El cine español se juega su futuro en el Festival de cine de San Sebastián

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Zinemaldia

Actualizado Jueves,
16
septiembre
2021

19:37

Icíar Bollaín, Fernando León de Aranoa, Martín Cuenca, Paco Plaza y Jonás Trueba se examinan en el primer gran test al que se enfrenta la producción española tras la pandemia

El Kursaal, sede del Festival.Álvaro BarrientosAP

Nunca antes la taquilla fue más ridícula y nunca antes los festivales, uno detrás de otro, fueron capaces de tanto. El comentario, entre resignado y sólo distraído, es de un productor español mientras se entretiene en hacer fotos con su móvil a través de la ventanilla del avión que aterriza en San Sebastián. Y en el diagnóstico, en efecto, la penitencia. Recién acabado un pletórico Festival de Venecia que ha visto cómo Penélope Cruz conquistaba la Copa Volpi gracias a una de las películas más inspiradas, por clara y emotiva, de Pedro Almodóvar, arranca la cita de San Sebastián y lo hace convencida de a su modo enfrentarse a una ocasión histórica, a una especie de reválida que quién sabe si no marcará su futuro y el del propio cine español.

De hecho, todo son compromisos ineludibles desde que Cannes convirtiera su convocatoria de julio en un examen para el cine mundial tras la pandemia y, de su mano, la burbuja de plataformas. La cita se saldó con nota, con una Palma de Oro histórica muy cerca del ‘electroshock‘ para ‘Titane’, de Julia Ducournau, y con una película —‘Drive my car’, de Ryûsuke Hamaguchi— empeñada en convertirse en el acontecimiento cinematográfico de la década. En la Mostra de Penélope, lo mismo. El recital de películas mayores desde el León de Oro de ‘El acontecimiento’, de Audrey Diwan, a ‘El poder del perro‘, de Jane Campion, pasando por ‘Fue la mano de Dios‘, de Paolo Sorrentino, no hicieron más que confirmar que el diagnóstico del productor-fotógrafo ocasional es el correcto.

San Sebastián se ha adjudicado así este año la responsabilidad de medir de qué es capaz la producción española, tanto social y artísticamente como industrialmente. A un lado Almodóvar, lo que se verá es la radiografía perfecta de una cinematografía, como la mayoría de ellas, al borde de todos los abismos. La película estrella, tanto por la posición dentro de la parrilla (suyo es el sábado) como el asunto con el que se atreve, es ‘Maixabel‘, de Icíar Bollaín. Si el año pasado por estas fechas, la serie ‘Patria‘ de Aitor Gabilondo sobre la novela de Fernando Aramburu conseguía concitar a su alrededor algo mucho más importante que la simple atención, este año es la historia de la viuda del asesinado por ETA Juan Mari Jaúregui la que reclama para sí los focos y hasta la certeza de la polémica.

Si el cine es de todas las artes la que más se acerca al espejo en su capacidad no tanto de reflejar la realidad como de convertirla en objeto propio y a la vez diferenciado de cada uno de nosotros para la reflexión y el análisis común, es en películas como ésta donde se juega su relevancia y su sentido. A su lado, Fernando León de Aranoa ofrece en ‘El buen patrón‘ lo mismo que hace 20 años propusiera con ‘Los lunes al sol’, pero se diría que desde el lado contrario. Si aquella era una película sobre los accidentes de la identidad en tiempos de reconversión y paro, ahora quiere que la comedia respire por la bonhomía de un empresario campechanamente cruel o sádicamente amable, como se quiera. Un nuevo reto para que Javier Bardem nos ilustre sobre el tamaño de los gigantes. De nuevo, es cine sobre cada una de las fantasías, mitos y hasta mentiras que componen y dan sentido a la realidad; es cine para la provocación y el debate.

Las películas de Paco Plaza y Manuel Martín Cuenca, ‘La abuela‘ y ‘La hija’, se mueven en otro registro y en su disparidad ayudan a completar el cuadro de todo de lo que puede ser capaz una cinematografía. Desde el terror y el ‘thriller‘ respectivamente, ahora es el género el que es convocado. Se trata de dos maneras tan personales como codificadas de entender el cine que igual sirven para reflexionar sobre la obsesión por la juventud, sobre el tiempo, sobre la maternidad o sobre la ira. Quedaría por cubrir el casillero del cine empeñado en cuestionarlo todo, incluso la voz desde la que se habla, y de eso se encargaría la cinta monumental ‘Quién lo impide’ de Jonás Trueba. En cerca de tres horas y media, el director se atreve a hacer la mejor y más clara descripción posible de la adolescencia española después de un trabajo sobre el terreno de casi cinco años. Es ficción con la misma contundencia que documento; es fabulación y cruda realidad. Todo a la vez.

Si, además, sumamos la presentación de la más que ambiciosa serie internacional ‘La fortuna’ de Alejandro Amenábar y la cinta de clausura (y crónica del lado oscuro de la Transición) de Daniel Monzón, que adapta la novela de Javier Cercas ‘Las leyes de la frontera‘, queda claro que nunca antes y probablemente nunca después, San Sebastián se ha arrogado de forma tan clara y hasta peligrosa la responsabilidad de dar o no el ‘placet‘ al cine español, a todo él en su conjunto y en un momento tan delicado… cuando los productores hacen fotos por las ventanillas de los aviones.

DE JOHNNY DEPP A JESSICA CHASTAIN

En cualquier caso, no todo empieza y acaba en el cine español. En la sección oficial, la que lo mide todo, destacan nombres tan conocidos como los de Terence Davies, que presenta ‘Benediction‘ sobre el poeta británico Siegfried Sassoon, o Zhang Yimou, que inaugura la muestra con su particular homenaje al cine de la mano de ‘One second’. Eso al lado de secretos resplandecientes como ‘Earwig‘, el último trabajo Lucile Hadzihalilovic, una de las miradas más originales del cine presente siempre empeñada en llevar la expresión cinematográfica a cada uno de sus límites; o como ‘Vous ne desirez que moi‘, con el que Claire Simon investiga, desde su manera tan cerca del documental de entender la puesta en escena, la vida del amante de Marguerite Duras; o como ‘Arthur Rambo‘ de un Laurent Cantet que recupera el nervio de sus mejores trabajos; o como el regreso de Claudia Llosa de la mano de ‘Distancia de rescate’, otra de sus siempre trémulas y algo turbias miradas de la intimidad.

Son sólo unos ejemplos destacados. La parte de las estrellas, la de los homenajes y la que recopila buena parte de los mejores trabajos que han pasado por otros festivales, se ve literalmente invadida. Del lado de la polémica, el Premio Donostia a Johnny Depp hace ya meses que agotó las entradas. El festival defiende su decisión y pone sobre la mesa que el actor jamás ha sido ni juzgado ni condenado por maltrato. De la otra parte, no son pocos los que llaman la atención sobre la sentencia del tribunal británico que tumbaba el recurso del actor contra un reportaje periodístico en el que se describían todo tipo de aberraciones contra la que fue su mujer Amber Heard. Y así. La otra premiada, sin que nadie se oponga a ello, es Marion Cotillard.

Y no lejos de los del párrafo anterior, Charlotte Gainsbourg, que presenta un documental sobre su madre Jane Birkin; Jessica Chastain, que trae la película de Michael Showalter ‘Los ojos de Tammy Faye‘; el escritor Emmanuel Carrère que estrena su nuevo trabajo como director ‘En un muelle en Normadía‘; Paolo Sorrentino, que exhibe su flamante premio en el último Venecia por su película más personal… Y Todd Haynes, Sean Baker, Julia Ducournau, Carlos Saura…

Digamos que pocas veces antes, San Sebastián concitó tantos nombres y, quizá por ello, nunca antes el cine español se dejó ver tanto para jugárselo quizá todo. Sin duda, la mejor foto posible del cine español… que se ve desde la ventanilla de un avión.

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