noviembre 11, 2025
Ampliar lo posible: Epinomis y la metafísica de la complejidad cuántica

Ampliar lo posible: Epinomis y la metafísica de la complejidad cuántica

Tomado de Ethic.es

La UNESCO está celebrando en 2025 el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuántica. Un siglo después de los inicios de la mecánica cuántica, la física moderna sigue enfrentándose a un problema fundamental. Como recuerda Carlo Rovelli, «no sabemos todavía cómo conciliar lo cuántico con lo gravitacional»—y quizá la dificultad no sea técnica, sino metafísica. La física describe un universo entrelazado, multiescalar y asimétrico, pero aún carecemos de un marco para pensar qué significa habitar en ese tipo de realidad relacional.

La Epinomis, texto pseudo-platónico que prolonga las Leyes, desarrolla una reflexión sobre el vínculo entre cosmos, matemáticas y observación. En el centro de su propuesta se encuentra el desmos epinómico, el vínculo que une las ciencias matemáticas desde el reconocimiento de la inconmensurabilidad geométrica y la disimilitud numérica. Esta humildad ante lo que no puede medirse con exactitud —anticipada hace 2.400 años— resuena hoy como intuición proto-ontológica del entrelazamiento cuántico y la asimetría constitutiva.

Epinomis rechaza la adivinación como fuente de sabiduría—una crítica que se remonta a Homero, quien desconfiaba de profetas que buscan «algún regalo» antes que verdad. El orden del cosmos no depende de oráculos, sino de legalidad interna accesible mediante observación y matemática. Lo humano pertenece al mismo tejido que el cosmos. Esa intuición puede entenderse hoy como una conjetura metafísica sobre los fundamentos físicos de la realidad: un intento temprano de pensar la relación entre lo discreto y lo continuo.

El orden del cosmos no depende de oráculos, sino de legalidad interna accesible mediante observación y matemática

Las investigaciones actuales muestran que la geometría parece conocer los estados cuánticos. En la paradoja de los agujeros negros, la superficie bidimensional del horizonte codifica la información tridimensional del interior —un principio holográfico que ejemplifica cómo lo discreto y lo continuo se coordinan sin reducirse—. Este papel inteligente de la geometría  —anticipado por Epinomis— revela que el orden cósmico es modo relacional de organización de la materia.

Sabemos que las leyes de la naturaleza que tenemos son incompletas. Para completarlas, tenemos que entender el comportamiento cuántico del espacio y el tiempo, mediante la revisión de la gravedad o de la física cuántica, o tal vez de ambas. Durante un siglo, la física ha explorado regímenes de altas energías. Los recientes hallazgos en el LHCb sobre violaciones de simetría materia-antimateria enriquecen nuestra comprensión, sugiriendo que la asimetría no es anomalía a corregir, sino principio constitutivo. Epinomis apunta también hacia otra dirección complementaria: el régimen de bajas energías del cosmos, donde gravedad, información y coherencia cuántica se acoplan. Allí, la complejidad emerge de asimetrías preservadas.

El ruido cuántico, lejos de ser perturbación aleatoria, puede entenderse como restricción ontológica que actúa como condición de frontera para el surgimiento del orden. El observador no se sitúa fuera del sistema, sino que participa de él. Epinomis apunta así a un principio profundo: el conocimiento establece vínculos reales entre niveles del ser. El desmos epinómico es restricción ontológica y condición de frontera.

En su célebre objeción de 1935, Albert Einstein advirtió sobre la necesidad de completar la teoría cuántica para ofrecer una explicación coherente al entrelazamiento. Su presunción se ha mostrado certera: el desarrollo completo de la mecánica cuántica parece ligado al de la relatividad general. La perspectiva del observador no es externa al sistema, sino constitutiva —una intuición que el desmos epinómico anticipó—.

Cien años después del nacimiento de la mecánica cuántica, emerge una ironía reveladora: el entrelazamiento, que Einstein consideraba señal de incompletitud teórica, ha resultado su intuición más profunda. Su duda fue una premonición: la sospecha de que la descripción cuántica necesitaba integrar la estructura de la realidad, donde energía, información y geometría forman un mismo tejido.

En palabras de Eduardo Chillida, «La unidad se busca, no se posee» y «mis estructuras son ordenadas sin ser simétricas […] luchan contra la simetría o la aceptan en su definición más amplia». Esa es también la condición del mundo físico: orden que emerge de asimetrías preservadas, estabilidad de fluctuaciones coordinadas.

Bertrand Russell escribió que la filosofía amplía «nuestra concepción de lo posible» y que «a través de la grandeza del universo que la filosofía contempla, la mente también se engrandece». El desmos epinómico realiza ese programa coordinando dominios disímiles.

El nacimiento de la metafísica en el jónico marcó el tránsito del interrogante sobre la naturaleza a través de la física al del ser a través de la filosofía. Epinomis participa de ese momento fundacional: conecta el microcosmos humano con el Cosmos mediante la contemplación del Universo con humildad matemática. Tal vez el futuro se encuentra en el pasado. Y, sin duda, la respuesta planteará nuevas preguntas, nuevos experimentos y nuevas reglas. En el centenario de la mecánica cuántica, recuperar esta mirada puede ser el camino para reconciliar lo cuántico con lo gravitacional mediante la comprensión relacional de un cosmos tejido por vínculos preservados. El Universo sigue siendo fuente generosa de imaginación y sabiduría.


Alfonso Vallés Sales es doctorado en Humanismo y Trascendencia en la  Escuela Internacional de Doctorado y miembro del Instituto de Investigación Tecnológica (IIT).

Tomado de Ethic.es