Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
Desde hace algunos años puede verse en internet la película Invasión, que realizó Mario Santiago Muchnik sobre un argumento de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Acaso la publicidad que rodea a la serie argentina El eternauta, basada en la historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, atraiga nuevos espectadores al film de Borges y Bioy.
Cuando Invasión fue proyectada en cines de Buenos Aires, en 1969, hacía casi treinta años que Borges no veía film alguno. Quizá la última función que atentamente presenció fue Ciudadano Kane, en 1941. Comentó, admirativo mas vesicante: “La ejecución es digna, en general, del vasto argumento. Hay fotografías de admirable profundidad, fotografías cuyos últimos planos (como las telas de los prerrafaelistas) no son menos precisos y puntuales que los primeros. Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como ‘perduran’ ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra”.
A Orson Welles le exasperó el vaticinio del cuentista, quien, de haber podido rever Kane, hubiese recapacitado. Pero Borges dejó de ver películas en 1954, al empeorar su debilidad visual, si bien siguió acudiendo al cine a escucharlas. No extraña que en 1950 probara suerte junto con Adolfo Bioy Casares en el guionismo, al urdir Los orilleros, “libro de un film que las empresas rechazaron con entusiasmo”.
Pese a tal fracaso, el joven cineasta Mario Santiago Muchnik recurrió a ambos autores en 1967 para el guion de su primera película. Santiago volvía de aprender cine en Francia tras ser asistente de Robert Bresson durante siete años. El muchacho absorbió también las innovaciones de Jean-Luc Godard. Antes de volver a Argentina había asistido a la proyección de Alphaville, esapelícula futurista que sin rubor “prevé” y despliega tecnologías obsoletas.
Con tal experiencia, el novel director se acercó a Borges y Bioy para pedirles un gran libreto con el cual presentarse en su país natal. Los escritores aceptaron renuentes: se les dificultaba inventar una historia sobre la idea del inédito director. Además, a principios de ese año, Bioy había anotado en su diario, con respecto a su amigo: “Su ceguera ha aumentado. Entra en un cuarto y desde lejos tiende la mano, porque ahora no advierte la distancia que lo separa de la gente. Tal vez ni siquiera vea bultos”.
El 13 de junio, en casa de Bioy, ambos narradores se preocupaban del encargo que los comprometía. Borges planeaba casarse con Elsa Astete Millán y viajar a Estados Unidos. Se quejó de tener que escribir por encargo e inclusive propuso ceder la tarea a su primo Ulyses Petit de Murat. El 8 de julio Borges y Bioy comieron con Hugo Santiago para que el autor de La invención de Morel pudiera decirle: “Tengo, para usted, una buena y una mala noticia. La buena es que hemos concluido el resumen del film y que se lo regalamos para que haga lo que quiera. La mala es que no haremos el libreto”.
Con las diez páginas que Borges y Bioy le confiaron, el director desarrolló su argumento. Aun consiguió que los reacios autores revisaran el guion y cambiaran episodios, diálogos. Dado que Bioy viajó a Europa, Hugo Santiago concluyó el libreto con Borges.
“Como sabemos, era un mago de la palabra, pero también de la manipulación de los acontecimientos. Era muy accesible a las objeciones y a las sugerencias. Es más: exigía la crítica y la discusión, e inmediatamente se ponía sin esfuerzo en condiciones de seguir trabajando sobre un esquema recién modificado. Fue una larga tarea de ocho meses en Buenos Aires, más dos meses de sucesivos carteos porque él estuvo en Norteamérica y yo en Europa”, narró más tarde el cineasta.
Invasión se estrenó en cines en 1969. Su publicidad destacaba la colaboración de Borges y Bioy. El primero resume así su argumento: “Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury. Tampoco hay elementos sobrenaturales. Se trata de una situación fantástica: una ciudad que está sitiada por invasores poderosos y defendida, no se sabe por qué, por un grupo de civiles…”
La película sobrevive gracias a una reconstrucción de la cinta original, primero prohibida por la dictadura de Videla y luego robada “por un comando” en 1978. Año después, en Francia, Hugo Santiago Muchnik restauró dos positivos que halló en Buenos Aires. La versión que ahora circula en YouTube es el resultado de esa restauración.
En el estreno, Bioy observó cómo la cinta decepcionaba al público. “El bodrio del año”, escuchó decir a un despechado concurrente. Otros escritores que fueron al cine le prodigaron burlones parabienes. Bioy le reclamó a uno: “Entre bueyes no hay cornadas”.
Hugo Santiago logró trasladar a escenarios bonaerenses esa oscura épica sobre anónimos civiles combatiendo a invasores innominados (motivo conductor asimismo de la serie El eternauta). En la historia de Borges y Bioy los invasores son humanos, mientras que en la de Oesterheld y Solano López son extraterrestres. Ambas obras prefiguran asedios y crímenes que la dictadura infligiría a los argentinos entre 1976 y 1983.
Por coincidencia, Invasión alega que su historia transcurre en 1957, el mismo año en que circuló y transcurre la trama de El eternauta. Borges, quien no se enteraba de lo que sucedía en su país al final del peronismo, eligió ese año porque, según él, nada amenazante ocurrió al concluir aquella década. Ahora que El eternauta trae a la memoria el año fatídico, las resonancias históricas de Invasión cobran trágica relevancia.
Oesterheld, creador de El eternauta, fue secuestrado por militares y probablemente asesinado, al igual que sus cuatro hijas y cuatro yernos, en 1977. Al año siguiente, el negativo de Invasión fue robado. Borges murió en 1986; Bioy, en 1999. En ese año, el cineasta que requirió para su opera prima a ambos autores, logró restaurar el negativo de su película.
Ni Bioy ni Borges simpatizaron con la guerrilla de Montoneros, a la que pertenecieron Oesterheld y sus hijas. Sin embargo, la ejecución cinematográfica del argumento borgiano parece vaticinar la tragedia que arrasó a Argentina y Chile durante sus respectivas dictaduras.
Ahora el film puede verse como la inesperada invitación a la revuelta que un par de viejos fabulistas y un joven cineasta culminaron con las palabras del jefe de la resistencia, un anciano a quien nombraron Don Porfirio y que evoca a Macedonio Fernández: “Deben creer que me he quedado solo. Tantos años estuve preparándolos. Ellos ya están adentro. Ahora la resistencia empieza. Ahora les toca a ustedes, los del sur”. Film inquietante por sus precisos augurios, Invasión rebasa a sus creadores y corrige su mezquino credo político (Borges y Bioy sostuvieron viles posturas contra “los comunistas”).
En la mejor secuencia del film, un subversivo entona a la guitarra la Milonga de Manuel Flores. Los versos de Borges, de melancólica bravura, contradicen las tristes convicciones de los dos hombres que urdieron la batalla infinita de personas comunes contra un poder nefasto: “Para los otros la fiebre / y el sudor de la agonía, / y para mí, cuatro balas / cuando esté clareando el día”. Héctor Oesterheld bien pudo entonar esa milonga en su día postrimero.
Tomado de https://morfemacero.com/
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