Administración de los males públicos
Jorge Pech Casanova
Al perder las elecciones presidenciales en 2020, Donald Trump incitó a sus seguidores a revertir las elecciones y colocarlo de nuevo en el cargo. El 6 de enero de 2021 una multitud de partidarios de Trump se reunió alrededor del edificio del Congreso estadounidense, el Capitolio, en una protesta que terminó con el asalto masivo al edificio.
Cinco personas resultaron muertas, hubo más de trescientos heridos, incluyendo 174 oficiales de policía, y en los meses siguientes, cuatro guardias que frenaron el asalto se suicidaron. La turba causó daños por más de dos millones y medio de dólares. Trump, quien debió ser encarcelado por alentar el motín, quedó en libertad. En los años siguientes preparó su reelección y está en campaña de nuevo por la presidencia de su país.
Hasta el 13 de julio de este año, la campaña de Trump iba ganado terreno a pesar de la cuestionable figura del ex presidente. En esa fecha, mientras soltaba uno de esos discursos de odio que entusiasman a sus partidarios, Trump fue herido en la oreja por los fragmentos de una pantalla, cuando un tirador que le disparó desde un techo, erró el blanco.
Poco después del atentado fallido, los medios de comunicación difundieron que el francotirador, Thomas Mathew Crooks, fue ejecutado por agentes del servicio secreto segundos después del ataque. Para confirmar que el atentado fue real, se difundió asimismo que Corey Compeatore resultó muerto por uno de los disparos y otras dos personas, David Dutch y James Copenhaver, sufrieron heridas de bala, además del candidato.
Compeatore era ingeniero de proyectos y herramientas en una empresa de fabricación de plásticos, y participaba como bombero voluntario en su localidad. Los medios pregonaron que el asesino arrancó la vida a un héroe americano.
Al día siguiente del atentado, el gobernador de Pensilvania Josh Shapiro declaró en un discurso: “Corey era bombero. Corey iba a la iglesia todos los domingos. Corey amaba a su comunidad y, más especialmente, Corey amaba a su familia. Corey era un ávido partidario del expresidente y estaba muy emocionado de estar allí anoche con él en la comunidad”.
Quien recibió los mayores elogios y felicitaciones fue el candidato Trump. Con una herida en la oreja derecha causada por la astilla de vidrio de su teleprompter que destrozó un balazo, Trump está recibiendo no sólo felicitaciones de sus partidarios por salir vivo, sino la mitificación de su persona: “Alguien allá arriba cuida a Trump. Puede resistir las balas. El hombre más vigoroso del mundo…”, son algunos de los comentarios que recurren por la red de mensajes de odio X, antes Twitter.
Trump mismo precipitó las reacciones delirantes de sus seguidores al reaccionar con imprudencia tres minutos después del atentado, cuando sus guardias recibieron informes de que el tirador fue abatido. Mientras los agentes intentaban cubrirlo, el candidato se zafó de ellos e hizo un gesto de triunfo, con el puño levantado, hacia su auditorio. Las cámaras de los medios de comunicación reproducen ese gesto, y un oportunista falsificador —acaso el mega magnate Elon Musk— enseguida añadió a esa imagen una bandera de las barras y estrellas ondeando tras la cabeza del herido.
A la semana del atentado, Trump reanudó su campaña, mostrando un llamativo vendaje en su oreja derecha para recordar a todo su auditorio el fallido ataque de Crooks el 13 de julio. Dos semanas después, quizá preocupado por la estética de su oreja, el ex presidente se presentó públicamente sin vendaje alguno.
Por la insensatez y temeridad de Trump, no faltó quienes pensaran que el atentado fue un montaje publicitario. Los partidarios del hombre con la oreja rajada rechazan esa versión: están, para probarlo, el fallecido bombero (en realidad, ingeniero) y los heridos Dutch y Copenhaver, además de cientos de testigos. Además, el riesgo de que el tirador acertara era enorme (los medios han insistido en que un casual movimiento de cabeza de Trump evitó que la bala acertara en su sien).
El atacante tenía veinte años de edad, tuvo una educación convencional y, aunque un año antes intentó formar parte de un grupo de tiradores, fue rechazado por su torpeza evidente. Sin embargo, el 13 de julio logró evadir la vigilancia del servicio secreto en el mitin de Trump pese a que, además de su rifle, iba cargando una escalera de mano con la cual subió a un techo para poder dispararle al político-empresario.
El último atentado fallido a un máximo mandatario estadounidense lo cometió John Hinckley el 30 de marzo de 1981, al disparar seis veces contra Ronald Reagan un revólver calibre .22. Ninguno de los tiros hirió al presidente de 70 años de edad, aunque sufrió un rozón en el pecho.
Hinckley, sometido por los agentes del servicio secreto, fue procesado por intento de asesinato y declarado inocente por demencia. Ingresó a un manicomio hasta 2016, cuando salió libre bajo palabra. En 2022 se le concedió la libertad incondicional. Hinckley, dedicado a escribir canciones, declaró a la familia Reagan que en 2004 recibió con pesar la muerte del ex presidente (por causas naturales). El 17 de julio de este año, el fallido magnicida dijo al público: “La violencia no es el camino a seguir. Denle una oportunidad a la paz”.
Pese al caso de Hinckley, en el que víctima y victimario sobrevivieron, los medios insisten en comparar el atentado de este 13 de julio con el que le quitó la vida al presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963. Tras ese ataque, el presunto asesino Lee Harvey Oswald no sobrevivió mucho tiempo: fue asesinado dos días después por el mafioso Jack Ruby, quien a su vez apareció muerto en su celda el 3 de enero de 1967.
Tras el atentado, han crecido las posibilidades de Trump para convertirse en el primer ex presidente reelecto de los Estados Unidos. Su intento de reelección mientras aún era presidente en 2020 culminó en un golpe de estado fallido, pero eso no preocupa a sus enceguecidos y rabiosos partidarios, quienes en 2021 habían preparado una horca junto al Capitolio para colgar a la senadora Nancy Pelosi, vehemente opositora de Trump.
Las consecuencias del fallido atentado son ominosas. Justo cuando el ataque del francotirador le rajó la oreja, Trump estaba lanzando un mensaje contra las personas migrantes que intentan residir en Estados Unidos: “Miren esa gráfica. Vean esa flecha en la parte inferior. La gran flecha roja. Eso era cuando dejé la presidencia […] Esa flecha es la cantidad más baja de inmigración ilegal nunca antes registrada en la historia de nuestro país. Y luego, el peor presidente en la historia de nuestro país asumió el cargo, y miren lo que le pasó a nuestro país. Probablemente veinte millones de personas [ingresaron ilegalmente]”.
Ahora la vicepresidenta Kamala Harris sustituirá al senil Joe Biden en la campaña contra el golpista. Si Trump no odiase tanto a los mexicanos, cuando se pavonea diciendo “recibí un tiro por la democracia”, podría cantar el corrido de El Oreja Rajada, que relata cómo un potrillo con ese apodo, en la carrera contra una yegua, perdió la competencia. “Dicen que ganó el Oreja, pero que se la robaron”. Con su rasgadura, Trump aún tiene incierta la competencia en la que lo impulsan su probado rencor y la errónea conmiseración.
Tomado de https://morfemacero.com/
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