El tono rojizo de sus aguas lo convierte en un lugar único. Nacido en la sierra de Padre Caro, el río Tinto recorre unos 100 kilómetros de la provincia de Huelva. El origen de su peculiar color está en el alto contenido en sulfuros de metales pesados. Unas sales ferruginosas y el sulfato férrico que no solo tienen un impacto en el pH del río, también constituyen un ecosistema extremo ideal para estudiar la presencia de algunos microorganismos.
Por sus peculiaridades, la NASA llegó a una colaboración con el Centro español de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) para estudiar la zona de nacimiento del río Tinto. Debido a la probable similitud entre las condiciones ambientales del río y las que podrían darse en el planeta Marte, el río Tinto es un experimento natural en la Tierra de cómo podrían encontrarse los microorganismos en el planeta rojo y cómo podríamos estudiarlos en caso de hallar algún indicio.
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La sierra y su alta concentración de sulfuros ha convertido al lugar en polo de atracción para la actividad minera, desde la etapa de íberos y fenicios. En 2003, la NASA incluyó a la provincia de Huelva en su proyecto astrobiológico MARTE. El objetivo es analizar la vida en condiciones extremas, normalmente letales para la mayoría de criaturas pero posible para algunos organismos extremófilos.
En 2018, en la zona en la que nace el río Tinto se detectaron cianobacterias vivas a 607 metros de profundidad. El estudio fue publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y se explicaron las «evidencias moleculares, microscópicas y metagenómicas del predominio de cianobacterias en el subsuelo».
«Algunas cianobacterias están entre los microorganismos más resistentes conocidos. Nos ha sorprendido encontrarlas en el subsuelo porque hasta ahora siempre se habían visto asociadas a la presencia, al menos ocasional, de luz», explica Fernando Puente Sánchez, del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, a National Geographic.
Estas cianobacterias son capaces de realizar la fotosíntesis oxigénica y representan uno de los microorganismos más antiguos de nuestro planeta. A raíz del descubrimiento, el NASA Ames Research Center y el CAB han continuado sus investigaciones para preparar la campaña de Marte y experimentar con la recogida de muestras.
Por medio de un equipo autónomo de taladro instalado a bordo de una plataforma basada en las misiones InSight y Phoenix, en la campaña LMAP-2017 se realizó un taladro de un metro de profundidad en el suelo y se recogieron muestras a 20 centímetros de profundidad. Estas muestras se analizaban con un detector portátil de biomarcadores y posteriormente en el laboratorio se analizaban lípidos y el ADN.
«Los resultados demuestran además que se puede adquirir y transferir muestra de suelo similar al marciano de hasta un metro de profundidad de forma robótica e inteligente, así como recuperar biomarcadores moleculares de distinta naturaleza», explica Laura Sánchez-García, investigadora del CAB.
Las condiciones de las aguas del río Tinto son muy diferentes a las habituales. Hay una gran concentración de jarosita, un mineral de azufre y hierro muy presente en Marte. «La mineralogía espacial es ahora mismo uno de los campos más importantes de la investigación, porque los minerales son los mejores testigos de la evolución de un planeta», explicaba el doctor Jesús Martínez Frías, director del Laboratorio de Geología Planetaria del Centro de Astrobiología.
El agua ácido del río Tinto tiene un pH entre 1,3 y 3, con un sulfato entre 0,7 y 14 g/l y una concentración de hierro entre 0,05 y 4,2 g/l. No es descabellado imaginar que un río en Marte pudiera tener un ecosistema microbiológico similar. Quizás no en el presente, pero sí en el pasado. El estudio del río Tinto y el trabajo para extraer muestras de las cianobacterias, suponen un excelente campo de pruebas para la exploración de Marte.
«Entender la microbiología en el subsuelo. Queremos entender qué microorganismos hay ahí, y qué restos han dejado. Y sobre todo, queremos probar la instrumentación que hemos desarrollado para buscar vida en Marte. Si nuestra instrumentación funciona en estas condiciones en las que la concentración de vida también es muy baja, creemos que puede funcionar también en el planeta rojo«, afirma Víctor Parro, del Centro de astrobiología.
La misión ExoMars de la Agencia Espacial Europea (ESA) pretendía perforar el suelo para buscar vida subterránea. Inicialmente prevista para 2020, la Covid-19 ha obligado a posponerla a octubre de 2022.
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