Adriano, Antinoo, Yourcenar

“El emperador Adriano encuentra, en su edad madura, en el joven bitinio Antinoo, un instante de felicidad. El efebo muere ahogado en el Nilo. Adriano lo convierte en Dios. Se inicia así su representación iconográfica en monedas y esculturas. Antinoo se...

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

I. Tras las huellas de Antinoo desde México

Francisco de la Maza (1913-1972) fue historiador del arte. Amigo de Justino Fernández y discípulo de Manuel Toussaint, fue maestro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas. En 1966 publicó Antinoo, el último Dios del mundo clásico, que el mencionado Instituto acaba de reeditar. 

Recordemos la historia. El emperador Adriano encuentra, en su edad madura, en el joven bitinio Antinoo, un instante de felicidad. El efebo muere ahogado en el Nilo. Adriano lo convierte en Dios. Se inicia así su representación iconográfica en monedas y esculturas. Antinoo se convierte en símbolo de la belleza masculina, adornado por el esplendor de la muerte temprana.

Dice De la Maza: «Antinoo ha sido el reto más solemne que se ha hecho a la escultura. Un adolescente griego inundó el Imperio romano con su presencia. se le esculpió en Italia, en Grecia, en Egipto; se acuñaron monedas de Grecia al Asia Menor; se hicieron pinturas, se labraron camafeos. Y todo en unos cuantos años del siglo II. Con la escultura antinoica muere el arte clásico». 

Podemos dar por válida esta afirmación o cuestionarla. Nos da, sin embargo, 

la oportunidad de recordar a este efebo, amado por Adriano. En cuanto a la reedición del libro, bienvenido, sobre todo por la iconografía de Antinoo. 

II. Marguerite Yourcenar 

Una de las grandes novelas de Yourcenar -la otra es Opus Nigrum– es Memorias de Adriano, la carta que el emperador le dirige a Marco Aurelio que será a su tiempo también emperador.

En esta obra maestra, el narrador relata: «Hice que se quedara cuando se fueron los demás. Era poco instruido, lleno de ignorancias, reflexivo y crédulo. Pronunciaba el griego con acento asiático…. así nació una intimidad; a partir de entonces me acompañó en todos mis viajes y comenzaron los hermosos años. Antinoo era griego. Remonté en los recuerdos de aquella familia antigua y oscura, hasta la época de los primeros arcadios a orillas de la Propóntida. Pero en aquella sangre algo acre, el Asia Menor habrá producido el efecto de la gota de miel que altera y perfuma un vino puro… su presencia era extraordinariamente silenciosa… aquel hermoso lebrel, ávido de caricias y de órdenes, se tendió sobre mi vida».

III. Muerte en el Nilo

Al parecer, Antinoo comprendió que, adorado como era en su tierna edad, sería abandonado, rechazado y sustituido por el emperador conforme abandonara sus encantos juveniles. Tampoco él quería verse convertido en otro ser, imperfecto a sus ojos por haber madurado. Tomó la decisión de dejarse morir. La rosa prefiere morir con los pétalos abiertos; ninguna quiere la tortura de verlos marchitos. 

Un crítico italiano sugiere que Adriano mismo terminó con su vida, toda vez que nunca lo trató como amante. Pasó de lebrel a Dios, lo que es más fácil, sugiere. Inquietante propuesta pero falsa: el lugar de Antinoo era el de ser la mascota perfecta. A la muerte del amado, lo que le queda al Emperador es la Disciplina Augusta, el trabajo duro para intentar olvidar y el prepararse para entrar a la muerte «con los ojos abiertos». 

Memorias de Adriano es una obra maestra que describe el ascenso de un hombre que fortaleció el Imperio Romano, leyó los libros de su tiempo, tuvo el apoyo de Plotina, conoció la traición y el engaño, pero también la lealtad y la sabiduría. Su vida, sin embargo, hubiera estado incompleta si no hubiera estado invadida por la pasión: insensata pasión que volvió al Emperador, en su lujuria y en su dolor, más humano. Así lo retrata la novelista belga. Y en la iconografía del libro publicado por Estéticas podemos observar las mil y una caras de este objeto amoroso, el inmortal Antinoo. 

Tomado de https://morfemacero.com/