noviembre 10, 2025
El Inicio del fin de la fábrica de sueños

El Inicio del fin de la fábrica de sueños

“El diálogo futurista en las páginas finales de Atardecer en la maquiladora de utopías es una verdadera joya. Si después de recibir esta papilla en la boca no entendemos, es momento, por favor, de dejar de herir al Arte y dejar...Tomado de https://morfemacero.com/

Colaboraciones

Siegrid Wiese

Atardecer en la maquiladora de utopías de Robert Valerio sonó como un disparo en el momento de su publicación, y su eco sigue reverberando a través de los años en el mundo artístico oaxaqueño.

     De humor elegante y análisis certero, este libro aborda la práctica plástica en Oaxaca de la segunda mitad de los años 90. En él, Valerio da cuenta del juego económico-político que determina qué es lo que se muestra en las galerías y en los museos; nos abre la puerta de la trastienda para mostrar lo que no vemos, los mecanismos que determinan el mercado. Robert se cuestiona de dónde viene ese movimiento económico-ideológico que articula el arte en Oaxaca. Su objetivo: desenmascarar eso que no es claro para los demás, transparentar, mostrar el mecanismo oculto. Con una mirada amplia y filosa Robert Valerio logra desmarañar el quesillo, alzando la bandera roja del estado de la crítica en Oaxaca, que queda pobre en percepción artística y arrastra con esto en muchos casos la creación misma.

         La hoy trillada Escuela Oaxaqueña de Pintura era en ese entonces intocable; esa manera de pintar muy de aquellos años termina siendo portavoz de las atracciones turísticas y nombra a Oaxaca como “la meca espiritual mexicana”, según sugiere Alicia Azuela. Pero entonces, ¿de dónde viene todo ese mundo artístico? ¿De los maizales de Ocotlán en el caso de Rodolfo Morales? ¿O viene de más lejos, quizás de los trigales de Van Gogh?

       Es importante que Oaxaca sea sede de artistas de otros lados de México y del mundo; que las artes no se desliguen de lo que pasa afuera del “reino encantado”; esto es sumamente benéfico para lograr que el arte sea un lenguaje universal, que aunque se toquen temas locales resulte una puerta abierta para llegar al alma. En ese contexto la critica debe ser una ventana y no un espejo, como bien lo dice Robert.

      En el libro que hoy celebramos Susana Wald expresa inconformidad por el rechazo hacia los artistas foráneos. Hoy en día eso ha cambiado en Oaxaca pero nos ocasionó un avance lento, lo que nos hace llegar siempre tarde a todo, quedar desfasados por miedo a no aprender a dialogar con un lenguaje más amplio; siempre es más fácil quedarse cerca de la zona de confort. Pero esto cobra un precio muy alto: responder a las exigencias de un mercado viciado que limita la experimentación y por ende el crecimiento. Así trabajaron los artistas y algunos cuantos hasta el día de hoy, manipulando una tradición y un lenguaje local. Cito a Luis Zárate: “Lo tradicional está bien pero ¿por qué no podemos hacer algo a partir del instante preciso en el que estamos?” Este comentario consignado en el libro de Robert Valerio me parece una de las claves: ahí está la carne viva, la que arde.  

       Es importante darnos cuenta de que encerrarnos en un mundo local nos corta las alas, el mundo está conectado y el diálogo puede ser mucho más amplio e interesante. Dialoguemos con palabras o con imágenes, hagamos crítica con letras o con trazos.

      Aunque muchos sentimos la palabra “crítica” como una palabra destructora o muchas veces como un palabrerío endulzado, existe la esperanza —gracias a la punta de lanza que resulta ser este libro—-, que deje de ser en la mayoría de los casos proporcional a la cantidad de billetes que los intereses vacíos producen. En este libro el autor nos deja claro que la critica no tiene un afán destructor; debemos de abordarla desde el conocimiento para crecer. Sugiere evitar el halago pero tampoco estar en contra. Si no hay critica no hay propuesta. Hay que ser valientes y aceptar una visión honestamente escrutadora.

      De la mano de Valerio avanzamos y descubrimos más de lo que creemos que existe en este libro. Robert deja su piel en cada capitulo y en ese ejercicio de desollamiento podemos ver la esencia de los artistas y de él mismo como autor y como artista —no olvidemos que era un maravilloso poeta—, algo que yo agradezco infinitamente porque de eso se trata la vida. En cambio usar pieles ajenas me parece un terrible desperdicio.

      ¿Qué pasa cuando no hay crítica? Todo mundo hace lo mismo, terminan copiándose unos a otros porque no existe una búsqueda profunda, pintan desde afuera para salir ilesos ante el universo. Una cita con el Universo es lo que deberíamos tener justamente. Hagamos esto si queremos aportar algo valioso, seamos canales para traer al plano físico lo que no se ve pero mueve armoniosamente al mundo.

      Considero que este libro es un barco, nos ha salvado de ahogarnos.

Si este libro no existiera, posiblemente seguiríamos nadando en el agua sucia –– cito a Plinio Villagrán en uno de los capítulos de Estación Antequera—. Este maravilloso libro es un artefacto que se contrapone a la ideología de los años 90, y gracias a eso hoy en Oaxaca tenemos la cabeza fuera del agua turbia, invitándonos a la valiosísima autocritica para salir ilesos del crash después del boom.

       Hoy el concepto de Escuela Oaxaqueña de Pinturaestá bastante superado, el barco ya navega hacia otro lado, hacia las propuestas conceptuales, al enriquecimiento entre disciplinas, al arte fuera del cubo blanco. Pero también de ese lado tenemos una problemática: cuando se valora más un plátano pegado en la pared que un cuadro colgado en un museo estamos desfasados nuevamente. Ahora, si lo analizamos desde las herramientas de la crítica no está mal, es parte de un proceso, de un cambio, de una búsqueda que afortunadamente experimentará una depuración natural y, estoy segura, encontraremos el punto exacto donde el compartir artísticamente se convierta en un acto sublime.

        Estas disidencias en México han dado claves para lo que sucede hoy en el mundo del arte. Por ejemplo, en nuestro país el movimiento de la Ruptura dio paso a un lenguaje más cosmopolita no sólo para los mexicanos. Este tipo de movimientos que accionan en pro de la libertad son los que producen los cambios que a su vez nos llevan al crecimiento como humanidad, a la importancia de situarse en el tiempo y no en el lugar.

      El arte refleja la realidad del mundo. Hoy día debiera tener un contenido terrible, un contenido esperanzador, un contenido de amor, un contenido de problemática, un contenido de crítica social, de crítica ambiental o un contenido que nos abrace amorosamente para llenarnos de esperanza. Pero ¿qué sucede?

      Aunque ahora mucho menos, seguimos con el pensamiento localizado en una tierrita, llamémosle Oaxaca, México, Canadá o China. Seguimos siendo locales en nuestra tierra. Lo que sigue es conocer lo que hay fuera de los territorios, salir del cuerpo, traer el lenguaje de las estrellas, hablar, escribir, bailar, pintar con nuestra propia luz. La luz de cada uno de nosotros es lo más valioso que hay y los artistas, cualquiera que sea nuestra disciplina, tenemos el compromiso y la obligación con el mundo de hablar con este idioma. Si no es así mejor dediquémonos a otra cosa y dejemos de estorbar.

      El diálogo futurista en las páginas finales de Atardecer en la maquiladora de utopías es una verdadera joya. Si después de recibir esta papilla en la boca no entendemos, es momento, por favor, de dejar de herir al Arte y dejar de confundir a los que vienen atrás.

     La libertad aunque nos incomode persiste

     “El Inicio del fin de la fábrica de sueños” hoy cumple 26 años.

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Atardecer en la maquiladora de utopías. Robert Valerio. Crítica de la pintura oaxaqueña.

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