Blanca Luz Pulido
La alegría
La más honda verdad es la alegría.
Claudio Rodríguez
¿De qué oscuro latido,
en qué filamentos de luz
nace la alegría?
¿Por qué aún en medio de las sombras
surge, obstinada como flecha
que la tormenta no desvía
del blanco?
Recién nacida eterna,
sus manos ávidas
no se cansan de lo simple,
de la tierra y su olor elemental,
y ni el revés ni el golpe la destruyen.
No es necesario que llegue en medio
de la novedad o el fuego,
no desplaza mareas ni continentes
pero mírala aquí, en el pico
del gorrión que busca el pan de la mañana.
Hay alegría
en el vértigo del sueño
en las sombras de los árboles del patio
en la serenidad de los encuentros merecidos.
Es una principiante la alegría,
alzando en el aire sus pequeñas alas
antes de que la razón las corte.
Destierro
Muy lejos,
no sé dónde,
en qué rincón
languidecen,
íngrimas,
solio, feraz, blandengue, expolio,
aburridas con tirria,
befa, mofa y descalabro.
Nadie se arredra para apartarlas,
como apestadas lucen
el polvo entre sus sílabas
canas, enmohecidas.
Ya pocos sacan de su encierro
a ofidio, pórfido, lábaro,
Pocas veces cíngulo ciñe,
olvidados cántaro, alabastro, palio,
historia remota opalescente,
inmarcesible, desastrado.
Por las noches
se dan cita
en las páginas
de provectos diccionarios
que antes pródigos, altivos,
ahora caminan soturnos
al anaquel de lo inservible.
Abalorios moribundos
en el talud del tiempo;
afónicas y agónicas
pedrerías para nadie.
Barrer
Amo los actos más simples:
en la mañana,
barrer,
barrer la calle,
el patio.
El ruido de las hojas
me conecta con la tierra
y con el tiempo
(estas hojas son de ayer,
y cuando las dejo varios días
ahí se forma un bosque).
Barro,
y cada pensamiento innecesario
se queda atrás.
Desaparecen
la ciudad, sus ruidos.
Vuelan las hojas, bailan,
alegres en el ritmo de mis brazos.
Mi escoba
me regala el placer
de mirar sin despojos ya
calle, patio y mente,
listos para recibir
las hojas que caerán hoy
y barreré mañana.
Lo pequeño
Son cosas pequeñas
las que deciden la deriva de los mundos.
Gota a gota se acumulan
y elevan o aniquilan los paisajes.
Un giro en dirección equivocada
deshace un planeta,
animal que vive
de leves costumbres
y que por su ausencia muere.
Me rodean,
incesantes,
presagios donde el sol
nunca se pone
en un desierto de huesos calcinados.
*Estos poemas (menos “La alegría”) pertenecen al libro Lunática / Moonstroke, que aparecerá próximamente, en traducción de Arthur Gatti y Roberto Mendoza Ayala, en la editorial Dark Light Publishing, New York/México.
Tomado de https://morfemacero.com/
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