“Pensar –dice Adorno– que después de la Segunda Guerra Mundial la vida podría continuar ‘normalmente’ su curso, o que la cultura podría ser ‘restaurada’ es sencillamente idiota. Millones de judíos han sido asesinados, y eso no es más que un interludio, y no todavía la verdadera catástrofe”. Con este y otros fraseos, Teodoro Adorno –filósofo de la Escuela de Frankfurt– define a la modernidad en el texto Mínima Moralia. Y parece que la verdadera catástrofe es el genocidio que ocurre en Gaza mientras escribo estas líneas.
Los filósofos de la Escuela de Frankfurt, una corriente de pensamiento situada en el marxismo crítico en el periodo de entre guerras en el siglo XX, tenía como objetivo académico y político hacer una crítica radical a la modernidad capitalista. Esa modernidad que había traicionado sus principios y valores político liberales surgidos de la ilustración y la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. La marcha del progreso lo que en realidad trajo fue destrucción y muerte. Entre otras líneas de investigación social, esta Escuela se interesó por analizar la masificación de la cultura y la burocratización de la sociedad.
Teodoro Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin y Herbert Marcuse, por nombrar a algunos, fueron no sólo testigos, sino también víctimas de manera directa o indirecta, del nazismo y de la persecución y aniquilamiento de los judíos. El totalitarismo y el ascenso del fascismo también estuvo entre sus intereses académicos. Pero ¿cómo se conecta esta escuela de pensamiento con la actualidad y con el genocidio en Gaza?
Hace un par de semanas se presentó el informe De la economía de la ocupación a la economía del genocidio, en el que se hace una relación pormenorizada de la forma en que grandes conglomerados, industrias, universidades, empresas high tech y gestoras de inversiones han hecho jugosas ganancias con la ocupación de Palestina y con el genocidio y destrucción de Gaza desde octubre de 2023. El proyecto de la Escuela de Frankfurt asume a la crítica como método, pero conectado a la acción política, eso es lo que Adorno y Horkheimer reivindican, por un lado, y por otro es importante señalar que en su obra Dialéctica de la Ilustración hacen la crítica a la modernidad, a la razón instrumental y a la marcha del progreso que nos lleva a la barbarie y la catástrofe.
En este texto me interesa señalar sobre todo a las corporaciones globales monopólicas y rentistas dedicadas al negocio de internet, a las plataformas que ofrecen servicios y a las universidades. En el documento se menciona a Alphabet (Google, Youtube, etcétera), Microsoft, IBM (que se ha documentado colaboró con el nazismo en tiempos de la segunda guerra mundial), HP, Airbnb, MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), y las dos gestoras de inversiones más importantes que tienen acciones en estos conglomerados globales, además de inversiones en corporaciones militares, se trata de BlackRock y Vanguard Group. Todas estas corporaciones contribuyen a la ilegalidad de la ocupación de Palestina, a la perpetración de crímenes de guerra, a la violación de derechos humanos y de la sistemática violación del derecho internacional por parte del estado ocupante y colonizador, Israel.
A la luz del papel que tienen estos desarrollos tecnológicos y corporativos en legitimar y llevar a cabo la expansión colonial de Israel a través de otorgar tecnología de punta para la vigilancia del pueblo palestino, el control de la población y de los territorios, es necesario en todo momento ejercer la crítica como método y práctica, y preguntarnos por el papel de la ciencia, la tecnología y la construcción de conocimiento en el capitalismo y por ende su falsa neutralidad. Hay que denunciar con fuerza el uso genocida, racista, imperialista y violatorio de derechos de las plataformas como Airbnb, de servicios que parecieran inocentes como el buscador de Google, pero que a la vista de lo dicho por Francesca Albanese en su último informe, todas esas grandes corporaciones contribuyen a la aniquilación del pueblo palestino, al despojo y la limpieza étnica. Adorno tenía razón: “la verdadera catástrofe aún está por venir”.
Ruth Dávila*
*Directora de la División de Estudios Multidisciplinarios del Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE.
Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/
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