El caso de Nydia Camargo; un grito de rebeldía contra el maltrato

El caso de Nydia Camargo; un grito de rebeldía contra el maltrato

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En el número 71 de la calle Abraham González, ocurrieron los hechos en los que el entonces excónsul chileno Alberto Márquez Briones, fue asesinado de un balazo por su pareja, Nydia Camargo Rubín, una mujer que buscaba libertad y trato digno.

Nydia Camargo, originaria de Nuevo León, sostenía una relación amorosa en la que procreó dos hijas con el español Enrique Vázquez Calleja. El matrimonio resultó tormentoso para la regiomontana, por lo que, decidió separarse de su esposo.

Luego de una larga residencia en España donde emprendió varios negocios, Camargo regresó a la capital mexicana junto con sus dos hijas; llegaron a vivir en una casa de alojamiento en la Ciudad de México, hasta donde Vázquez Calleja la buscó reavivando los reclamos y las discusiones. 

Un nuevo comienzo
La mujer comenzó con los trámites formales de divorcio. En medio de la situación, apareció Alberto Márquez Briones, un integrante de la legación chilena en México, quien cortejó a Camargo para más tarde terminan viviendo juntos.

“Llegó un día (Alberto) en que nuestra amistad se trocó en amor; él me cantó en voz baja una canción que jamás había escuchado; era la canción del amor, y mi corazón latió con fuerza”, recalcó más tarde Nydia en entrevista exclusiva para Excélsior, desde su celda donde se encontraba recluida, un día antes de comenzar su juicio.

Iniciaron un negocio de medicina japonesa enfocada en dermatología, mientras tanto, el diplomático chileno ayudó a la mujer en el proceso de divorcio de su expareja. Por su parte, en ella recaían las labores más indispensables de la atención a los clientes, así como las tareas administrativas del emprendimiento de la pareja. 

Un martirio
Con el paso del tiempo, la unión amorosa se convirtió en una tortura para Camargo al sufrir vejaciones, violencia física y verbal, no solo contra ella, también sus hijas fueron víctimas del maltrato familiar por parte de Márquez Briones. 

Cansada de del abuso doméstico en su contra, el 25 de marzo de 1925, Nydia Camargo abordó un auto de alquiler acompañada de sus dos hijas, llevaba consigo la pistola que Alberto guardaba en el buró; se dirigía al bosque de Chapultepec con la intención de quitarle la vida a sus pequeñas y luego suicidarse. 

Optó por la salida fácil a sus problemas, arrepintiéndose momentos antes de llevar a cabo la horrenda acción de matar a sus propias hijas, regresó hasta su casa, donde también tenían el consultorio médico, y afrontó a su agresor. Le advirtió a Alberto que se iría lejos, quería separarse, le pidió su parte del dinero que le correspondía de las ganancias del negocio, todo lo guardaba él en una caja fuerte.

“Sí, sí me voy, pero antes ¡te mato!”
Tras una acalorada discusión, llena de ira, Nydia sacó la pistola que guardaba entre sus ropas, apuntó contra Alberto y jaló del gatillo hiriéndolo cerca del pecho. El exconsul chileno cayó al suelo; moribundo logró arrastrarse hasta el teléfono para llamar a su doctor personal y a una ambulancia. 

El hombre de 40 años fue trasladado a un hospital de la Cruz Roja, donde finalmente perdió la vida a causa del disparo que recibió. Momentos antes de morir logró dar su versión de lo ocurrido; en su amplia declaración detalló cómo se dieron los hechos en que su pareja sentimental arremetió en su contra con una pistola marca Marte, calibre 25, que él mismo tenía en su cajón.

Según la versión de Alberto, luego de solicitarle Nydia el dinero para irse, “me dirigí a la caja fuerte donde guardaba mis fondos, a fin de proporcionarle lo que necesitara, y todavía le pregunté: ¿Estás firmemente decidida a abandonarme?”, a lo que la regiomontana respondió: “Sí, sí me voy, pero antes ¡te mato!””.

Por su parte, Nydia Camargo intentó huir, salió corriendo, saltó la reja del domicilio y se alejó unas cuantas cuadras, recapacitó y regresó para afrontar a la justicia. Fue remitida a la cárcel de Belén, donde comenzó su proceso de detención. Ataviada con un vestido negro, medias blancas y zapatillas cafés, una vez tras las rejas rindió sus primeras declaraciones desde el centro de reclusión en las que no negó su culpabilidad, sin embargo, se mostró arrepentida.

“Cansada de esta cadena de sufrimientos, de vejaciones, de desaires, de falta de cariño, de falta de consideración a mi sexo, de la ordinariez con que mis hijas eran tratadas, decidí revelarme”, condenó la víctima del excónsul chileno. Fue contundente al revelar que “se encontraba junto a la caja fuerte, y cuando abría el cofre, yo le disparé”.

Luz al final del tunel
El caso lo atrajo el afamado abogado chiapaneco, Querido Moheno, quien ya había ganado otros procesos de mujeres como Magdalena Jurado y María del Pilar Moreno. Durante seis largos meses de juicio, Moheno realizó una defensa contundente de Nydia Camargo. El experimentado jurista desarrolló su trabajo mostrando a su defendida como la víctima en los hechos.

El doctor Humberto Boshomvers Frankes, de origen holandés, así como un ayudante japonés llamado “Jimmie”, que se encontraba en el inmueble al momento de los hechos, pero no logró percatarse de la discusión que dejó a Briones Márquez herido de muerte, fungieron como testigos a favor de Camargo, entre otras personas conocidas del inestable matrimonio.

El juicio definitorio se llevó a cabo el 27 de septiembre de 1925 en el salón de juzgados del palacio Penal de Belén, ante cientos de personas entre miembros del jurado popular, jueces penales y una multitud de curiosos, se dictó el veredicto final del caso.

“Por unanimidad de votos fue absuelta Nydia Camargo Rubín, la que desde luego quedó en absoluta libertad, por petición del Agente del Ministerio Público, licenciado Federico Sodi”, publicó Excélsior en su amplia cobertura del proceso. 

Luego de conocerse el fallo, pudo escucharse al interior del recinto un estrepitoso vitoreo; el abogado Moheno fue cargado en hombros por los asistentes. Mientras tanto, Camargo estalló de júbilo, notándose nerviosa, entre lágrimas, con el corazón a flor de piel se llevó las manos al rostro.

Una vez en libertad, Camacho regresó a su domicilio de Abraham González, donde concedió a Excélsior una amplia entrevista en la que se sinceró sobre todo lo ocurrido. Agradeció la decisión final, pues consideró haberse logrado justicia ante la violencia de la que fue víctima. Se dijo dispuesta a reabrir el negocio de medicina, así como retomar su vida normal.

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