David Le Breton: «Arriesgarse a vivir más»



¿Por qué arriesgarnos y ponernos en peligro? Para el sociólogo David Le Breton, autor de «Conductas de riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir», la asunción de riesgos es un juego simbólico con la muerte, que revela la intensidad d e la existencia.


«El riesgo, que nuestras instituciones combaten en muchos ámbitos, proporciona, si se elige libremente, una oportunidad de vivir a contracorriente, de recargar las pilas, de escapar del aburrimiento intensificando la relación con el momento gracias a una actividad embriagadora. Es una forma de retomar el control de una existencia que ha sido abandonada a la duda, el caos o la monotonía. Si se controla, es una forma deliberada de sacar lo mejor de uno mismo.

En una actividad de ocio o en un reto personal, el riesgo se convierte en una especie de reserva de la que extraer el sentido, para potenciar un entusiasmo por la vida que está fallando o, a veces, incluso para recuperarlo después de haberlo perdido.

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Afecta a individuos socialmente bien integrados pero que intentan escapar de la rutina y la seguridad de una existencia excesivamente regulada. Pero también hay otros que están en desacuerdo con el mundo debido a la agitación interior o al desorden económico y que no tienen nada que perder. La búsqueda del riesgo alimenta una intensidad del ser que suele faltar. Es una forma de romper las rutinas de la existencia, un intento de escapar.

Las sociedades humanas tienen, pues, fuentes de sentido que permiten a los actores recargar sus baterías. La existencia individual experimenta entonces un movimiento pendular del riesgo a la seguridad, abriendo así al hombre toda la gama de dimensiones de su relación potencial con el mundo.

Estos compromisos apasionados en actividades de riesgo son variaciones sobre el tema del memento mori. Este recordatorio de la precariedad es una lección de la felicidad de estar ahí, lúcido sobre el hecho de que la existencia se promete hasta la muerte, pero mañana es otro día. Porque tenemos la posibilidad de perderla, la existencia vale la pena. Las actividades físicas y deportivas de riesgo son una técnica para intensificar la sensación de presencia en el mundo. Hacen de la confrontación con uno mismo una prueba de verdad que el cuerpo avala.

«Porque tenemos la posibilidad de perderla, la existencia es digna de valor».

La ambigüedad del límite reside en el hecho de que siempre puede retrasarse en una interminable guerra de ofertas. Unido al único significado que le confiere el individuo, no tiene más término que el que él le presta. El cielo es el límite, como dicen los americanos.

En las actividades físicas o deportivas, por ejemplo, el juego simbólico con la muerte es más o menos pronunciado, se diluye en la práctica ordinaria, aunque se realice con cautela y destreza. Tiene momentos más peligrosos cuando se le lleva al límite de la competencia. Más radical es la voluntad de jugar con la muerte, de excitarla en su territorio.

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«La asunción de riesgos plantea la hipótesis de un destino favorable, de un poder particular».

Toda asunción de riesgos contiene un elemento más o menos lúcido de voluntad, de confianza en sí mismo, que la distingue de la ceguera pura y dura o de la voluntad afirmada de morir. Supone una evaluación de los recursos de la persona que se va a embarcar en la acción, un cálculo, aunque sea intuitivo, de la probabilidad de éxito, pero también se basa en una apuesta que mezcla de forma confusa la habilidad del actor en este tipo de situaciones y la sensación que tiene de su «oportunidad», ese talento particular para escapar de lo peor.

Plantea la hipótesis de un destino favorable, de un poder particular. Uno de sus componentes es la sensación de que surge un orden dentro de lo incalculable, que no es del todo inaccesible a la inteligencia del individuo. Sin la intuición, más o menos no reconocida, de tener la suerte y el talento de su lado, de no estar completamente indefenso ante lo imprevisible, la asunción de riesgos sería una forma torpe de suicidio, un abandono a las circunstancias, no una iniciativa personal.

La prueba de fuego que supone jugar en el filo de la navaja es una forma elegante de equiparar por un momento la existencia con la muerte para hacerse con una parte de su poder. Sin el riesgo, no tendría ningún valor o sería una mera distracción».

Tomado de http://Notaantrpologica.com/