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El Día de Muertos es, en la actualidad, la celebración más importante de todas la comunidades, pueblos y ciudades de nuestro país. Se ha vuelto un símbolo universal de nuestra cultura y nuestra historia, a pesar de estar conformada por tradiciones y creencias tan distintas. Es precisamente dentro de este horizonte donde se ha planteado la pregunta ¿el Día de Muertos es una tradición prehispánica o es exclusivamente española? La respuesta es más compleja que un si o un no. En realidad, la tradición ha vivido muchos cambios a lo largo de los siglos. El origen del Día de Muertos bien merece una revisión.
Antecedentes prehispánicos del sincretismo del Día de Muertos
Es preciso comentar que, en rigor, las conmemoraciones y festejos para los muertos mesoamericanos son un antecedente del Día de Muertos. Varios elementos de aquellas costumbres religiosas pasaron a la celebración católica moderna gracias a las comunidades indígenas, como el uso de la flor de cempasúchil.
Pueblos como los mexicas tenían un complejo sistema religioso para conmemorar a sus difuntos y a las deidades de los reinos ultraterrenos a los que se dirigían. En cuatro de las dieciocho veintenas de su calendario solar (Xiuhpohualli) realizaban diferentes festejos para los difuntos: la octava, Miccailhuitontli («Fiesta pequeña de los muertos»), la novena, Huey Miccailhuitl («Gran fiesta de los muertos»); la decimo tercera, Tepeilhuitl («Fiesta de los cerros») y la decimo sexta. Tititl («encogimiento o envejecimiento»).
Las dos primeras conmemoraciones acontecían entre agosto y septiembre. Estaban dedicadas a los niños difuntos que vivían en el Cincalco, así como a los guerreros y parturientas que morían en combate y acompañaban a Huitzilopochtli, es decir el Sol, en el amanecer y el anochecer. La tercera, celebrada entre octubre y noviembre, estaba dedicada a los muertos que moraban en el paraíso de Tláloc, el Tlalocan, así como a la cosecha del maíz. La cuarta y última fiesta, la cual tenía como fechas de conmemoración el solsticio de invierno, estaba dedicada a la diosa Cihuacóatl y a los difuntos que moraban el Mictlán, el señorío del dios Mictlantecuhtli. Específicamente en este festejo, los mexicas dejaban ofrendas dedicadas a sus familiares muertos, marcando con ello la «muerte» del año viejo y los ciclos anuales que estaban concluyendo.
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El origen del antiguo Día de Muertos: el Día de los Fieles Difuntos
Tras la conquista hispánica en el siglo XVI y el inicio del periodo virreinal, a la Nueva España llegaron los festejos del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Estas conmemoraciones son parte del calendario religioso del cristianismo católico. La primera fue instituida por el papa Bonifacio IV en el año 609. Tenía como fin homenajear a los protectores de la naciente iglesia, la cual aún mantenía conflictos con las antiguas religiones politeístas del Imperio Romano. Posteriormente, en el 835, el papa Gregorio IV fijó esta fiesta el 1° de noviembre y la amplió a todos los santos.
No sería hasta el año 998, a instancias del abad San Odilión, que se empezó a conmemorar a los cristianos difuntos una jornada después del Día de Todos los Santos, es decir, el 2 de noviembre. Dicha costumbre se extendió pronto a toda la iglesia católica, naciendo con ello la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, es decir, el antiguo Día de Muertos. La evangelización de franciscanos, dominicos y jesuitas instauró definitivamente la tradición en toda la Nueva España.
El Día de Muertos en la época virreinal
Las conmemoraciones del Día de Todos los Santos, en el cual se creía venían las almas de los niños muertos, así como las del Día de los Fieles Difuntos en la Nueva España, eran solemnes y de luto. Se realizaban diferentes misas, se visitaban los cementerios, se limpiaban las tumbas y en ellas se depositaban flores. Se veneraban reliquias de mártires y santos; además, se preparaban dulces y panes especiales para dichas fechas.
Sin embargo, barrios y pueblos indígenas mantenían elementos ajenos a la celebración cristiana. Varios frailes y párrocos dieron cuenta como durante la noche, estas personas montaban en sus casas altares con velas y flores, esperando el arribo de las almas de sus familiares muertos. Si bien, esta costumbre también era parte del cristianismo católico, la diferencia estribaba en que estos altares eran hechos sin intervención clerical. Por si fuera poco, ofrendaban comida y otros enseres, algo que no hacían los españoles y criollos.
Siglo XIX: los primeros cambios en el Día de Muertos
Sin embargo, ya durante el siglo XIX, con la independencia de México, la costumbre del festejo del Día de los Fieles Difuntos empezó a cambiar. Las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857 le quitaron a la iglesia católica el control total de los cementerios. Con ello, la conmemoración del 1° y 2 de noviembre empezó a volverse una verbena popular, particularmente en la Ciudad de México. La visita a los cementerios se transformó en un evento social, donde todos salían a presumir sus mejores galas. Había venta de alimentos, e inclusive música. Por si fuera poco, en este siglo empezó la costumbre de ir a depositar alimentos a las tumbas.
La Revolución y el origen del Día de Muertos moderno
Ya en el siglo XX, la Revolución Mexicana fue un antes y un después para el origen del de Día de Muertos moderno. El festejo religioso ya estaba volviéndose un evento profano, pero esta etapa de lucha y cambios sociales le dio el rostro que todos conocemos. El triunfo de los gobiernos revolucionarios impulsó la construcción de una identidad nacional enfocada en lo popular. Es así que tradiciones como el Día de los Fieles Difuntos fueron adoptadas pero con un énfasis distinto a lo sacro. Se incorporaron elementos como el de la sátira social, las calaveras, «La Catrina» y la fiesta. Así mismo, el nacionalismo de muralistas e intelectuales buscó reivindicar lo prehispánico, re-imaginando elementos de los festejos mortuorios de aquellos pueblos en la conmemoración moderna.
Por otra parte, no debe desdeñarse la participación misma de la sociedad mexicana en los cambios del festejo, sobre todo en entornos urbanos. Y es que las prácticas domésticas de estas fechas empezaron a adoptar elementos de los pueblos originarios del país, como el Xantolo. También rasgos de tradiciones extranjeras, como el Halloween, fueron incorporados al festejo local. El imaginario popular ligó de forma inevitable el Día de los Fieles Difuntos al antiguo mundo mesoamericano, a lo lúgubre y a las antiguas leyendas de fantasmas, como la de «La Llorona».
Importancia del Día de Muertos
No sería inexacto decir que el origen del Día de Muertos no se encuentra en la época virreinal, sino más bien, durante el sincretismo de esta tradición en el siglo XX. El triunfo de la Revolución Mexicana motivó, junto a los mismos cambios que ha vivido nuestra sociedad, un proceso en el que esta fecha se volvió algo más que una conmemoración religiosa. Si bien, el festejo católico-español es el germen, su evolución a lo largo del tiempo la amplió a horizontes insospechados. El Día de Muertos tiene tal importancia en México, que es un signo de identidad cultural de todo el país en el mundo.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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