Entre los presocráticos y la filosofía helenística de la ética y de la política, Demócrito (460 – 370 a. C.) es considerado el padre de la física y de la ciencia moderna por la creación del concepto del átomo.
A pesar de ser contemporáneo de Sócrates, se dice que Demócrito fue el último presocrático por centrar sus ideas en el concepto de la physis, el buen orden de la naturaleza, así como en el optimismo ontológico de esta, en vez de indagar en el ser y la virtud. Nació en Abdera, que actualmente se encuentra en la región de Tracia, en Grecia; viajó por todo el mundo conocido y fue discípulo de Leucipo: muchas veces se estudia a estos dos filósofos juntos, puesto que ambos abordaron el atomismo antiguo y desarrollaron una explicación de la realidad basada en una nueva forma de concebir el ser y el vacío.
Poco ha sobrevivido de la obra de Demócrito, unos trescientos fragmentos con una extensión similar al aforismo, a pesar de que escribiera 52 obras sobre ética, física, matemáticas, música, lengua y literatura. Sin embargo, su contribución a la filosofía destaca por fundar del atomismo antiguo, que años después estudiaría, analizaría y divulgaría Aristóteles. Del atomismo de Demócrito no nos han llegado fragmentos literales, pero sí referencias muy fiables.
Durante la historia (sobre todo en el Renacimiento) se le representó en contraposición a Heráclito. Era conocido como «el filósofo risueño», pues creía que los actos humanos eran más dignos de la risa y de la ironía que del sufrimiento y del llanto heraclitiano. Se dice que gracias a su buen temperamento logró vivir más de 100 años.
Atomismo
Demócrito consideró que la materia está constituida por elementos básicos indivisibles, llamados átomos. Así, un número infinito de átomos que se mueve constantemente en el vacío constituye lo que es el universo. La realidad se divide, según el filósofo, en dos estados: lo lleno (los átomos) y lo vacío, el ser y el no ser, respectivamente. El ser es lleno y sólido, mientras que el no ser es vacío y sutil. Los dos constituyen las causas materiales de lo que es visible, y se diferencian entre sí únicamente por su forma y su posición. Los átomos no se pueden cortar ni se pueden dividir; este hecho hace que no haya libertad en ellos. Además de ser infinitos en número, tienen formas y tamaños infinitos.
La realidad se divide, según el filósofo, en dos estados: lo lleno (los átomos) y lo vacío
Los átomos están sujetos a cambio según su posición en el vacío. Son increíblemente pequeños, por lo que escapan a nuestra percepción. Solo son visibles los conjuntos que constituye la agrupación de muchos de ellos, cuando forman un objeto. Los átomos estarían, según Demócrito, flotando en el vacío sin caer hacia ninguna parte; solo muestran una tendencia a moverse cuando intervienen en un remolino dentro del vacío y se dirigen al centro para formar un objeto. También colisionan y se desplazan en el vacío de acuerdo con su desigualdad y las diferencias infinitas de cada átomo. En este desplazamiento, o se chocan o se entrelazan y producen una estrecha vecindad entre ellos.
Además, este atomismo no solo da lugar a la formación de materia, sino que está ligado al alma de cada persona: para Demócrito, el alma se trata de un conjunto de átomos esféricos. Estos átomos esféricos no permanecen en el interior de cada persona durante toda la vida, sino que vagan por el aire y se incorporan al interior del cuerpo con la respiración.
La teoría de los átomos que expuso Demócrito fue bastante avanzada, hasta el punto de que tendríamos que esperar el desarrollo científico que se inició en el siglo XVIII y que progresó en el XIX y el XX para volver a conocer una nueva teoría atomista.
Ética y teología
A pesar de que Demócrito haya pasado a la historia por el atomismo, durante su vida también fue conocido por sus tratados sobre la ética y el conocimiento humano. Desarrolló la ética del justo medio, donde explicó que ningún extremo es conveniente para el ser humano.
También sostuvo que no conocemos nada verdadero, sino solo los cambios que lo material produce en nuestro cuerpo. «Nosotros en realidad no conocemos nada verdadero, sino los cambios que se producen según la disposición del cuerpo y de lo que en él se introduce o le ofrece resistencia», expresó en uno de los fragmentos que sobreviven de su obra.
Esta creencia de lo real o lo imaginado la trasladó a su exposición teológica: si bien no negó completamente la existencia de los dioses, sí fue reconocido por su escepticismo. Así lo muestran dos aforismos del filósofo: «(Los nombres de los dioses) son imágenes sonoras», «son (¿los dioses o las mujeres?) estatuas dignas de contemplar por su indumentaria o su aderezo, pero faltas de corazón».
Tomado de Ethic.es





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