De la miserable derecha

De la miserable derecha

“La dipsomanía de la prensa canalla y la miseria de la derecha inane no se curarán. Continuarán tergiversando y mintiendo. Esta gente no cambiará nunca. Su patología es una enfermedad estructural”....Tomado de https://morfemacero.com/

Parque México

Fernando Solana Olivares

Llevan años de proferir insensateces, de decir falsedades y hacer afirmaciones que jamás se han preocupado por demostrar. Son idiotas, según la etimología griega, pues viven encerrados en lo particular. Deshonestos en igual proporción que sus histerias, limitados y confusos aunque se consideren especialistas, politólogos ignorantes de la política concreta, intelectuales que de ello han tenido poco salvo la precaria fama que construyeron alguna vez. Adjetivólogos desaforados, opinadores enfáticos y vehementes, hasta neuróticos, locutores que mucho tiempo años atrás fueron interlocutores, articulistas corrompidos que escriben para otros iguales a ellos exagerando todos sin cesar, periodistas que nunca dan fuentes de referencia porque no las tienen, interesados profetas del desastre que viven equivocándose una y otra y otra vez. Gente que nunca pedirá disculpas al público por engañarlo, a los lectores por mentirles, a quienes calumnian por denostarlos, a sí mismos por inmorales o a la terca realidad que los refuta y contradice sin cesar.

Ellos —junto con otros que a fin de cuentas (a fin de votos) resultaron muchos menos de los que creían ser— resultan los grandes perdedores del 2 de junio. Cuando se habita en una dimensión mental imaginaria que reduce la compleja naturaleza de una sociedad y de un país a lo que se cree o se desea, la percepción de la realidad colapsa porque se cancela el hecho mismo, la verdadera naturaleza de las cosas. En eso consiste el pensamiento ilusorio, en no utilizar la prueba o la demostración, único medio para establecer la verdad de lo dicho, y en fundamentar el valor de las afirmaciones en su propia formulación. El pensamiento ilusorio cree que el criterio de verdad está dado por el sujeto que hace la afirmación. Sin embargo, el primer principio analítico de cualquier fenómeno requiere identificar el meollo del asunto, aquello que el pensamiento griego describe como “la primera base a partir de la cual se conoce una cosa”, operación que exige limpiar el asunto de convenciones y prejuicios para quedarse con lo esencial, lo demostrable. A ello se le llama objetividad. 

Esta comentocracia venal y manipuladora que trabaja para otros intereses ha ignorado los logros (lo esencial, lo demostrable) del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el meollo de su sostenida aceptación popular y la causa de la aplastante victoria electoral de Morena y Claudia Sheinbaum el pasado 2 de junio. La reducción de los índices de pobreza en todo el país que en 2018 alcanzaban el 41.9 % y en 2023 bajaron a 36.3 %; el aumento histórico a los salarios mínimos que en 2018 era de 88 pesos y en 2023 llegó a 249 pesos, y el incremento del monto de las jubilaciones de los trabajadores al 100% del último salario recibido; el crecimiento de la economía que en 2018 registró un 2.2 % y en 2023 alcanzó un 3.2 %; el empleo formal que de 20 millones de trabajadores afiliados al IMSS en 2018 sumó 22.3 millones en 2023; los 30 millones de familias que a la fecha son beneficiarias de cuando menos uno de los programas de bienestar; la reducción sostenida de los delitos del fuero común entre 2018 y 2023: -19 % de homicidios, -70.8 % de secuestros, -29.3 % de robos; el primer sexenio desde 1970 en que no se devalúa sino que se aprecia el peso al terminar la gestión gubernamental; la obra pública impulsada luego de 30 años de su sistemática disminución; la reivindicación de la soberanía constitucional sobre los bienes energéticos de la nación. 

¿Por qué los perdedores electorales, los equivocados políticos, los “analistas” in-analíticos (como los llamaría Lacan) que hicieron tal ridículo no reconocen públicamente su error, su extravío conceptual? ¿Por qué los líderes políticos opositores no renuncian a una responsabilidad que tan mal desempeñaron? ¿Por qué tratan de hacer responsable de su fracaso a quien los derrotó? La decencia, la congruencia o la moral son categorías que esta oposición ignora. Tampoco sabe de lealtades, convicciones o valores sociales. No entiende que no entiende ni conoce al país. Su autorreferencialidad le hace creer que las cosas son como cree que son. “Confundir, tergiversar y mentir por principio y hasta el final”: así describe Carlos Alberto Ríos (un analista que analiza) el programa ideológico de la oposición. Decir “nos equivocamos” sería confesar que confundieron, tergiversaron y mintieron. Dado que lo seguirán haciendo, no pueden aceptar que así lo hicieron.

Resultaría anecdótico de no parecer determinante: origen es destino. ¿Las personas van transformándose en individuos inmorales o potencialmente ya lo son? ¿El indigno nace o el contexto lo va convirtiendo en eso? Aquel que comenzó como esforzado y decoroso aunque nunca muy brillante reportero en un diario de izquierda y fue abducido por el poder y el dinero de un mefistofélico presidente hasta convertirse en vociferante opinador capaz de ir de una barrabasada a otra, superándose a sí mismo en juicios catastrofistas sobre la muerte de la democracia, la inminencia de una dictadura o el colapso del país. Aquel hoy aporofóbico y antes de modestos orígenes que dicta cátedra sobre los ciudadanos de “baja intensidad” y tutela con desfachatez la moral pública cuando su inmoralidad es tan pública como privada. Aquel cuya mediática carrera periodística fue fundada en la delictuosa servidumbre a las agendas del poder y en el cobro y la venta de la información. Aquel que comenzó como comprometido redactor emanado de la izquierda comunista y hoy dirige el periódico más reaccionario y deformante del país. Esa desgobernada maestra de teoría política que regaña a cerca de 36 millones de mexicanos por volver a encadenarse cuando ella y sus rictus faciales, amplificados sin clemencia por las cámaras televisivas, ya los habían liberado. Aquel amanerado publicista de tan escasas neuronas y raquítico lenguaje que sin pudor alguno propone públicamente la estrategia política de mentir y mentir sin cesar. O ese petulante y fracasado exministro que abrevia el hediondo método operativo de la oposición empleando un término gringo con su soberbia cosmopolita: “Go dirty”. O la directora viuda de una organización de la “sociedad civil” que encabeza la lucha contra la corrupción y corrompió el acta de defunción de su marido para cobrar una corrupta pensión. O la ridícula señora bien que pretende hacer semiótica política y analiza caracteres a partir del cabello lacio o rizado de las candidatas presidenciales y encuentra a la Virgen de Guadalupe en la candidata opositora. O el torvo junior oligarca cuya sucia fortuna familiar compró la autoridad ética y política del país para dirigir el fracaso de la oposición. O un conductor experto en montajes televisivos y difamaciones sin límite. O un patético payaso tenebroso. Finísimas personas todos ellos: ¿ya eran así o así se volvieron?    

La función del verdadero intelectual es la crítica y el análisis de lo existente. La obligación del periodismo es presentar perspectivas que abarquen todas las facetas de un hecho, sostenidas en referencias y declarantes reales. La tarea de la oposición es articular una política que ofrezca otra perspectiva ideológica ante un gobierno dado. El quehacer de los artículos de opinión es sustantivar sus afirmaciones en ideas y no en dichos. Informar no es compartir (ofrecer un fragmento de algo) sino comunicar (hacer común un suceso). La distinción entre el a priori y el a posteriori es indispensable para conocer lo real verdadero, lo que contiene realidad común, generalizable, para separarlo de lo falso particular aunque sea compartido por muchos. El pensamiento ilusorio establece de antemano la verdad de su afirmación, la cual debe aceptarse acríticamente; no ofrece ningún otro criterio de prueba que la mera opinión, el prejuicio o la credulidad. El a priori de la oposición apenas el 2 de junio a las siete de la noche celebraba una arrasadora victoria. El a posteriori de pocas horas después documentó su aplastante derrota.

Empero, las campañas negras continuarán. “Elección de Estado” aducen para explicar su catástrofe, cuando el INE no se tocó y el Estado no controla la institución electoral que recibió y computó los votos. En su no entender que no entienden fueron incapaces de comprender la transformación política que AMLO llevó a cabo —con claroscuros, errores y pendientes inevitables en la imperfección propia de todo lo existente—, deconstruyendo treinta años de un régimen neoliberal de envilecimiento público y putrefacción institucional. Empleando instrumentos impensadamente estratégicos como la Conferencia Mañanera, donde informó públicamente, encaró con nombres y apellidos, confrontó sin reparos y denunció sin eufemismos —a veces de manera exasperante y obsesiva—.  Así construyó una pedagogía colectiva, transformó la naturaleza, la práctica del poder gubernamental y de la función presidencial. Los logros de este histórico estilo personal de gobernar están a la vista. 

La dipsomanía de la prensa canalla y la miseria de la derecha inane no se curarán. Continuarán tergiversando y mintiendo. Esta gente no cambiará nunca. Su patología es una enfermedad estructural.

Tomado de https://morfemacero.com/