Diario de Gaza

“Marx se equivocó. La historia ya no se presenta la primera vez como tragedia y la segunda vez como comedia. La Shoah de los judíos a manos de los nazis se convirtió en la Nakba de los palestinos a manos de...

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

“La noche en la ciudad es oscura, / excepto por el brillo de los misiles; / silenciosa, excepto por el sonido del bombardeo; / aterradora, excepto por la promesa tranquilizadora de la oración, / negra, excepto por la luz de los mártires. / Buenas noches.” Al día siguiente de éste, su último poema, un misil israelí mató en Gaza a Heba Abu Nada, joven escritora palestina. 

Diversas informaciones ponen en duda la versión oficial de que el violento ataque de Hamás a Israel “tomó por sorpresa” a sus autoridades. Desde el mes de mayo hubo rumores en el Líbano de lo que vendría. El 30 de septiembre la inteligencia de Egipto puso sobre aviso al primer ministro hebreo. Días después una empresa de israelí de seguridad privada lo advirtió a la seguridad estatal israelí. El 5 de octubre la CIA informó al Mossad hebreo. Los procedimientos de seguridad rutinarios no fueron aplicados el día del ataque y el ejército israelí tardó cinco horas en intervenir. ¿Por qué Netanyahu permitió la muerte de 1 300 de sus compatriotas?, se pregunta un analista. Por un diabólico cálculo político, respondería la impensable obviedad.

Mosab Hassan Yousef, palestino hijo de un fundador de Hamás, se convirtió en espía al servicio de Israel y se hizo cristiano estando preso en una cárcel judía. En su opinión, “Israel está haciendo el mayor favor al pueblo palestino al derribar a Hamás”. Vive en Estados Unidos y culpa a Irán del ataque sionista. La traición, según la Biblia, es renegar de un compromiso de lealtad. Etimológicamente, traidor es aquel “que entrega”. Judas entregó a Jesús. “Israel no empezó esta guerra —dice el converso—, pero Israel la terminará”. Yousef entrega a Palestina.

Los niños palestinos que mueren ya están muertos. Pero los que sobreviven también. Los padres escriben sus nombres con tinta negra sobre sus cuerpos al llevarlos a los pocos hospitales aún abiertos. Los bombardeos los dejan irreconocibles, lo mismo que los derrumbes de los edificios donde viven, uno de los lugares más densamente poblados de la tierra. El asedio total de Israel a Gaza destruye los cuerpos con los nombres de los niños. Tal vez los padres los anotan para que los identifique Alá.

El mismo día en que son muertos por la noche 700 palestinos en los ataques aéreos, entre ellos más de 300 niños, son liberadas dos ancianas judías secuestradas por Hamás. Esa será la noticia principal en los medios occidentales al día siguiente. Las otras muertes no cuentan, no importan, no son. 

 El portavoz de la cancillería israelí declaró ante periodistas: “Hoy no hay término medio: si no apoyas a Israel, eres partidario de Hamás”. De ahí la condena sionista a los tantos “No en nuestro nombre” que grupos judíos de diferentes partes del mundo proclaman ante “la política de limpieza étnica, de masacre persistente de la población palestina instrumentada por los gobiernos de Israel”. De ahí la acusación a Yocheved Lifshitz, una de las ancianas judías liberadas, por “perjudicar los intereses de su país” al declarar que durante su cautiverio tuvo acceso a atención médica y fue bien tratada. “Los mensajes con este espíritu sirven al enemigo”, afirmó el portavoz.

El reconocimiento de Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, de que los atentados de Hamás no se habían producido en el vacío, provocó la ira del embajador israelí, quien calificó el discurso del secretario como chocante y desconectado de la realidad, y pidió su inmediata renuncia argumentando que no era apto para dirigir el organismo. Al tiempo que condenó enérgicamente los actos terroristas injustificables del movimiento palestino, Guterres afirmó: “El pueblo palestino lleva 56 años sometido a una ocupación asfixiante. Ha visto cómo su tierra era devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía asfixiada: su población desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una situación política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”. Estas verdades resultaron insoportables. Israel acusa de antisemitismo a todo aquel que llame las cosas por su nombre.

Haciendo un paralelismo entre el gueto de Varsovia y el gueto de Gaza —“donde la muerte está en todas partes”—, en el cual hasta hace poco sobrevivían casi un millón de niños y niñas menores de 14 años que desde su nacimiento sólo han conocido el bloqueo impuesto por Israel, los bombardeos, la pobreza y la desesperanza, Miguel Salas cita a Emanuel Ringelblum, autor de la Crónica del gueto de Varsovia escrita en 1940: “La situación es muy difícil. Carecemos de lo esencial para el desarrollo de una vida normal. Faltan tres cosas: carbón, gas, electricidad”. En Gaza, además de combustible, insumos, medicinas y alimentos, también falta el agua. En Varsovia los nazis no la cortaron.

Yanis Varoufakis, el ex ministro de Finanzas griego, identificó como el creador de la atrocidad no a Hamás, los colonos israelíes, Netanyahu o la autoridad palestina —meros actores de “un infame drama”—, sino a la imposición atroz de un apartheid permanente y blindado. El apartheid es violencia, dijo, y causa fundamental de una violencia sin fin. “El camino para acabar con la trágica pérdida de vidas inocentes —tanto palestinas como israelíes— comienza con un primer paso crucial: el fin de la ocupación y el apartheid israelíes”.

Entre las pancartas más perseguidas por la policía británica durante la represión de las prohibidas manifestaciones populares contra la masacre sionista en Gaza está una consigna: “El terrorismo es la ocupación”.

En estos días funestos algunos han recordado el libro de Jean Baudrillard La guerra del Golfo no ha tenido lugar. “Esta guerra libera —escribió entonces—, gracias al poder de los medios de comunicación, una masa exponencial de estupidez, no la estupidez propia de la guerra, ya de por sí considerable, sino de estupidez funcional, profesional, de quienes pontifican el comentario perpetuo del acontecimiento”. Reemplacemos “estupidez” por “inmoralidad”, sangrientos sinónimos.

 Nayla, la de los ojos grandes, como era conocida en su cuadra, se escapó a la tienda de la esquina para comprar un buñuelo antes de que cerraran. El ruido de las bombas que caían sobre Gaza era lejano todavía. Salió de la tienda con tres pastelillos. También llevaba para Laila y Léa, sus hermanas. De pronto un ensordecedor ruido la paralizó. Su edificio había sido alcanzado por un misil judío y ahora era un amasijo de fierros y cemento con toda su familia adentro. Esa tarde murieron cuarenta y dos de sus parientes. Nayla fue resguardada en un hospital. La fotografía de Reuters la muestra con un rictus de espanto en el rostro, los ojos más abiertos que de costumbre y la bolsita de buñuelos aún en la mano. No ha vuelto a pronunciar palabra desde entonces. 

Una nota de prensa de Memo Middle Esast Monitor casi desapercibida difundió el llamado de Netanyahu al exterminio palestino como una ley divina. El primer ministro judío citó a Samuel 15:3 al anunciar una nueva fase en la ofensiva a la franja de Gaza: “Ustedes deben recordar lo que se manda en nuestra sagrada Biblia sobre Amalec y los amalecitas: ‘Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, pero mátenlos, tanto a hombres como mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros’”. En otra parte del Deuteronomio se ordena que en la tierra que Yahvé da por heredad a los judíos debe borrarse la memoria de Amalec de debajo del cielo.

Gaza es un cementerio para miles de niños. Hasta ayer antes de escribir estas líneas 3, 450 niños habían sido asesinados por el ejército judío. En tres semanas murieron en Gaza más que en las guerras de todo el mundo desde 2019. La Unicef calcula que cerca de ochocientos mil, tres cuartas partes de su población infantil, requieren con urgencia atención mental y apoyo psicosocial. Además de agua y alimentos. Gaza apenas produce el cinco por ciento de su consumo diario de agua. Las muertes infantiles por deshidratación, sobre todo de lactantes, crecen sin cesar. Es la guerra sionista entre “la barbarie y la civilización”. La niñez palestina representa la barbarie.    

El ataque de Hamás asesinó a 1, 400 personas en Israel. Las represalias de Israel han matado hasta hoy a 8, 300 palestinos, entre ellos los miles de niños mencionados. Netanyahu ha dicho que no acordará un cese al fuego con Hamás. Califica los llamados a ello como llamados a que Israel se rinda ante el terrorismo. 

Dos terceras partes de hospitales y clínicas de atención primaria en Gaza están cerrados por los ataques sionistas y la falta de combustible e insumos médicos. Los que todavía están abiertos lo hacen en total precariedad. Se practican cesáreas sin anestesia y las mujeres son dadas de alta dos o tres horas después del parto. Cada día aproximadamente 160 embarazadas dan a luz en la franja. Las casas son inseguras para hacerlo, los hospitales también.

Además de los documentados crímenes de guerra, de la limpieza étnica y la masacre que perpetra Israel contra los palestinos, las empresas globales de comunicación estadounidenses se encargan de censurar toda información objetiva o que muestre simpatía con Palestina. Cientos de contenidos desaparecen misteriosamente de Facebook, YouTube u Twitter todos los días. Medios de comunicación masiva, parlamentos, gobiernos, dirigentes políticos y agencias de prensa censuran testimonios de las víctimas y pruebas documentales del genocidio. La violencia militar israelí se oculta y los apagones y el bloqueo de Internet impiden “el acceso a información crítica que permite encontrar medicinas, alimentos o salvoconductos”, así como el derecho de los habitantes de Gaza a mostrar lo que sucede en la franja. Rosa María Elizalde reporta que en los primeros días de la guerra Meta traducía la palabra “Palestina” y el emoji de la bandera palestina como “terrorista palestino” para censurarlos. No es un error sino una conducta sistémica.

Detrás del genocidio palestino, Netanyahu y quienes Alfredo Jalife llama neoconservadores “straussianos” de Estados Unidos, incrustados en el Departamento de Estado y responsables de las guerras y desestabilizaciones mundiales de los últimos años, buscan el enfrentamiento bélico con Irán. Los submarinos israelíes dotados de misiles acechan la oportunidad para bombardear y destruir el milenario país persa que consideran responsable del ataque de Hamás. Buscan desatar el infierno del infierno acaso final.

Hace 56 años, poco después de la Guerra de los Seis Días, el reconocido matemático, filósofo y activista judío antisionista Moshé Machover firmó una declaración que hoy ha refrendado publicándola de nuevo: “La ocupación implica un gobierno extranjero. El dominio extranjero implica resistencia. La resistencia implica represión. La represión implica terror y contraterrorismo. Las víctimas del terror son en su mayoría personas inocentes. Aferrarnos a los territorios ocupados nos convertirá en una nación de asesinos y víctimas de asesinatos”.

Marx se equivocó. La historia ya no se presenta la primera vez como tragedia y la segunda como comedia. La Shoah (el holocausto o catástrofe) de los judíos a manos de los nazis se convirtió en la Nakba (la catástrofe) de los palestinos a manos de los judíos. Los mártires de ayer se convirtieron en los verdugos de ahora. La tragedia antes, la tragedia hoy. ¿Cómo se nombra el mundo invertido que va más allá del horror?

Antes de morir asesinada, mientras aún había Internet en Gaza, la poeta Heba Abu Nada envió un mensaje a los suyos: “Si morimos, sepamos que estamos contentos y firmes, y transmitamos en nuestro nombre que somos personas de verdad… Oh, Dios mío”.

Hoy no hay lugar más triste en el mundo que la franja de Gaza. 

Tomado de https://morfemacero.com/