Cachemira, India, Pakistán: sobre la historia y los retos internacionalistas en una situación bélica

Cachemira, India, Pakistán: sobre la historia y los retos internacionalistas en una situación bélica

Tomado de https://vientosur.info/


Este artículo intenta hacer balance de la reciente crisis caliente que ha enfrentado a India y Pakistán en torno a la cuestión de Cachemira. Hay que tener en cuenta numerosos factores. Sin duda, los recientes acontecimientos se inscriben en una larga historia de tensiones militares y guerras que se remontan a la desastrosa partición impuesta al subcontinente por el imperialismo británico en 1947. Sin embargo, en el último período se han producido profundos cambios que han afectado a los países implicados, así como al entorno geopolítico, la gestión regional de los recursos hídricos o el armamento utilizado. Por lo tanto, no se puede partir de la premisa de que la historia se repetirá casi idénticamente. Quizás esta sea la principal pregunta que se nos plantea: ¿qué hay de nuevo? Evidentemente, son las organizaciones de izquierda de la región las que deben responder en primer lugar. Me limitaré a plantear a debate y crítica algunos elementos de análisis o hipótesis, aunque ello implique tener que revisar lo que pensaba al respecto.

La partición de 1947 impuso un gigantesco desplazamiento forzoso de población según criterios religiosos, que afectó a unos 15 millones de personas. La población musulmana fue agrupada en Pakistán, al oeste (en la cuenca del Indo), y al este del subcontinente (en la cuenca del Ganges, habiéndose convertido el Pakistán oriental en Bangladés tras la guerra de independencia de 1971). Sin embargo, aún hoy sigue habiendo una importante población musulmana en el estado indio de Hyderabad. Mucha población hindú que vivía en territorio musulmán se unió a la India, pero no toda.

Cachemira es un país del Himalaya que estaba incluido dentro de las fronteras del Imperio Británico. Su población es mayoritariamente musulmana. Quedó dividido por la llamada partición incompleta de 1947 y la Primera Guerra Indo-Pakistaní que le siguió. Se prometió un referéndum de autodeterminación, pero, evidentemente, nunca se celebró. En la actualidad, Pakistán ocupa los territorios de Azad Cachemira y Gilgit-Baltistán; India, los territorios de Jammu y Cachemira y Ladakh; y China, Aksai Chin y el valle de Shaksgam.

Tensión permanente y tres guerras
Las consecuencias de la política imperial de divide y vencerás siguen presentes, pero principalmente porque las élites en el poder las reavivan constantemente. Este estado latente de guerra de baja intensidad es utilizado por los regímenes pakistaní e indio para marginar o silenciar a la oposición, hacer un llamamiento (con desigual éxito) a la unidad nacional, desviar la atención de los problemas sociales, justificar el volumen de los presupuestos militares, etc.

Hasta ahora, se han librado tres guerras de alta intensidad. La primera, en 1947-1949, tras la partición. Concluyó bajo los auspicios de la ONU con el establecimiento de una línea de control que dividía Cachemira en dos (no se trata de una frontera reconocida). La segunda, en 1965-1966, y la tercera, en 1999, en las alturas de Kargil, causando varios miles de muertos en ambos bandos. Los combates se libran a gran altitud, en condiciones muy duras.

La India se dotó de armas nucleares en 1974, en respuesta a China, con la que también mantiene un conflicto en la frontera del Himalaya. Pakistán importó la tecnología necesaria y realizó sus primeras pruebas en 1998 (es el único país musulmán que las posee). Sin embargo, al igual que en Europa, el equilibrio del terror no ha puesto fin a los conflictos militares, aunque la situación es muy diferente a la de la península coreana, donde es difícil ignorar los riesgos de que todo derrape. Por su parte, Francia busca normalizar políticamente la idea del uso de este arma [nuclear], evocando su investigación sobre un armamento táctico, una peligrosa cortina de humo. El desarme nuclear universal sigue siendo una urgencia primordial.

El desarrollo de la crisis actual
El 22 de abril, un grupo armado religioso cometií un atentado en Pahalgam, en la parte oriental de Cachemira (bajo ocupación india). La India responsabilizó a Pakistán del atentado.

El 7 de mayo, Nueva Delhi lanzó la operación Sindoor. Además de los habituales disparos de artillería a ambos lados de la línea de control en Cachemira, su aviación y sus drones atacaron numerosos objetivos en territorio pakistaní.

El conflicto se intensificó y Pakistán envió drones para destruir objetivos en el interior de la India, incluidos aeropuertos.

En ambos países, los medios de comunicación avivaron el nacionalismo belicista. Pero está claro que el uso masivo de drones, en particular, cambió las reglas del juego. Y la burguesía india, que se había sumado a la histeria patriótica, recobró la sobriedad y exigió al primer ministro Narenda Modi que aceptara un alto el fuego. La India intenta aprovechar el conflicto entre Washington y Pekín para atraer capital internacional. Avivar las brasas de la ideología antimusulmana es bueno para la política etnonacionalista del BJP (el partido de Modi), que pretende completar el proceso de hinduizacióniliberal del país, pero la inseguridad militar es mala para los negocios.

El poder indio siempre ha tenido un sentimiento de superioridad hacia su vecino pakistaní. La demografía, la profundidad estratégica (1600 km de este a oeste), la capacidad económica y, hoy en día, una ideología racista alimentan este sentimiento. Estratégicamente, Pakistán no tiene estas ventajas.

Los vínculos que desde hace tiempo mantenían los servicios secretos del Ejército con los talibanes afganos en su frontera noroeste, debían hace de Afganistán un país amigo, dotándolo precisamente de cierta profundidad estratégica. Sin embargo, los talibanes afganos se han convertido hoy en sus principales enemigos, ya que apoyan a los talibanes pakistaníes.

Ahora bien, la defensa pakistaní ha resultado más eficaz de lo previsto. Paarece que sus pilotos están mejor entrenados que los de su gran vecino. Cuenta con una flota aérea y misiles chinos que pueden alcanzar al atacante desde muy lejos. Así, habrían sido derribados cinco aviones indios, entre ellos el Rafale francés, cuyas capacidades de contramedidas para proteger los misiles no parecen haber sido eficaces o no se activaron.

No obstante, Islamabad no puede sostener un esfuerzo bélico prolongado. El país está sumido en una deuda enorme y sufre una intensa presión del FMI. Con cada país proclamando la victoria, la firma del acuerdo de alto el fuego se impuso el 10 de mayo y se anunció el 12. Se trata solo de una tregua, no de un cuerdo de paz. Después de calentar los ánimos de los partidarios del BJP, que no comprenden esta tregua, Narenda Modi declaró que la operación Sindoor no había terminado, que incluso se había convertido en una política permanente del Gobierno. De este modo, se prepara para las importantes citas electorales que tiene, en particular en el estado de Bihar, continuando con el fomento del odio antimusulmán contra su vecino, así como contra la importante comunidad musulmana de la India en el estado de Hyderabad. La comunidad cristiana también es blanco del fundamentalismo hindú, defensor del supremacismo hindú (el Hindutva).

¿Quién cometió el atentado de Pahalgam?
¿Quién es el grupo armado fundamentalista que llevó a cabo la operación terrorista del 22 de abril en Pahalgam, en la Cachemira ocupada por la India, que causó la muerte de 26 víctimas inocentes? La India denunció inmediatamente a Lashkar-e-Taiba (Let), lo que le permite implicar directamente a Islamabad, ya que el LeT está efectivamente vinculado al ejército pakistaní. Sin embargo, nada indica que sea así.

Aunque se niegan a apoyar al régimen indio y a integrarse en una dinámica de unión nacional (como han hecho los dos grandes partidos de izquierda, el CPI y el CPM), mis compañeros indios parecen convencidos de que el atentado de Pahalgam fue ordenado por los servicios pakistaníes. Lo que me parece extraño es que aparentemente no se contemple la posibilidad, o incluso la probabilidad, de que la acción (absolutamente condenable por su carácter terrorista) hubiera sido llevada a cabo por un grupo propiamente cachemir. Una hipótesis que merece ser tomada en serio.

Este grupo ha operado muy lejos de la línea de demarcación, sin medios sofisticados, al parecer con armamento típico de cualquier guerrilla (armas automáticas, pero sin explosivos de calidad), en una zona ultramilitarizada donde los desplazamientos a larga distancia son peligrosos. La situación en Jammu y Cachemira no deja de empeorar para los habitantes, tanto en el plano social como en el religioso. El estatus de autonomía que disfrutaba el territorio nunca ha significado gran cosa en la práctica, pero su derogación en 2019 anuncio un endurecimiento brutal de la política colonial de despojo llevada a cabo por Nueva Delhi, impulsando una dinámica de hinduización de la administración, etc. Las personas desaparecidas son tantas que se habla de medias viudas, mujeres que no saben si sus maridos están vivos o muertos. Una situación represiva que denuncian sin ambigüedad mis compañeros indios. En estas condiciones, lo que sería sorprendente es que no se formara ningún grupo local de resistencia.

Las condiciones son mucho menos drásticas en los territorios cachemires bajo administración pakistaní.

No hay duda de que el Ejército y los servicios de inteligencia militar (Inter-Service Intelligence, ISI) han formado y entrenado a las organizaciones terroristas que operaban en Jammu y Cachemira. Sin embargo, últimamente la situación ha cambiado. Gran parte de las formaciones fundamentalistas con base en Pakistán se habrían autonomizado y ahora persiguen sus propios objetivos. En cuanto a los talibanes afganos, apoyan a los talibanes pakistaníes (el Tehreek Taliban Pakistan, TTP), que luchan contra el Ejército y controlan parte del territorio. Cuentan con armamento pesado procedente de los arsenales abandonado por Estados Unidos y sus aliados locales cuando abandonaron precipitadamente Afganistán en 2021.

Pakistán ha vivido durante mucho tiempo bajo regímenes militares directos o indirectos (como hoy, con el Gobierno de Shehbaz Sharif como fachada), y los periodos democráticos no han sido más que interludios. Sin embargo, atraviesa una crisis de régimen probablemente sin precedentes. El Ejército pakistaní es muy impopular desde que encarceló a su antiguo protegido, Imran Kahn, que se había vuelto demasiado poderoso y seguía gozando de una popularidad sorprendente. Un alto mando pakistaní puede fanfarronear tras el atentado para intentar limpiar su imagen, pero el llamamiento a la unión nacional detrás de la casta militar parece seguir siendo, por ahora, letra muerta, independientemente de la ira que sienta la población tras los ataques de la operación Sindoor, que, además de instalaciones militares, ha tenido como objetivo escuelas religiosas (madrasas) y mezquitas que ya no eran centros de formación fundamentalista.

Geopolítica del agua y del poder
Últimamente, la tensión regional se ha agravado considerablemente por la decisión del Gobierno de Modi de suspender el Tratado del Indo. El reparto equitativo de sus aguas es vital para Pakistán, ya que contribuye al riego de la agricultura en el Punyab, el granero del país. Firmado en 1960, este tratado constituye un mecanismo de cooperación estable entre ambos países, algo bastante poco habitual como para destacarlo. Esta suspensión, tomada tras el atentado de Pahalgam, equivale a un auténtico acto de hostilidad. Como es sabido, en la era del calentamiento global, el control de los recursos acuíferos se ha convertido en un reto estratégico aún mayor que en el pasado.

Turquía y algunos Estados de Oriente Próximo y Oriente Medio han intervenido como mediadores para poner fin a los combates. Además, defenderán a Pakistán, uno de los países musulmanes más grandes del mundo junto con Indonesia y el que podría darles acceso a las armas nucleares. Pero las dos potencias que tienen peso en el conflicto siguen siendo Estados Unidos y China. ¿Quién puede predecir lo que hará Trump mañana? Queda Pekín.

El corredor pakistaní tiene una importancia fundamental para el régimen chino, ya que le permite rodear India por el oeste para acceder al océano. La ruta norte-sur que conduce al puerto de Gwadar (en construcción) comienza en Cachemira, bajo administración pakistaní (en Gilgit-Baltistán), y termina en Baluchistán, zona de conflicto donde operan diversos movimientos de resistencia independentistas (¿apoyados en ocasiones por la India?) y donde el Ejército pakistaní no se anda con miramientos (también aquí desaparece gente). Las inversiones chinas son considerables y sus fuerzas armadas están presentes a lo largo de todo el corredor, bajo la cobertura de los servicios de seguridad de las empresas… chinas. El control de Pekín es tan evidente que ha provocado cierta agitación entre las élites pakistaníes, si bien parece un hecho consumado.

Este es un dato que el régimen de Modi no puede permitirse ignorar.

Tener en cuenta lo nuevo, descentrar la mirada, actuar como internacionalistas
Tenemos que pensar lo nuevo. En el caso que nos ocupa, lo nuevo es considerable: en la India, la dinámica excluyente del Hindutva (Modi reclama la totalidad de las fronteras del antiguo Imperio Británico); en Pakistán, una grave crisis de régimen en un país azotado por el regionalismo y los conflictos armados; una reorganización de la geografía de los movimientos fundamentalistas; los efectos acelerados de la crisis climática; la renovación de los retos geopolíticos con la incógnita que representa el futuro de otra crisis de régimen, en la que se hunde Estados Unidos y cuyas repercusiones serán mundiales…

Es normal que, en un primer momento, cada organización analice el estado de la crisis regional, por decirlo así, desde su propio país y su propia orientación política. Sin embargo, para profundizar en el análisis y actuar de forma conjunta, más allá de las fronteras, es necesario hacer un esfuerzo por descentrar la mirada y observar la situación tal y como la ven otros países implicados en la crisis (y otras organizaciones con las que se quiere actuar).

Esto es válido en Europa (que los europeos occidentales vean la guerra de Ucrania tal y como se vive en Europa del Este), o para un europeo que intenta comprender una crisis lejana en Asia…

El internacionalismo es, evidentemente, el hilo conductor de las fuerzas que se reclaman de la izquierda en caso de conflicto militar. En su gran mayoría, mis compañeros de los países afectados han mantenido esta línea contra corriente y frente a intensas presiones, manteniendo sus posiciones contra la unión nacional y el militarismo, a favor del pleno reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los cachemires, un deber primordial para los militantes pakistaníes, indios y …, chinos.

La aplicación de este derecho a la autodeterminación no es sencilla, entre otras cosas porque cada territorio cachemir ha vivido la separación durante décadas. Sin embargo, mientras no se reconozca el derecho a la autodeterminación de la población cachemir, no habrá ninguna solución duradera a una crisis regional que muchos poderes establecidos, estatales o no, instrumentalizan.

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