«Se solía ver a los preppers como unos bichos raros extremos», confirma a la NBC una preparacionista, Jennifer Council. Y, sin embargo, las cosas han cambiado un tanto en los últimos años y prepararse para el fin del mundo —o lo que se pueda sentir más o menos de esa manera— ya no es tan raro. Algo que era muy estadounidense y muy de nicho ha dejado de serlo.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de los preppers? «El prepping es una institución cultural estadounidense», concluye en una entrevista Robert Kirsch, profesor asistente de la Arizona State University y coautor de Be Prepared: Doomsday Prepping in the United States. Según Kirsch, desde la propia fundación del país su población se ha obsesionado un poco con ser «ciudadanía preparada» y también con lograr ser capaces de sobrevivir más allá de los elementos (y en solitario). Muchos de sus recurrentes mitos históricos (como el del Salvaje Oeste) están conectados con la supervivencia. Algunas corrientes religiosas estadounidenses también tienen muy presente el potencial apocalipsis, tanto como algo que va a pasar como ante lo que hay que prepararse.
Con todo, los preppers son algo que arranca en el siglo XX, muy conectado con el contexto de la amenaza nuclear de la segunda mitad de ese período. La idea de base es contar con una preparación que permitirá sobrevivir a cualquier situación extrema, desde tener comida a recursos para afrontar el colapso de las infraestructuras.
Aun así, el movimiento prepper se percibió durante décadas asociado a una cierta visión política. El retrato robot del prepper estadounidense era el de un hombre blanco, conservador y nacionalista, entregado a una defensa de la autosuficiencia que conecta bastante con una visión del mundo en la que tampoco se pagan impuestos o se considera que el Estado no debe encargarse de ofrecer seguridad y garantías. Sin embargo, las cosas han cambiado. Como señalan en el ya citado artículo de la NBC, la cantidad de preppers estadounidenses se ha doblado en los últimos años y también se ha hecho mucho más diversa a nivel demográfico y político. Actualmente, el 39% de la población estadounidense ya se identifica como prepper.
La cantidad de ‘preppers’ se ha doblado en los últimos años en Estados Unidos
Quizás esto se explica porque ha dejado de ser menos una cuestión de matices políticos como una respuesta a un contexto que se ha hecho más complejo. Además, cada vez se desdibujan más las fronteras geográficas: los desastres naturales son cada vez más comunes por el cambio climático y la cuestión geopolítica ha complicado las cosas.
Solo hay que pensar cómo el inicio de la guerra en Ucrania generó un boom de interés por los búnkeres o por las pastillas de yodo en Europa. Suecia o Finlandia han actualizado sus recomendaciones ante la población de qué hacer ante las amenazas externas. El kit de supervivencia de la Unión Europea —que pidió a la población tener recursos para ser autosuficientes durante 72 horas— fue recibido en redes sociales con humor y memes, hasta que el gran apagón de abril en España y Portugal hizo que la gente se lanzase a comprar en masa linternas y radios. Una cadena alemana de supermercados ha estado vendiendo «habitaciones del pánico» y WC secos porque, según explicaban a la televisión pública, habían visto el interés de los consumidores por esos productos.
Asimismo, los grandes billonarios tecnológicos se están entregando a un frenesí de preparaciones para el, consideran, inevitable fin del mundo tal y como lo conocemos. Algunos de los grandes nombres de Silicon Valley son preppers a su manera, y lo son con grandes cantidades de dinero –incluso están construyendo búnkeres millonarios–. Como cuenta en La supervivencia de los más ricos (Capitán Swing) Douglas Rushkoff su mayor temor es cómo van a lograr que no se les amotinen los trabajadores encargados de mantener sus búnkeres.
En Estados Unidos, como explica un reportaje de The New Yorker que se adentró en este mercado, existe toda una oferta inmobiliaria de búnkeres y refugios, que se cotizan a cifras millonarias. En España, se ha disparado en un 200% el interés en estos y su construcción. Salen a una media de 150.000 euros por búnker y serán algo muy exclusivo: a diferencia de Suiza, que tiene una plaza de búnker para cada uno de sus habitantes, en España son un bien bastante escaso.
También ha crecido el interés por los cursos de supervivencia tras el apagón de abril. «Antes venían cuatro apasionados de la naturaleza y ahora vienen familias enteras con niños», dijo a 20Minutos una de las escuelas que ofrecen este tipo de formaciones. Rompen, eso sí, con los mitos y la imagen que vinculamos al preparacionismo vía Estados Unidos. Nada de armas y aires paramilitares. «No se trata de eso, sino de tener cabeza y estar preparados con sentido común».
«El preparacionismo es caro y no todos los salarios se pueden permitir ciertos elementos. Hay que tener cosas, si las puedes comprar, pero la clave está en volver a nuestros abuelos», sintetiza Jesús Vergara, de Work Nature, a Faro de Vigo, y recomienda «ser cauto y prepararse bien». Esto conecta con iniciativas de sostenibilidad que buscan la autonomía y reducir el desperdicio de recursos. Así, el apartamento del futuro francés es autosuficiente y permite no depender de las redes comunes para acceder a agua potable o hasta comida. Y las ecoaldeas permiten una conexión con la naturaleza y no depender de recursos externos.
Tomado de Ethic.es
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