Colaboraciones
Nuno Júdice
El pasado 17 de marzo, murió el gran poeta portugués Nuno Júdice. Nacido en 1949, tiene una vasta obra poética que suma más de treinta títulos de libros de poemas, amén de una importante obra crítica y diversas traducciones, entre las cuales se encuentra una selección de poemas de Ramón López Velarde. Desde sus primeros libros de poemas recibió diversos premios en varios países, uno de los más recientes, en México, en 2023, el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde. Su obra es única, por la conjunción entre inteligencia y sensibilidad, raíces clásicas y contemporáneas, reflexiones sobre el tiempo, el amor, el misterio indescrifrable y cotidiano, el asombro y las metamorfosis cotidianas.
La poesía mundial ha perdido a una de sus voces más serenas, indeclinables, transparentes y hondas. (BLP)
Metafísica
A veces, un verso transforma el modo en que
se mira el mundo: las cosas se revelan
en donde nadie las suponía; y
el centro se mueve de donde estaba, desde
el origen, forzando al pensamiento a rodar
en otra dirección. El poema, sin embargo, no
tiene por fuerza que decirlo todo. Su
esencia reside en el fragmento de un absoluto
que algún dios se llevó. Miro
ese vestigio de la totalidad sin ver más
que eso –el resto de la antigua
perfección– y dejo atrás el camino
de la idea, la ambición teológica, el sueño del
infinito. ¿De qué eternidad me olvido,
entonces, en el fondo de la estrofa?
Poética
Eviten el modelo griego: la perfección de las líneas,
la limpidez del mármol, el azul del mar. En el fondo,
la luz nace ahí donde el cuerpo se deja contaminar
por los colores oscuros del amor, como un tallo
de invierno; y es en el interior del fruto podrido por
la lluvia que la vida insiste.
Un motivo de Wagner
La música se atraviesa en mi memoria
de ti. Un pez de acuario al que le falta aire
se transformó en un aullido de violín; y
el humo del cigarro se incendia como
el corazón de los amantes.
Consumo las palabras en el cenicero
del poema. La ceniza se deshace: pura
estrofa que la corriente de aire dispersa.
(¿Sólo esto me dejaste? Pero
¿qué es este sabor amargo de soledad
en la resaca de la noche?)
Así, tu imagen me llega
con la pintura azul del crepúsculo; y es
también entonces que te escribo,
cuando la lluvia golpea los vidrios
y su inquietud contamina el verso.
Elegía
La primavera es la estación de los suicidas.
Como pájaros, cantan en los árboles negros del poniente;
sus ojos miran la tierra, con la avidez
de la noche; y saltan de rama en rama, con el cuerpo
pesado como el fardo del que se quieren librar.
Veo, sin embargo, la débil luz de sus ojos.
Los suicidas primaverales no traen el impulso brusco
de los saltos estivales; ni se confunden con las olas
que mueren en el invierno. Se despiden despacio, con
gestos vagos como el horizonte.
Y sus labios se vuelven blancos,
cuando los beso, y me sorben el alma en un estertor
blando de sábanas olvidadas en el suelo
del infinito.
Semiología
Digo: el amor. Hay palabras que parecen sólidas,
al contrario de otras que se deshacen en los dedos.
Soledad. O incluso: miedo. Podemos escoger
las palabras, meterlas dentro del poema como
si fuera una caja. Pero no esconderlas. Ellas
se quedan en el aire, invisibles, como si no necesitaran
de los sonidos con que las decimos.
Y luego, el efecto de las palabras. Su rotación
en la cabeza, y por las arterias, hasta el centro:
el corazón. Dicho con otra palabra: el
amor. Pero no hablo de sinónimos; a fin de cuentas,
hay palabras que encierran lo contrario de lo que
significan, y sólo las conoce quien ama, si
la vida no lo llevó por caminos confusos.
Te amo. También podría decir: la soledad
con que te amo, o el miedo de amarte. Con
una palabra se puede hacer todo, en una página,
cuando lo que está ahí es un poema. Sin embargo,
estas palabras me conducen a ti, es decir,
te hacen vivir dentro de ellas. Por eso
todo se confunde: el amor, la soledad, el miedo,
y hasta la vida, que también es una palabra.
Poética
Atraviesa el túnel del verso,
oyendo el agua gotear en las cesuras:
música de antiguas lluvias,
que atraviesan las edades y las rimas,
dejando en los labios el ritmo
de una obvia monotonía. Como
si todo fuera incomprensible,
finge perderte en la salida, cuando la luz
de un sentido te deslumbra; después,
recupera la dirección correcta: aunque
haya otras además de esa, y
otras invisibles en el lugar que dejaste. Pero
no mires hacia atrás: lo que quedó es
lo irrecuperable; y ninguna ruta
te lleva de regreso al origen, así como
ningún brazo futuro te restituye
el amor revelado en un primer abrazo.
Remordimiento
Son cosas pequeñas: las
ventanas que golpean con el viento,
interrupciones de frase en la
memoria de un deseo,
los cabellos sueltos
con el interruptor que
trae de vuelta la luz. Pero
eso es lo que recuerdas cuando
no parece haber
nada alrededor de ti; y la noche,
que te podía envolver
con la sábana fría del último
silencio, olvida que
existes. Entonces, extiendes
las imágenes dentro de ti,
como si todavía pudieras vivir
cada una de ellas. No duermes:
y sólo cuando la luz de la mañana
te recuerda que es de día,
y los párpados parecieran de
plomo, entonces lamentarás
las horas en blanco, el sabor ácido
de la resaca, y el amor que perdiste
en la indecisión de un abrazo.
Amnesia
Me olvidé de lo que dicen las líneas entre los
versos. Sin embargo, lo que ellas dicen está ahí,
como el amor que no se puede decir. El nombre que
sólo se murmura, de noche, insiste
cuando leo esas líneas que hablan de cosas banales,
como el viento, la primavera, y el dolor de alguien
que no conozco. Pero lo que está dentro
de los espacios vacíos, entre líneas, sólo
me recuerda el blanco de un cielo donde las nubes
se demoran, o el fondo de tus ojos que
no se confunde con el color de ningún verso.
Antes de la partida
En las estaciones de los trenes del centro,
por donde pasan los del norte hacia el sur, y los del sur
hacia el norte, los del este hacia el oeste y
los del oeste hacia el este, y todos hacia todas partes
y a ninguna, se venden periódicos en todos
los idiomas posibles. Miro los puestos
para ver los titulares, toco las hojas, las de los
buenos y los malos, los ricos y los pobres, los que
traen suplementos y los que sólo tienen unas cuantas
páginas de información y anuncios; y cada uno
de esos periódicos es un mundo, vidas a las que nunca tendré
acceso, historias que empiezan y acaban en una columna
interior, en media docena de líneas. Sin embargo, sé
que el amor y la muerte, a pesar de las diferentes lenguas,
son los mismos en cada una de esas noticias; que
las tragedias y las alegrías se cuentan con el mismo
estilo, y sólo el título da énfasis a la emoción
que desaparece con la lectura. Por eso, no necesito
leer todos los periódicos de principio a fin, ni
saber todas las lenguas del mundo, para conocer
la realidad del hombre. Sin embargo, al pasearme
por los puestos, sin mirar en realidad lo que muestran,
sólo mezclo emociones y frases, palabras
e imágenes, hago rodar un día entero, sin saber por qué
o nada más porque ese es, finalmente,
el movimiento del mundo.
Poemas de Nuno Júdice, del libro El movimiento del mundo, edición bilingüe, traducción de Blanca Luz Pulido, de próxima aparición, editado por Textofilia Ediciones, la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Instituto Camoes.
Tomado de https://morfemacero.com/
Más historias
Antigua Aduana de Peralvillo, el histórico inmueble que aloja al Museo Indígena
Las caricaturas de Benito Juárez: entre la sátira política y la libertad de expresión
Minera Cuzcatlán: defensoras del territorio en peligro