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Las ciudades y pueblos de México resguardan edificios antiguos y auténticos patrimonios históricos. A pesar de lo vertiginoso del tiempo, tanto el pasado como el presente conviven cotidianamente en cada cuadra. Uno los elementos que resalta precisamente por ello son las calles empedradas, las cuales se han convertidos en auténticas postales. Su belleza maravilla a propios y extraños; nos transportan a una época muy distinta a la nuestra, en donde carrozas y caballos paseaban en ellas.
El antecedente prehispánico
Los pueblos mesoamericanos en si no tuvieron calles empedradas. Los caminos de ciudades y pueblos solían ser de tierra apisonada cubierta de mortero blanco y delimitados por piedras, hechos más que nada para las largas marchas que debía dar la gente. Un ejemplo de ello eran los sacbé mayas. Sin embargo, en los recintos ceremoniales de aquellas localidades, las avenidas principales estaban tapizados de piedra o estuco.
El arribo de las calles empedradas
Sería solo tras la conquista y sobre todo durante la era virreinal, que las calles empedradas se harían presentes en las ciudades y pueblos de lo que actualmente es México. A partir del siglo XVI este tipo de vialidad se hizo presente en lugares como la Ciudad de México, Oaxaca, Puebla, entre otros. A la usanza de las calles medievales y renacentistas de Europa, las calles empedradas mexicanas tapizaron diversos ejes de las urbes locales.
Hay que tener en cuenta que el empedrado en México era empleado sobre todo en las calles principales de las ciudades. Y es que era infrecuente que callejones secundarios gozaran de dicha característica, por lo que su suelo solía ser de tierra compactada. Por eso en época de lluvias se convertían en auténticos lodazales.
El éxito de las calles empedradas en México
Ya bien entrado el siglo XIX, una vez independizado México, se siguieron usando las calles empedradas para comunicar diversos barrios de las urbes del país. Y es que era un encarpetamiento de costo accesible; su principal materia prima era la piedra de río (conocida como «bola»), la cual era resistente al paso de carruajes de pasajeros y de carga. Por si fuera poco, el empedrado ayudaba a evitar las enormes polvaredas en época seca y el fango en época de lluvias. Además, garantizaba que los suelos pudieran absorber la humedad necesaria para mantenerse estables.
El crecimiento de las poblaciones, la llegada de las grandes industrias y el nacimiento del automóvil en el siglo XX, hicieron que se usara el asfalto para pavimentar las calles. Sin embargo el empedrado logró sobrevivir en localidades de provincia y se conservó en los primeros cuadros de las grandes ciudades.
Una atracción turística
Gracias precisamente a que las ciudades crecieron y usaron el asfalto, las calles empedradas de sus centros históricos sobrevivieron prácticamente intactas. La presencia de este tipo de suelo vial indica con precisión la traza original de cada urbe en el país. La Ciudad de México, Oaxaca, Puebla, Morelia, Guanajuato, entre muchas otras, son excelentes ejemplos de ello.
Por otro lado, las ciudades pequeñas, pueblos y villas de todo México, suelen estar pavimentadas con piedras todavía. Las otrora poblaciones localizadas a las afueras de la capital de la República como Tacubaya, Coyoacán, Mixcoac, San Ángel, Chimalistac, entre otras, tienen sus calles completamente tapizadas con piedras, a pesar de haber sido absorbidas por la mancha urbana. Otro icónico ejemplo es San Miguel de Allende, en Guanajuato. Todos aquellos lugares son auténticos centros de interés turístico, precisamente por la belleza de sus vialidades de otra época.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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