Casas sobre casas: exhumar vestigios arqueológicos desde las entrañas del Estado de México

70 % de un basamento piramidal antiguo fue invadido por la mancha urbana en Tlalmanalco, un municipio al oriente del Estado de México. Un equipo de arqueólogos mexicanos encontró evidencia científica de un basamento piramidal en el municipio de Tlalmanalco, al...

70 % de un basamento piramidal antiguo fue invadido por la mancha urbana en Tlalmanalco, un municipio al oriente del Estado de México.

Un equipo de arqueólogos mexicanos encontró evidencia científica de un basamento piramidal en el municipio de Tlalmanalco, al oriente del Estado de México, México. Hervé Monterrosa y Ricardo Arredondo, líderes del proyecto de investigación, aseguran que los vestigios arqueológicos corresponden a un antiguo recinto palaciego, con al menos 700 años de antigüedad. Esto fue lo que encontraron.

Por debajo de la tierra, en Tlalmanalco

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Por décadas, las personas en Tlalmanalco sospechaban que algo había debajo del predio entre las calles Guerrero, la Rosa y Naranjo. Aunque no tenían claro qué, pensaban que era algún tipo de vestigio arqueológico, cubierto con pasto, maleza y tierra. Sin evidencia, los locales ocupaban el lugar casi a manera de parque, como un espacio recreativo.

Era común encontrarles volando papalotes, sentados en el piso con la familia o paseando a sus perros. Entre ellos, lo llamaban La pirámide. A veces, también, como espacio para drogarse o tener relaciones íntimas. Alrededor del predio hay casas, una escuela y una tienda de abarrotes. Finalmente, se encuentra en una zona residencial.

No fue hasta 2017, sin embargo, que el panorama cambió. Alberto Ortiz, un agente de bienes raíces con décadas de trayectoria, adquirió el predio con la idea de construir casas. Después de comprárselo al banco HSBC, quería ocupar el terreno para desarrollar un conjunto de viviendas que pudiera poner a la venta. Ubicado al oriente del Estado de México, Tlalmanalco es un municipio rural, que podría tener potencial comercial. Así lo pensaba Ortiz hace más de 4 años.

Justo antes de empezar a construir, una revisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la autoridad encargada de velar por el patrimonio cultural, histórico y arqueológico mexicano, investigó el espacio. Por debajo de la tierra, no sólo había ruinas arqueológicas, sino que podría tratarse de un basamento piramidal de un antiguo recinto palaciego. A la familia Ortiz ésta no le pareció una buena noticia.

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Un cambio de planes

Fotografía: Andrea Fischer

Originalmente, Alberto Ortiz adquirió el predio sin el conocimiento total de qué había en sus entrañas. No fue hasta que el INAH intervino en la propiedad y confirmaron lo que ya sospechaban:

“No teníamos la más remota idea. Teníamos conocimiento de que había un montículo [de tierra], pero no si era o no prehispánico, o qué era. Fue sorprendente para nosotros también”, confiesa el propietario. “Sabíamos que había algún basamento, pero no teníamos la certidumbre hasta que se empezaron a hacer los estudios y las vistas del INAH al sitio. […] Para ellos es algo maravilloso; para nosotros…”.

No puede terminar la frase.

Ortiz esconde detrás de un bigote tupido y canoso una sonrisa nerviosa cuando le pregunto cuál fue su respuesta inicialmente: “La reacción fue sorprendente a la mala manera, porque yo sabía que no podría hacer uso de mi propiedad por el momento. No es tan fácil. No era mi rama de especialidad. Por eso, fue frustrante […]”.

Pasaron 4 años antes de que la familia Ortiz recibiera el reconocimiento de “calidad monumental”, otorgado por el INAH. Esto indica que, efectivamente, debajo de la tierra existe evidencia histórica invaluable, que puede servir para investigaciones que arrojen luz sobre las formas de vida y las civilizaciones que habitaron el espacio en el pasado. Los trámites son difíciles, cansados y confusos, según la experiencia del propietario.

En la duración de la investigación, no podría construir nada. Por el contrario, era necesario esperar a ver qué había ahí abajo, para poder ajustar sus planes a las necesidades de la evidencia científica. Una vez que la institución liberó los papeles, la investigación pudo empezar. Sólo entonces iniciaron las excavaciones propiamente. Entre una montaña de trámites, puntos de vista de expertos de diversas disciplinas y la resistencia de los vecinos de Tlalmanalco, las investigaciones se demoraron. Primero por meses; luego por años.

Para mayo de 2021, las obras de salvamento no iban ni a la mitad.

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Zonas restrictivas

Fotografía: Andrea Fischer

Cuando el INAH considera pertinente, cataloga los predios con vestigios arqueológicos como zonas restrictivas. Esto quiere decir que nada puede construirse ahí, ya que existe evidencia científica que debe preservarse. A pesar de que Ortiz ha respetado los límites impuestos por el Estado, los vecinos del predio han utilizado por años el material del mismo basamento piramidal para alzar sus casas. Una sobre otra, las construcciones se abultan.

Por décadas, el gobierno del Estado de México ha mantenido el foco turístico en el sitio de Teotihuacan, que cuenta con un aproximado de 27 hectáreas de terreno. Ahí se encuentran las pirámides del Sol y la Luna, unas de las más reconocidas a nivel internacional. El enfoque, sin embargo, ha dejado de lado otros hallazgos menores, que abundan en los pueblos aledaños. Este fue el caso del predio ubicado en Tlalmanalco que, con 2 mil metros cuadrados de superficie, poco tiene que ver con la zona arqueológica teotihuacana.

Sólo en 2014, de acuerdo con la Dirección de Salvamento Arqueológico de México, se recibieron un total de 36 denuncias ciudadanas relacionadas a posibles vestigios antiguos a nivel nacional. Asimismo, ese año se condujeron un total de 87 inspecciones arqueológicas en todo el país. Esto sucedió sólo 3 años antes de que la familia Ortiz adquiriera el predio en Tlalmanalco.

De acuerdo con Ortiz, el único que realmente sabía a lo que iba era el doctor Hervé Monterrosa: un arqueólogo especialista en materia de culturas precolombinas que, entre otros hallazgos, ha participado en proyectos relativos al Templo Mayor, y en el salvamento de varios vestigios en el estado de Guerrero, al suroeste del país. Junto con el propietario del predio, Monterrosa concuerda en que el 70 % del basamento piramidal original ha sido impactado por la gente local. A veces sin saber; otras, haciéndose de la vista gorda.

A pesar de que el propietario afirma que ha tenido el apoyo de la presidencia municipal de Tlalmanalco, asegura que el costo del proyecto de investigación ha corrido totalmente por su cuenta. “Tuvimos el apoyo de los expertos, que se ajustaron a nuestro presupuesto. Sin embargo, realizar este tipo de excavaciones sí es algo costoso,” enfatiza Ortiz.

Él tiene que cubrir estos gastos porque, en últimas, el predio está a su nombre.

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A la expectativa

Fotografía: Andrea Fischer

“Tengan cuidado con las varillas. Nos sirven para las retículas”, nos aconseja el doctor Monterrosa, mientras sortea los montículos de tierra y los pozos con excavaciones. En medio del predio está estacionada una patrulla. Al terreno se meten perros, arqueólogos en formación que cubren con sus horas de servicio social, obreros que están apoyando la excavación y los especialistas que lideran el proyecto. Específicamente, el arqueólogo Hervé Monterrosa y Ricardo Arredondo, encargados de las exploraciones arqueológicas. Ocasionalmente, los dueños se dan una vuelta para ver cómo va la cosa.

Los movimientos han generado fricciones con algunos vecinos que, aunque sepan o no de qué se trata, no admiten fácilmente que personas ajenas trabajen ahí. Al inicio, según cuenta Ortiz, los acercamientos fueron violentos: desde insultos a los propietarios hasta amenazas. La patrulla llegó en marzo, cuando los especialistas empezaron el trabajo de investigación. De cualquier manera, los arqueólogos han mantenido una buena relación con las personas que viven ahí.

No se ha movido de ahí porque, además, Arredondo y Monterrosa tienen la certeza de que el sitio ha sido gravemente saqueado de figurillas y otros elementos valiosos, que podrían arrojar más luz sobre las formas de vida tlacochcalcas durante el periodo posclásico medio y tardío de Mesoamérica.

La mancha urbana ha invadido gran parte del basamento piramidal, dejando sólo un tercio de toda la construcción prehispánica disponible para la investigación. “Uy, si supieras que es más común de lo que parece”, explica el Dr. Monterrosa detrás de un cubrebocas. Aún así, la evidencia restante le fue suficiente a los especialistas para determinar que, antiguamente, se utilizó a manera de edificio administrativo en la región.

700 más tarde, sólo queda el basamento de aquella construcción de control. Una densa mata de pasto la recubrió por completo. Lo que no se comió la tierra, las personas aprovecharon para construir sus propias viviendas. De acuerdo con el arqueólogo Ricardo Arredondo, supervisor de la excavación con el doctor Monterrosa, la gente local ha usado el terreno como parque público por años:

“En la Ciudad de México, casi todos los sitios están invadidos por la mancha urbana. Pero éste es un ícono para este pueblo [del Estado de México]. Es parte de su identidad. Al margen de todo lo que tenemos aquí, la comunidad lo identifica con el sentido de propiedad. Amén de que es un predio privado, la gente viene aquí a hacer algunas actividades, desde sacar a sus perritos, volar papalotes, sentarse con su familia. Entonces, el hecho de que estemos impactando el sitio a nivel de investigación, ha generado muchas expectativas”.

Esto es así porque administraciones locales anteriores prometieron que ese espacio podría convertirse en uno de uso público si el partido gobernante continuaba en el poder. Bajo la supervisión de una patrulla municipal, Arredondo, Monterrosa y sus trabajadores empiezan actividades todos los días a las 5 de la mañana. Hay veces que dan las 9 de la noche y no se han ido, porque el proyecto tiene que seguir. Les pusieron como fecha límite el 16 de septiembre.

Arredondo me cuenta que, anteriormente, el predio era del banco HSBC. Eventualmente fue adquirido por la esposa del señor Ortiz. Después de los dictámenes del INAH, Monterrosa y él realizaron la división del terreno en dos polígonos: el A y el B. El primero, según detalla Arredondo, “corresponde a uno de restricción, en donde no puede construirse absolutamente nada. El polígono B es susceptible no sólo de investigación, sino de registrar presencia o ausencia de materiales cerámicos que nos den un indicio de qué tan factible es la liberación de suelo para un uso mixto”.

Arredondo y Monterrosa tienen la sospecha de que, antiguamente, esta fue una ciudad prehispánica pequeña, que fungía como un centro político importante para la región chalca. La traza del pueblo actual conserva las plataformas que, seguramente, realizaron los pobladores antiguos hasta el centro, donde se encuentra hoy en día el palacio municipal. Acompañados por el ritmo de trabajo de los obreros y practicantes, los especialistas se quitan la palabra para mostrarme más detalles sobre la excavación, las culturas que dominaron el espacio, los volcanes, la tierra.

Algunos vecinos los observan trabajar desde fuera.

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Montículos de tierra

Fotografía: Andrea Fischer

La noche del 7 de septiembre de 2021, un temblor de 6.9 puntos de magnitud sacudió a la Ciudad de México. Los estragos también alcanzaron al predio de Alberto Ortiz, quebrando parte de una pared del basamento piramidal que se había descubierto intacta. A pesar del tamaño de la grieta, Monterrosa asegura que quedó reparada:

“Las dos últimas semanas hemos estado con las consolidaciones, haciendo restituciones, dándole estabilidad [al muro]”, explica el arqueólogo. “El temblor nos agarró de sorpresa. Un cachito se nos vino abajo […], pero ya está reparado, como debe de ser”.

Después de limpiar los montículos de tierra, ya se aprecia una pared bien formada con piedra. Para el 14 de septiembre, la obra de excavación está casi terminada. Un día antes, Monterrosa y Arredondo descubrieron escaleras del periodo colonial más temprano. A pesar de que el basamento piramidal es precolombino, encontraron adhesiones realizadas de manera posterior, en un posible periodo de contacto entre los españoles y los pobladores que habitaron Tlalmanalco por siglos.

En otro frente del basamento, se encontró una escalinata empotrada de la época prehispánica. “Los hallazgos están al pie del día”, explica el arquitecto. Con esto se refiere a que, aún en la última semana de trabajo, “tienen muchos frentes de trabajo abiertos”, asegura Arredondo.

Durante estos meses de trabajo, los especialistas se dieron cuenta de que, detrás del antiguo recinto palaciego prehispánico, había más evidencia científica. Posiblemente, espacios habitacionales, donde habitaron las personas de servicio, que atendían a los gobernantes y dirigentes políticos en Tlalmanalco. Es en este espacio donde, posiblemente, será posible construir casas nuevamente.

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Después del temblor

Fotografía: Andrea Fischer

Las adecuaciones se realizaron con el mismo lodo de la tierra, ya que hacerlas con cemento impactaría negativamente a las piedras antiguas. Cerca de los muros restituidos, los chicos del servicio social —estudiantes de arqueología de la ENAH y la UAEM— que trabajaron en la obra de salvamento aseguran haber encontrado una pileta de agua. Monterrosa duda sobre esta hipótesis, porque los mismos muros obstruirían la observación astronómica: “siento que es más bien una pileta bautismal, construida en un periodo de contacto entre los españoles y los chalcas”.

Al respecto, el experto piensa que no todo el proceso de evangelización fue “a sangre y hierro”. La población tuvo sus acuerdos con los peninsulares para librarse del yugo mexica, aunque este punto de vista genere controversias: “Quizás acordaron un cambio en la mentalidad, que algunas personas aceptaron al convertirse”, sugiere el Monterrosa.

Cerca de la pileta se encontró un candelabro con la talla de un ángel que parece empuñar una espada. Un poco más allá, se encontraron restos cerámicos y una talla de piedra al que el arqueólogo se refiere como ‘el bebé’: cabe en el antebrazo, y se dejó empotrado en uno de los muros. “No sabemos qué es. Con la parte simbólica, yo prefiero irme con mucho cuidado”, enfatiza.

Fotografía: Andrea Fischer

En los meses de trabajo, se encontró el muro norte de la fachada principal, que “originalmente se extendía hasta la casa de los vecinos”, explica el arqueólogo, señalando más allá del predio de Alberto Ortiz. Desde lo alto, se alcanza a ver la casa de otras personas, que seguramente también fue construida con las piedras del basamento piramidal.

Con la investigación en Tlalmanalco, el polígono A quedó completamente definido, y no podrá intervenirse para nada. Esto quiere decir que no se puede construir ahí. Después de meses de trabajo y de excavaciones, se trazó un tercer polígono, donde no se encontró nada. Tentativamente, en este espacio podrán construirse las casas que Alberto Ortiz quería alzar, hace poco menos de un lustro.

Sin embargo, “de la mitad nororiente, donde están las casas que hemos encontrado, pueden construir, pero con muchas restricciones. No pueden excavar: toda la cimentación de sus casas debe de ir para arriba”. Para ello, Arredondo está planteando un modelo de construcción no invasiva, de manera que la evidencia científica se preserve como en una cápsula, debajo de la tierra.

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Casas sobre casas

Hervé Monterrosa piensa que en la parte posterior del predio en Tlalmanalco se encontraban las casas de las personas de servicio que trabajaban para la unidad palaciega. Así lo cree porque se han encontrado platos de cerámica, agujas y otros artefactos de producción textil, así como otros objetos que utilizaba la servidumbre antiguamente. Este espacio es precisamente donde la familia Ortiz podrá aprovechar su predio finalmente, para la construcción de un desarrollo habitacional.

Todas las obras deberán de ser supervisadas por arqueólogos, de manera que los vestigios no se dañen durante las intervenciones. “Con respecto a evidencia científica, esta zona es la más importante para saber cómo vivía la gente, de qué época son y a qué se dedicaban”, explica Monterrosa. Sin embargo, no estará expuesta para que otras personas vean la traza prehispánica. Por el contrario, está mejor encapsulada bajo tierra, donde ni el clima, ni la gente, ni el tiempo la perturben.

«las edificaciones modernas no pueden cimentarse hacia abajo sino que deberán llevar una plancha de cimentación, de tal modo que no afecte las evidencias arqueológicas. En este lugar las evidencias son muy endebles pues consisten en cimientos de muros de sólo una hilada lo que refleja que el tipo de habitación, en la época prehispánica era muy básica pues, probablemente estaban hechas con bajareque», explica Monterrosa en un correo electrónico.

Si las obras de construcción se llevan a cabo en algún momento, las personas que adquieran las casas en estos lotes vivirán sobre las trazas de otras viviendas antiguas, con más de 700 años de historia. En el predio de La pirámide en Tlalmanalco habrá casas sobre casas, sobre casas, sobre casas.

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