño». Por tanto, este tipo de alucinaciones son aquellas percepciones espontáneas y vívidas que surgen en el momento en que uno se está quedando dormido. Suelen aparecer de forma involuntaria, sin que la persona pueda controlarlas, y pueden ir acompañadas de emociones intensas, desde la curiosidad hasta el miedo. El contenido de estas experiencias suele ser visual, como figuras geométricas, animales, rostros o figuras humanas. No obstante, también los elementos auditivos son comunes, entre ellos las voces, pasos o incluso piezas de música.
El contenido de las experiencias hipnagógicas suele ser visual, como figuras geométricas, animales, rostros o figuras humanas
En cuanto a su prevalencia en la población, algunos estudios indican que hasta un 70 % de las personas las ha experimentado al menos una vez en la vida, aunque solo una minoría las vive con frecuencia. Aparte, la mayoría de las personas las experimentan en épocas de estrés, fatiga o alteraciones del sueño, aunque para unos pocos pueden repetirse lo suficiente como para causar malestar.
Hoy por hoy, los expertos clasifican las alucinaciones hipnagógicas como fenómenos transicionales, es decir, una especie de sueño despierto causado por la superposición de los sistemas neuronales del sueño y la vigilia. Esto es porque en un inicio de sueño normal, las regiones cerebrales responsables del procesamiento sensorial y del movimiento voluntario comienzan a desconectarse, mientras los circuitos que generan los sueños se van activando poco a poco. Cuando la coordinación entre estos sistemas falla, las imágenes oníricas pueden irrumpir en la conciencia antes de que el resto del cerebro se haya «dormido». De este modo, la experiencia hipnagógica no es señal de ningún trastorno, sino una descoordinación de la supercompleja coreografía cerebral durante los pasos de la vigilia al sueño.
Desde el punto de vista psicológico y filosófico, estas experiencias plantean preguntas fascinantes sobre la naturaleza de la conciencia. Son la revelación de que la percepción no se apaga como una luz, sino que titubea mientras una red neuronal cede el paso a otra. En cierta manera, el cerebro en transición está simultáneamente despierto y soñando. Algunos estudios de neuroimagen muestran que las cortezas visual y auditiva permanecen activas durante esta fase, aunque su actividad se desacopla de los estímulos externos y pasa a estar dominada por señales internas.
La experiencia hipnagógica no es señal de ningún trastorno, sino una descoordinación de la compleja coreografía cerebral
Sin embargo, antes de que la neurociencia pudiera explicar las alucinaciones hipnagógicas, se interpretaban a menudo como encuentros sobrenaturales. ¿Acaso había una explicación más convincente que la idea de que una sombra del inframundo venía a visitarte en la oscuridad para susurrarte algunos de sus secretos?
Múltiples artistas e inventores aprovecharon esos secretos como fuente de inspiración. Se dice que Thomas Edison o Salvador Dalí utilizaban los estados hipnagógicos para tomar ideas. Por ejemplo, existe el mito de que sostenían objetos metálicos en las manos para que, al quedarse dormidos y relajarse los músculos, el ruido al caer los despertara justo cuando las imágenes empezaban a florecer. Anotaban entonces las visiones fugaces antes de que se desvanecieran. Asimismo, se dice que, un día, cuando el químico August Kekulé se quedó medio dormido frente a la chimenea, visualizó una serpiente que se mordía la cola y comprendió así la estructura en anillo del benceno, algo que hasta entonces era una incógnita para la comunidad científica. Actualmente, algunos investigadores estudian esa misma fase liminal como una ventana al proceso creativo, un momento en que los filtros lógicos se debilitan y la imaginación se desata.
En conclusión, la diferencia entre sueño y vigilia no se explica como un interruptor que se enciende y se apaga, pues es un espectro tan complejo que, en algunas circunstancias, puede mostrar sus defectos, y es entonces cuando uno descubre la fragilidad de lo que siempre hemos llamado «realidad».
Tomado de Ethic.es





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