Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
El 3 de abril de 1964 Malcolm Shabazz dijo a sus seguidores en un famoso discurso, en Cleveland: “Lyndon B Johnson es la cabeza del Partido Demócrata. Si apoya los derechos civiles, que vaya al Senado la próxima semana y se pronuncie. Que vaya y denuncie a la rama sureña de su partido. Que vaya y asuma una postura moral. Díganle que no espere a las elecciones… En 1964, es la boleta o la bala”.
En ese discurso, enfatizó el líder de la Mezquita Musulmana Islámica y la Organización Panafricana de la Unidad Afroamericana: “Si nunca vuelven a verme en sus vidas, si muriera en la mañana, moriré diciendo una cosa: la boleta o la bala, la boleta o la bala”.
El 13 de febrero de 1965, en Detroit, el antiguo convicto llamado Malcolm Little se dirigió a la comunidad afroamericana de Detroit con nuevo nombre, el-Hajj Malik el-Shabazz. Había roto con el Movimiento Musulman Negro, del que fue líder bajo el nombre de Malcolm X. La noche previa, desconocidos habían bombardeado e incendiado su casa, pero él estaba firme en su alocución. En el auditorio Ford anunció a sus amigos y enemigos:
“Uno de nuestros primeros programas es sacar nuestro problema del contexto de los derechos civiles y colocarlo en el nivel internacional, el de los derechos humanos, de modo que el mundo entero pueda tener voz en nuestra lucha. Si nos mantenemos dentro de los derechos civiles, el único sitio en el que podemos buscar aliados es en los confines domésticos de Estados Unidos. Pero si la convierten en una lucha de derechos humanos, se vuelve internacional y entonces pueden abrir la puerta a todo tipo de apoyo y consejos de nuestros hermanos en África, Latinoamérica, Asia y en todas partes”.
Durante seis años que pasó en la cárcel por asalto a una casa (y por vivir en amasiato con una mujer blanca), Malcolm Little se enseñó a sí mismo a leer, se convirtió en musulmán y salió en 1952 para integrarse a la Nación del Islam, movimiento separatista en el cual se convirtió en uno de los principales oradores y voceros.
Doce años estuvo Malcolm ligado al movimiento que lideraba Elijah Muhammad, predicando el separatismo de anglosajones y afroamericanos, oponiéndose a los llamados de Martin Luther King para la integración racial. Mientras el doctor King llamaba a la resistencia pacífica, Malcolm no dudó en presentarse ostentosamente armado a las manifestaciones de su organización.
Sin embargo, la resistencia armada de la Nación del Islam se mantuvo dentro de límites prudentes. Mientras tanto, dentro de la organización en la que iba ganado prominencia (al grado de ser visto como el sucesor de Elijah Muhammad), Malcolm miraba con desagrado la afición de su líder hacia el dinero y las mujeres muy jóvenes. Inclusive, una de las novias de Malcolm terminó como concubina del casi septuagenario Elijah.
Para 1963, Malcolm —de 38 años de edad— intentaba clarificar las muchas dudas que tenía sobre su postura como líder racial y predicador del Islam. Decidió emprender la Haij, la peregrinación que todo creyente musulmán debe hacer al menos una vez en su vida a Makkah: La Meca, el santuario donde surgió Mahoma como profeta.
En La Meca, Malcolm X cumplió con el tawaf: el ritual de circular siete veces alrededor de la Kaaba, el gran meteorito negro que los musulmanes consideran la simbólica casa de Alá en la tierra. Observó asimismo el ihram, que exige a los peregrinos portar en sus ceremoniales ropas sencillas, sin costuras de ser posible.
Pero más allá de los rituales que confirmaron su fe, el predicador del separatismo observó una convivencia entre los fieles que sacudió sus creencias. En su país natal insistía en separar a los afrodescendientes de los anglosajones. A su retorno a los Estados Unidos, el-Hajj Malik el-Shabazz publicó una carta en abril de 1964 en la cual explicaba la transformación de sus posturas sociales y políticas:
“Estados Unidos necesita entender el Islam, porque esta religión borra de su sociedad el problema racial. Durante mis viajes por el mundo musulmán me he reunido, conversado e inclusive comido con personas que en Estados Unidos hubiesen sido consideradas “blancas”. Pero la actitud “blanca” estaba extirpada de sus mentes por la religión del Islam. Nunca antes he visto esa hermandad sincera y auténtica practicada por todos los colores juntos, sin importar el color [de piel]”.
El activista conocido por su intolerancia hacia la “raza blanca” añadió: “Pueden escandalizarse por estas palabras, viniendo de mí. Pero en la peregrinación, lo que visto y experimentado me forzó a revisar muchos patrones previos de pensamiento, y desechar algunas de mis conclusiones. Pese a mis firmes convicciones, siempre he sido un hombre que intenta afrontar los hechos y aceptar la realidad de la vida cuando nuevos conocimientos y experiencias se despliegan. He conservado una mente abierta, necesaria para la flexibilidad que debe ir de la mano con toda forma de busca inteligente de la verdad”.
Hasta entonces, Malcolm X era visto por el FBI y la CIA —órganos de espionaje político del gobierno de los EEEUU— como una amenaza para la nación blanca, y de alguna manera eso tranquilizaba a estas corporaciones. El cambio de doctrina del activista lo convirtió en una preocupación de las policías secretas: Malcolm Shabazz, como predicador de la integración racial y de los derechos humanos, era una opción que el gobierno no toleraría.
Después de que bombardearan su casa en abril de 1965, el líder garantizó a sus seguidores más cercanos continuar con su mensaje, pese al riesgo tras ser declarado traidor por su enemigo, el gobierno “blanco”, y por la Nación del Islam. Transmitió a sus custodios y amigos la noción de que, si bien continuaba con ellos, les hablaba como hombre muerto.
El 21 de febrero de 1965 Malcolm Shabazz llegó a pronunciar un discurso en Manhattan, Nueva York, en la sala de baile Audubon. En el escenario, se colocó ante el podio con micrófono y saludó al modo islámico: “Salaam Aleikjum” (la paz sea con ustedes). No dijo más. En la zona de butacas, algunos hombres comenzaron a reñir. Uno de ellos gritó: “¡Negro, saca tus manos de mi bolsillo!”
El orador intentó calmarlos. De entre el público se levantó un hombre a quien muchos vieron disparar con una escopeta recortada contra el predicador. De otra zona del auditorio saltaron dos individuos disparando pistolas semiautomáticas. En el tumulto, apresaron a un agresor. Dos más salieron huyendo de la sala de baile. En el escenario quedó Malcolm Shabazz. Recibió 21 disparos en el pecho, en un hombro, brazos y piernas. Diez perdigones eran del escopetazo. Lo llevaron a un hospital, donde murió a las 3:30 de la tarde.
Varios hombres fueron culpados del asesinato, además de Elijah Muhammad. Hay demasiados indicios de la participación del FBI y la CIA. En 1966 sentenciaron por el crimen a William Bradley (William 25X), Norman Butler (Muhammad Abdul Aziz), Thomas 15X Johnson (Khalil Islam) y Talmadge Hayer (Thomas Hagan, luego Mujahid Abdul Halim).
Hayer confesó su participación en el atentado, pero negó que Bradley y Butler fuesen cómplices. La inocencia de Johnson también fue sostenida por Bradley. En 1985 Butler quedó exonerado del cargo. Hayer fue puesto en libertad bajo palabra en 2010, y en 2021, Johnson y Bradley también fueron puestos en libertad por un juez.
La familia Shabazz tuvo un destino aciago. En 1995, Qubilah Shabazz, hija de Malcolm y Betty, fue encarcelada por contratar a un sicario para que matara a Louis Farrakhan, líder de la nación del Islam tras la muerte de Elijah Muhammad. El hijo de Qubilah, Malcolm Latif, fue enviado a vivir con su abuela Betty. En 1997, Malcolm Latiff causó la muerte de su abuela al provocar un incendio en su hogar. Fue encarcelado por ello. Vivió hasta 2013, cuando visitó México y se le ocurrió involucrarse en una pelea en un bar de Garibaldi, donde lo mataron.
Las seis hijas de Malcolm y Betty Shabazz —Attallah, Gamilah Lumumba, Ilyasah, Malaak y Malikah Shabazz, junto con su hermana Qubilah— aún sobreviven.
Tomado de https://morfemacero.com/
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