El laberinto del mundo
José Antonio Lugo
I. Una pasión no correspondida
La orgía perpetua es uno de los mejores libros de ensayo que se hayan escrito para describir la pasión por otro libro. En el caso de Vargas Llosa, esa pasión pasa por la admiración a Flaubert pero se despliega en el amor arrebatado que siente por su protagonista, Emma Bovary, una mujer rodeada de mediocridad, egoísmo y estupidez. Contra ese telón de fondo, surge la fantasía de Emma: «Ella quiere conocer otros mundos, otras gentes, no acepta que su vida transcurra hasta el fin dentro del horizonte obtuso de Yonville, y quiere, también, que su existencia sea diversa y exultante, que en ella figuren la aventura y el riesgo, los gestos teatrales y magníficos de la generosidad y el sacrificio».
Al final de esta primera parte de su libro, Vargas Llosa confiesa: «El amante (él) no desiste, porque esta dama ha colmado su vida de una manera sin duda menos gloriosa, pero quizá más durable, la que permite el amor compartido, donde, como aprende Emma, se está siempre expuesto a comprobar que todo es transeúnte y porque su señora, aunque nunca ha tomado cuerpo ni estado en sus brazos, seguirá naciendo para él en una perdida granja del país de Caux y repitiendo su aventura cuantas veces se lo pida, con docilidad maravillosa, sin dar muestras de fatiga ni aburrimiento. Sé que, en el territorio en que prodiga su belleza, nadie, fuera del oficial de sanidad, Rodolphe y León, gozará de ella, y que en éste donde me hallo a nadie podrá dar más de lo que a mí me ha dado».
II. El hombre-pluma
Flaubert le leyó a sus amigos Louis Bouilhet y Maxime du Camp la primera versión de su obra Las tentaciones de San Antonio. Sus amigos lo hicieron pomada. Lo acusaron de un lirismo insoportable y le sugirieron que escribiera algo no inventado, sino sobre un suceso real y de la vida cotidiana. Así nace la teoría de la impersonalidad «de un rechazo, de la voluntad de hacer algo distinto de esa primera Tentación… en la que la intromisión desbordante de la subjetividad del narrador ha impedido a su héroe cobrar vida propia y a la obra existir soberanamente». Tomó entonces la trama de Delphine Delamare, una mujer adúltera, que se había suicidado. Así nació Madame Bovary.
III. El elemento añadido
En la tercera parte de La orgía perpetua, Vargas Llosa desmonta la maquinaria de relojería de la novela. Veamos…
- Los objetos se humanizan. La «casquette» o gorra de Charles Bovary, un atuendo ridículo, es la síntesis de lo ridículo que es el propio personaje.
- Los personajes se cosifican. León, el amante de Emma, convertido en hoguera.
- Un sistema dual. Todo se da de dos en dos: dos médicos, dos amantes, dos ciudades, etc.
- Los cuatro tiempos: Pretérito indefinido (viene de recibir la Cruz de honor); el imperfecto o tiempo circular (se acostaban sobre la hierba); el tiempo inmóvil (presente de indicativo); el tiempo imaginario (corresponde a lo que sueñan los personajes, independientemente del tiempo gramatical).
- Las mudas del narrador: el narrador omnisciente, que sabe todo y lo ve desde una visión panorámica; las cursivas, que sirven para describir «lo que piensa la sociedad» y el estilo indirecto libre, el gran descubrimiento de Flaubert, que le permite estar más cerca del personaje sin llegar al extremo de usar una primera persona, un «yo».
Este «estilo indirecto libre», dice Vargas Llosa, es un antecedente, la primera piedra, del monólogo interior que creó Edouard Dujardin en Han cortado los laureles y que llevará a su clímax James Joyce en su Ulises.
IV. El cocodrilo embalsamado
En su correspondencia, Flaubert escribió: «Sólo soy un lagarto de la literatura, acostado todo el día bajo el sol de lo bello». Y en su bellísimo cuento «Un corazón simple», Felícitas, una criada, manda disecar a su loro y al final, lo dona al altar cuando ya se acerca su muerte.
En la realidad, en Croisett, donde tenía su estudio, Flaubert tenía un cocodrilo disecado, que había traído de su viaje a Egipto.
Quiero verlo observando su cocodrilo, transformando el lagarto en cocodrilo y disecándolo en su imaginación…
Vargas Llosa habla también en su libro de la correspondencia, que leyó en la edición Conard, de 1930. Resulta que esa edición estaba en el Instituto Francés de América Latina, donde hace años fui pidiendo prestados los tomos uno a uno para fotocopiarlos y poder tener la correspondencia completa, misma que leí hace mucho.
Los Laberintos recientes nacieron a partir de que Vargas Llosa anunciara su despedida de la narrativa y del periodismo y afirmara que se dedicaría a releer -en español- Madame Bovary. Ahora dedicaré las próximas entregas a mi relectura de los once tomos de esta edición de la Correspondencia de Flaubert, publicada en 1930, hace 94 años -la edición Conard, como se ha dicho-.
Tomado de https://morfemacero.com/
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