¿Refrescamos la memoria mientras llegan las temporadas de la Gran Carpa y la Liga Mexicana de Beisbol…?
El anecdotario y registros históricos en el deporte rey siempre suele ser… ¡ riquísimo!, verá que si no.
Sí que sí.
Hay tantos detalles, aspectos curiosos y peculiares, ricas anécdotas, frases, marcas, casos insólitos, singulares situaciones, a veces chuscas e increíbles alrededor del béisbol… que por algo tiene enorme atractivo dentro y fuera del terreno de juego.
Y hay de todo: imagínese batear dos jonrones con caja llena ¡en un mismo episodio!; bueno pues esto que parece algo inalcanzable, lo hizo el tercera base de los Cardenales, Fernando Tatis en un choque contra los Dodgers el 23 de abril de 1999…. en verdad algo fuera de lo normal en los anales históricos del béisbol.
Qué podemos decir cuando a alguien ¡le regalan la base con caja llena!: antes de Héctor Espino y luego a Barry Bonds (en Arizona); pero antes también sucedió lo mismo el 10 de agosto de 1951 con René González, aquel poderoso toletero y primera base de los Tuneros de San Luis, con todo y que perdían 8-1 en la octava ante los Azules de Veracruz.
Hay quienes han bateado de 7-7 en juego normal de 9 entradas (Rennie Stenett en el 75 con Pittsburgh), o bien imagínese lanzar ¡dos juegos sin hit consecutivos!: Johnny Vander Meer, con los Rojos de Cincinnati en el 38 ante los Bravos de Boston y luego frente a los Dodgers en el primer juego nocturno en Brooklyn.
Qué decir de llevar juego perfecto durante doce entradas y luego perderlo en la 13 por 1-0 (Harvey Haddix/Piratas, 1959); o ver dos juegos seguidos sin hits ni carreras entre dos equipos (Senadores de Austin y Petroleros de Poza Rica, de la Asociación Americana/1961).
Ahí están los 20 ponches en un juego de nueve episodios; dos veces por Roger Clemens, otro de Kerry Wood y uno más por Randy Johnson… y párele de contar.
O bien, los 16 episodios y un tercio lanzados en relevo por Zenón Ochoa en 1946 en un juego de 19 entradas con su equipo saltillo ante Cd. Juárez en la Liga Nacional…
Aquí en la Invernal de Sonora, Miguel Sotelo logró el 60-61, 17 triunfos con Hermosillo; luego otros 18 el 61-62, siendo 13 de ellos seguidos al cerrar la campaña. Al siguiente año abrió con tres victorias y con ello impuso notable marca de 16 en línea entre una y otra temporada. ¡Clase de lanzador!
¿Y quién será el próximo que lance juego perfecto en Serie Mundial?; la notable hazaña pertenece a Don Larsen en el clásico NY-Dodgers en 1956… y nadie más, ni antes ni después.
Cuando murió Ruth
Pero no sólo son resultados, récords o estadísticas; hay de todo, verá:
Cuando Babe Ruth murió el 16 de agosto de 1948, en Nueva York hizo un calor insoportable. Al momento de sus funerales, sus compañeros del 27, Joe Dugan y Waite Hoyt, estuvieron presentes. De pronto, Joe expresó: “Dios mío, cómo se me antoja una cerveza”. Y Hoyt respondió: “También al Babe se le antojaría”.
O aquella muy buena de Casey Stengel: fue la vez que con todo y haber ganado el clásico otoñal del 60… ¡lo despidieron! por lo que luego diría su famosa frase: “No volveré a cometer el error de cumplir 70 años”.
Casey dejó otra para la posteridad: “Estar con una mujer toda la noche no afecta en nada a un jugador profesional de beisbol. Lo que afecta es estar parado toda la noche buscando por una de ellas”… (¡gulp!)
Recuerde que Stengel tiene el récord de llevar entre 1949 y 1953 a los Yankees a ¡5 banderines mundiales consecutivos!; un gran suceso de aquella época, algo en verdad incomparable de quien es considerado genio, figura, payaso, colorido y amigo… ¡todo!
¡Cántatela tú mismo!
Por qué no recordar la inolvidable figura de Antonio Páramo, un pintoresco ampayer veracruzano quien es recordado por la forma en que cantaba un ponche cuando el bateador dejaba pasar el tercer strike: ¡Cántatela tú mismo!, solía gritar el jarocho para la algarabía del público.
Tuve el privilegio de tratarlo allá en el bello puerto jarocho y en serio que todavía, ya de veterano en el beisbol amateur y profesional de ese solar sotaventino, solía cantar con gran voz, estilo y folklore las bolas y los strikes.
Existe aquella anécdota de que con todo y que el jonronero, Ángel Castro: nunca protestaba las decisiones de los ampayers, un día su reacción fue diferente ante el conteo del veracruzano.
Jugando como primera base de los Alijadores de Tampico, le tocó a Páramo ser el umpire principal y cuando Castro se paró en la caja de bateo el primer lanzamiento fue muy bajo, pero aun así escuchó: ¡Cántatela tú mismo! Sin embargo, el gran zurdo ni siquiera volteó y nada más movió la cabeza.
Vino el segundo disparo y lo mismo, pero el tercer lanzamiento nunca llegó al guante del catcher ya que Ángel Castro la puso como chícharo atrás de la barda del jardín derecho, por lo que antes de salir rumbo a la primera, le dijo a Páramo: “¿Y esa, a quien se la vas a cantar?”.
¡Esos ampayitas!
Este pasaje me recuerda aquel que protagonizó Carl Yastrzemski, de los Medias Rojas, cuando en un juego decisivo se acercó al plato a batear y conociendo al ampayer, Ron Luciano, quien siempre le hacía plática a él y demás jugadores, de inmediato le dijo: “Sí, estoy bien, mi señora y los niños están bien; es un hermoso día y no hace calor; no creo que vaya a llover. Ahora, ¡déjame batear en paz!”.
Otra: Hubo un ampayer, Jack Sheridan, quien durante el receso de temporada trabajaba en una funeraria, pero resulta que un ingenioso jugador gustaba pasar por detrás de él y le decía con voz fúnebre: “Tu hora ha llegado, Jack Sheridan…”. Pero resulta que una ocasión se lo dijo durante un partido y, Sheridan ¡de inmediato lo expulsó ahí mismo del juego!
Ah: hubo uno a quien le decían “El Tractor”: medía 1.92 y pesaba 100 kilos. Por fuera de temporada era boxeador, jugador de futbol americano… y guardaespaldas… ¡gulp!
¿Y quién no recuerda a aquel inolvidable umpire, Juan “Yaqui” Lima, entrando y saliendo del terreno de juego con mirada altiva y sus manos en el pecho, corriendo como un simpático pingüino y que movía a la grada por ese porte del todo singular?
La bola se va, se va y se fue a la…
Aquí en lo que fue la Liga de la Costa del Pacífico hubo un narrador de juegos a quien le quitaron la licencia de locutor porque una vez se aventó la puntada de anunciar un jonrón diciendo al aire: ¡¡¡la bola se va, la bola se va, se va, se va y se fue a la ver……(ic)!!!
Muchos dicen que ese locutor fue el popular Chayo Silva (+), aunque otros mencionan diferentes nombres; sin embargo, aquella singular expresión ahí quedó escrita en el famoso anecdotario del deporte rey.
De hecho, un día platicando con el gran Chayo aquí en el centro de Hermosillo me dijo que sí, en efecto él había sido el autor de aquella frase.
También famosa aquella del “Rápido” Esquivel, excelente cronista de juegos de beisbol y a quien como todo buen bohemio le encantaba también en cabina “empinar el codo” durante sus narraciones: Una vez estando la caja llena se aventó a decir: “Hay cuatro en bases!” (¡ic!), por lo que el colega de a lado le dijo: “Rápido”, son tres, ¿qué no?; y como rápida respuesta escuchó: ¿Y ésta que no cuenta?
¡Clase de frases…!
Por supuesto, Yogi Berra ha sido más famoso de todos los peloteros de la Gran Carpa y trascendido en la historia de este deporte, precisamente por sus inusitadas frases, como aquella de “esto no se acaba hasta que se acaba”… y cosas por el estilo.
Ahora vele voy a contar estas frases: “Dirigir a un equipo de beisbol es como sostener en la mano a un canario. Si aprietas demasiado, lo matas; si aflojas mucho, se te escapará…” (Tom LaSorda).
Otra: “Un manager nunca debe preguntar por qué lo cesaron. Si lo hace, corre el riesgo de que se lo digan…” (Jerry Coleman/Padres de San Diego).
Y esta: “En este trabajo nunca debes desempacar totalmente tu equipaje” (Preston Gómez/Padres).
Pero, por frases, hay más, verá:
Hay una muy famosa de Johnny Pesky, ex mánager de los Medias Rojas de Boston: “Cuando ganas, comes mejor, duermes mejor y disfrutas tu cerveza al máximo… y tu esposa luce como si fuera…mmmm ¡Pamela Anderson!
Otra célebre: La dijo aquel famoso relevista de barba de piocha, Al Hrabosky, quien cada vez que lanzaba daba vuelta a la loma de pitcheo con la cabeza hacia abajo y solía expresar: “Cuando estamos de gira, mi más grande ambición es escuchar un abucheo de las tribunas”, con lo cual sentía “que había hecho bien su trabajo”.
Del inmortal Babe Ruth hay tantas cosas que decir… pero lea la que sigue: “Bueno, tuve un año mejor que él”, dijo cuando le preguntaron por qué el Presidente de EU ganaba menos que sus 80 mil dólares en 1930”.
Craig Nettles, aquél gran tercera base de los Yankees de los 70 dijo una vez: “Cuando era niño quería ser beisbolista y participar en el circo. Con los Yankees he logrado ambas cosas al mismo tiempo”.
Una ocasión Reggie Jackson expresó a Tom Seaver: “Los ciegos vienen al parque sólo para escucharte lanzar”.
Pero mire lo que expresó Tug McGraw, aquel tremendo relevista cuando le preguntaron qué haría con su dinero de su sueldo con los Filis: “El 90% lo gastaré en diversiones, mujeres y whisky irlandés. El otro 10% probablemente lo derrocharé”.
Kelly, el mañoso
Mire que sabroso:.. Mike Kelly fue el jugador más mañoso que haya jugado; fue la más notoria y popular estrella del siglo XIX.
Kelly, en realidad, intentaría cualquier cosa. Y es que las reglas del beisbol no habían sido hechas para él.
Era receptor de manos seguras para los Medias Blancas de Chicago y fue tan habilidoso como robador de bases que una vez logró seis en un partido, lo cual inspiró la canción “Deslízate Kelly, deslízate Kelly”.
En ocasiones Mike Kelly acortaba el camino sin tocar segunda cuando el ampayer no lo estaba viendo.
También, Kelly bebía tanto como competía.
Una vez Albert Spalding puso a detectives de Pinkerton para que lo siguieran: lo acusaron de beber en una taberna hasta las tres de la mañana… tomando limonada. Kelly indignado, diría “Era wiskey puro; jamás he bebido limonada a esa hora”.
Fue llamado el villano. El mañoso, lleno de trucos, el payaso y el tonto. Y también era un gran jugador. Reunía en sí los arquetipos del pasatiempo de la época.
Murió antes de llegar a los 40 años de edad. Él y otros compañeros de juerga fueron culpados por haber perdido el campeonato en San Luis; en 1886. En ese invierno, Spalding exasperado, vendió a Kelly a Boston por la increíble suma de 10 mil dólares.
Los aficionados de Chicago estaban desolados, pero los de Boston, más encantados; tanto que a su nueva estrella le reglaron una casa con carruaje al lado, con dos caballos blancos para que se trasladara al estadio.}
La de Mike Schmidt
Aquella cuando Mike Schmidt ya en su penúltima temporada (1988) y a sus 39 años de edad andaba “arrastrando la cobija” con un slump que no le daba a doña blanca ni con una raqueta, teniendo horribles rachas de 29-0 y luego de 13-0, de modo que imagines cómo andaba el gran tercera base de los Filis.
Bueno, pues cuando en Filadelfia contra los Padres de San Diego en su primer viaje levantó la pelota al fondo del jardín izquierdo —llegando a 14 turnos sin batear de imparable—, al pasar por la primera base donde estaba John Kruk, le dijo: “Dame una pistola y soy capaz de darme un balazo en la cabeza”, por lo que recibió como respuesta: “Mejor no, porque a como andas con el bat, a lo mejor fallas ¡y el balazo me lo das a mí”
Lo dibujó en grande…
Hay un momento que a Bob Feller lo dibujó en grande, verá usted: Resulta que Hank Greenberg fue un tumba bardas de alto voltaje y en 1938 entró al último juego de la temporada con un total de 58 cuadrangulares con Detroit y parecía que la racha jonronil iba a continuar en su carrera para batir la gran marca de 60 del inmenso Babe Ruth.
Sin embargo, ese día se enfrentaría a Bob Feller, el pitcher más velocista hasta entonces, quien llegó en otra de sus clásicas tardes y al finalizar el choque había abanicado… a ¡18 bengaleses para un nuevo récord!
Greenberg, solamente le pegó un doble y se ponchó dos veces…. en irónicamente Feller perdió el juego 4-1 al aceptar siete hits y regalar igual número de bases.
Pero, mire usted: En ese partido, Feller mostró una actitud poco usual: Resulta que un faul cayó a las gradas, pegándole a su señora madre, por lo que el buen hijo Bobby se la pasó más preocupado por la autora de sus días que por la joya de pitcheo que estaba lanzando.
Tenía apenas tan sólo 19 años de edad.
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